Al otro lado.

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–Dime –Rogó con los ojos cristalinos –¿Quién te hirió tanto?

La miré fijo a los ojos. Los recuerdos se amontonaron en mi cabeza, las emociones se desbordaron y solo pude decir una palabra antes de romper a llorar.

–Perdón.

Lágrimas salieron de sus ojos y se acercó con la intención de abrazarme pero choco contra el cristal que tenía enfrente.

–No te preocupes –Me dijo –Lo superaremos.

Acarició mi mejilla, atravesado con la mano ese cristal. Negué con la cabeza.

-–No prometas lo que sabes que no cumplirás –La tristeza de a poco en poco se volvió molestia y enojo –Sabes que te odio y que esto jamás cambiará porque nunca he visto en ti ninguna cualidad, eres inútil e inservible, tan tonta, ingenua, distraída, despistada, despreciable y odiosa, molesta, torpe, doblemente inútil y tonta. –Sin notarlo, el volumen de mi voz había aumentado considerablemente.

La tristeza e impotencia abrieron un hueco dentro de nosotras, pero a mí me ganó más el enojo y empecé a gritar desesperada mientras las lágrimas salían exprimidas de mis ojos y me dejaba caer al suelo.

Los lindos recuerdos de nuestra risa se presentaron haciendo aún mayor el dolor y el enojo.

–¡Te odio! ¡Déjame en paz!

–Ojalá pudiera –Habló con una sonrisa triste –Si fuera posible lo haría, pero... Tendría que suicidarme, y aún así no tendrías tus momentos a solas como quieres.

Solo queda siempre estar sola, pensé mientras una lágrima solitaria bajaba por mi rostro.

–¿Estas bien? –Preguntó alguien mientras se asomaba por la puerta.

Espantada, limpié las lágrimas de mi cara y sonreí abriendo la boca por primera vez.

–Sí, ya voy. –Respondí deseando que se fuera, en cambio se acercó a mi, está persona tan dulce, amable y linda, y me abrazó, abriendo una herida más dentro de mi 

–No te preocupes –Respondí con la mayor naturalidad posible –Solo choqué contra el espejo por accidente y me pegué en el pie.

–Ten más cuidado sí?

Asentí con la cabeza sonriendo, él, ella, ellos, solo vieron mi insignificante dolor de "haber chocado", ignorando por completo lo que acababa de pasar, la discusión silenciosa que acababa de tener lugar segundos atrás.

Cuando se fue, voltee de nuevo al espejo para verla, una niña tonta con lágrimas en los ojos, no me gustó cómo se veía.

–¿Por qué no le dijiste que te sentías mal? –Me preguntó.

–¿Y decirle que no me soporto para nada, y desearía no estar aquí, y que no tengo la menor idea de por qué me quiere; y entonces trate de ayudarme y pierda tiempo y esfuerzo en vano porque no pienso cambiar mi forma de verte porque para mí siempre será la misma tonta, maldita, inútil y egoísta? No gracias, no quiero causarles más problemas o preocupaciones de las que ya tienen.

Me levanté del suelo, tallé con fuerza mi piel para secar lo que quedaba de lágrimas y me fui, no sin antes darle una última mirada, fría y dura como el glaciar más grande que existiera, una mirada tan llena de odio y desprecio que me dolía. Pues esa mirada era para mí misma.

El otro lado del espejo.
FIN.

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