|Cap 27: Aún sigo en el laberinto|

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<Betty>

Habían pasado casi dos meses de la despedida con Atenea, y aún sigo sin entender que realmente quiero.

Siempre he escuchado que cuando algo va mal lo suyo es hablarlo, y si no se soluciona marcharse de allí. Haciendo eso me proporciona bienestar, ser valiente y quererme, pero ¿Y si realmente no es lo que quiero hacer?, ¿Y si hay otra posibilidad?

Fue entonces cuando se me ocurrió algo nuevo para el libro. De algún modo, escribir ha sido mi vía para plasmar mis pensamientos, usando la identidad de alguien más. En este caso de Luna.

«... Volví a reencontrarme con la presencia de aquello de lo que huí. De algún modo era atrayente, con la fuerza de un planeta, me pedía ser su satélite -tal vez se haya confundido por mi nombre, pero yo no voy a seguir a nadie-. Y eso que me llamaba a abandonar mi vida en un velero era el confort de estar en tierra firme, en un hogar construido por ladrillos y con el calor de los brazos de alguien al que me amaba, sabía que lo hacía, pero no estaba segura que lo hiciera bien y asegurarme de que allí no saliera dañada...»

Tomé un poco de café, mientras me envolvía en la melodía de Taylor Swift. Y cuando me quedé pensando durante un tiempo sin saber cómo continuar, decidí tomar ideas algo más privadas. Más dañinas para mí corazón, ya que eran pensamientos en medio de ataques de ansiedad que apuntaba en mi diario.

Tomé una libreta de color magenta, en la que incluía en cada entrada un pequeño garabato de cómo me sentía. Acabé incluyendo el pequeño fragmento de una de las que escribí cuando me sentía "invisible. Siempre detrás de ellos, siempre inexistente en sus conversaciones pero presente en sus silencios; repleta de ruido en mi cabeza, pero siempre en silencio; queriendo gritar, pero siempre en silencio", como expresó textualmente. Y tal vez en otro momento hubiera mentido, o más que mentir, lo hubiera expresado de forma diferente a la que no hubiera sido fiel a mi misma. Pero cada vez que lo hago con los sentimientos a flor de piel, soy totalmente sincera y es lo que más me quema al volver a leerlo.

En la página siguiente, se encontraba el garabato de un retrato de mi con una sábana blanca imitando ser un fantasma, detrás de dos siluetas que representan a Atenea y Luca tomados de la mano. Así me sentía la gran mayoría del tiempo, pero en ocasiones también quería seguir con ellos.

La última vez que hablamos Finneas y yo, comentamos de nuevo este tema -y el otro que nos ciernes a los dos-. Y me acabó diciendo: "Ahora el grupo ya está disperso. Cada uno está en un punto más... Independiente, de algún modo. Puedes volver a hablar con Luca, sin el miedo de que te vaya a dejar atrás. Ya no sois tres, sino dos". A lo que acabé respondiendo...

@betty_byers12

Seguimos siendo tres, contando mi inseguridad de encontrarme en esta misma situación. Y acaba afectando cada vez que en mi cabeza aparece el pensamiento de querer irme sin avisar. Y aunque volvamos a relacionarnos, ya no seré yo, ya no tendré aquella confianza del principio.

@betty_byers12

Ellos no lo notaran, pero yo sí. Y eso jode mucho, Finn. Yo ya no me siento bien contándole algo más personal a él o Atenea. De hecho siguen sin saber lo nuestro... Recuerdas la teoría de las mariposas, de algún modo esos pensamientos de huída son un maldito insecticida para ellas. Pero ¿yo?, Yo sigo atrapada en el laberinto.

@Finneasinferd

Saldrás de aquel lugar, a lo mejor acompañada de unas cuantas mariposas pero encontrarás el camino de vuelta a tí. Quiero que sepas que no es malo cambiar de opinión, que cuando pensaste que alguien es de una manera y resultar de otra, puedes darte el placer del derecho a decidir.

Y sabía que tenía razón, pero sigo sin encontrar un camino del que me asegure que saldré sin ningún rasguño. Aunque vivir sin ese riesgo, jamás será una opción. Simplemente porque es imposible, siempre habrá algo. Ya lo tengo mentalizado, aún así sigo teniendo miedo. Porque aunque sepa que habrá rasguños en cada caminar, nunca sé de qué tipo. Y puede que llegue ese del que salga sin fuerza de seguir respirando y me rinda.

(...)

<Luca>

Me encontraba practicando unas cuantas partituras con aquella guitarra sobre la cama. La música siempre me había apasionado, pero jamás tuve un instrumento con el que explorar aquella faceta hasta la semana pasada, en la que fui a una tienda de segunda mano —que descubrí por casualidad un día que me desvíe para llegar al hospital— para mirar cosas antiguas. Lo reconozco, soy un retrofilo.

Entonces me enamoré de ella, de su madera, sus cuerdas —para mi suerte venían afinadas desde casa— y sobre todo, de aquella conversación que mantuvimos el anciano y el propósito de vender un objeto tan especial...

—¿Está en venta? —le pregunté con una pequeña timidez sujetando el objeto del mástil.

—Sí, por supuesto, si no para que se encontraría entre estas baratijas —se quedó en silencio, analizandome hasta volver a hablar—. ¿Quieres llevártela?

—No sé, ¿Por cuanto la vendes? Aquí en el bolsillo tengo unos-

Pero me detuve al ver que el anciano se acercaba con cautela.

—Puedes llevártela Luca, en serio. Es un regalo de la casa —respondió con dulzura, sonreía.

—Pero, no lo entiendo, ¿Por qué regalarías algo tan... Inefable?

—Por el simple hecho de que yo solo la tenía de forma efímera. Su vieja portadora quería que encontrara a alguien que la cuidara, de la misma manera que ella lo hizo.

—Aquella portadora era...

—Sí, era mi nieta Helena -noté que en aquel momento, su corazón se había desgarrado-. Pero también sé que ella se sentiría muy halcyon.

Solté un momento el instrumento sobre el suelo, despacio y con cuidado, y fui a abrazar al longevo que se dejó caer en mis brazos, con frías lágrimas calando en mi ropa.

—No se preocupe, la cuidaré como usted lo hizo con ella. De la misma manera, con la misma delicadeza —susurré lentamente, con calidez.

—Luca, quiero que algún día vengas por aquí, y podamos hacer "el arte del natsukashii".

—¿Natsukashii? —repetí aquella palabra que no había oído nunca.

—Traer recuerdos felices del pasado.

Volví a sonreír, levantando la guitarra y abrazándola.

—Por supuesto, me gustaría hacerlo. Gracias y Ta'ra.

—Ta'ra, Luca —y allí permaneció el anciano, despidiéndose con la mano y de algo que le ataba a ella... Lo que nunca pensé que aquella guitarra también me uniera con alguien.

Fuera de mi peceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora