¿Alguien está preparado para aceptar la muerte de los seres que ama?
Sharik viene de una etapa muy dura debido a la enfermedad y la posterior muerte de su hermano menor. Se siente solo en un mundo en el que prácticamente no encaja, solo apoyado por...
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Ciudad del Cabo, Sudáfrica
24 horas después...
«Ve por él, teniente, y que nada te detenga, ni siquiera tú mismo».
Brandon condujo hacia el hogar de Martin Driesen. Necesitaba hablar con él, mejor dicho, aguantar sus gritos. Eva lo acompañó. Se mantuvo en silencio mientras el teniente, entrada la mañana, intentaba explicarle a Martin que su hermano se encontraba en Rusia, ese hermano que le había mentido diciendo que estaba en las Maldivas. Martin lloró, claro que lo hizo, y Damián lo sujetó con fuerza. El pánico se apoderó de ellos. El teniente se mantuvo en silencio y Eva, con la frialdad que la caracterizaba, solo se encargó de babearse por el doctor Blake. Brandon admiraba esa capacidad también, la de abstraerse de la realidad y enfocarse en un solo punto.
«Lo traeré de regreso. Quédense aquí», les rogó, ya que Damián deseaba acompañarlos a toda costa.
Brandon les dio tranquilidad, al menos la que pudo dada la circunstancia nefasta.
—Sé que lo harás. Nadie lo ama como tú —afirmó el doctor Blake, que siempre supo que el rompimiento del teniente con Bastian había sido el peor error en la vida del hombre.
—Gracias por confiar en mí.
Fue un torbellino de emociones. Brandon no quería llorar, pero la situación era un tsunami incontrolable que estaba dejando víctimas en todos lados.
—¿Crees que se quedarán? —preguntó Eva mientras iban hacia el departamento de Sharik para ver a su madre.
—Espero que sí.
—El moreno guapo no estaba muy de acuerdo. Su boca decía sí, pero sus ojos decían...
—Damián no miente —afirmó—. Si dice una cosa, la hace.
—Genial —replicó la mujer—. Guapo, médico y honesto. ¿De dónde carajo lo sacó el tal Martin?
Brandon hizo una mueca.
Ambos se miraron y rieron. Dios, esas pequeñas bromas sin duda les mejoraba el día.
Condujeron hasta el departamento de la madre de Sharik. La mujer los recibió con un abrazo. El teniente contó lo sucedido y la mujer asintió.
—¿Usted sabía?
—Sí. Él necesitaba respuestas. No iba a vivir de ese modo.
—Dios —dijo Eva mientras tenía la mano en el pecho.
—¿Qué?
—Usted es la puta ama.
Y esa era la verdad más genuina que había salido de los carnosos labios de Eva. La mujer era más guerrera que todos ellos juntos.
