|Cap 28: Guerrerita|

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<Atenea>

Era fin de semana, y era un tanto diferente porque decidimos sacar de nuevo el tema de Rhys. Hacía tiempo que no lo hacíamos, solo referencias vacías, pero aquel fin de semana era especial... Un diecisiete de septiembre nació aquella vida, con los primeros vientos del otoño. Mi estación favorita, ahora entiendo por qué.

—Mamá, aquí está lo que decías hace unos minutos.

Se secó las manos y vino corriendo a verlo. Acerté, era el cassette que contenía todos esos recuerdos que ya no viviré más.

—Este recopila el pequeño teatro que montasteis un tarde junto a Betty y Luca, para Valeria; además de tu cumpleaños número seis, cuando te regaló el peluche de Nemo; un viaje que realizamos a no sé dónde y algo más junto a él.

Di un leve suspiro al ver cuántas cosas habíamos hecho unidos, y que para mí solo eran parte de un sueño porque no recordaba nada. No lo recordaba ni tan siquiera a él...

—¿Quién era Valeria? —cuestioné confundida.

—Es la prima de Luca, os llevabais bien pero ella casi siempre se encontraba en el hospital para la quimioterapia, así que apenas podíais quedar juntos.

—Me imagino que el teatro sería una forma de alegrarle el día.

Se rió por un momento para después decirme la verdad.

—Realmente fue una idea de tu hermano, de hacer una pequeña obra para recaudar dinero. A la que por supuesto, fue Valeria.

Ahora, resultaba ser yo la que sonreía como una cría pequeña.

—¿Quieres verlo?

—Sí, hazlo mamá.

Se levantó despacio hasta llegar al reproductor y lo colocamos. Al instante aparecieron unas imágenes que me hicieron volver a recordar algunas cosas, pero sobre todo logró un efecto negativo en mí.

—Atenea ¿estás bien? —pronunció la mujer tras ver qué me colocaba de forma fetal, abrazada a mis piernas, histérica.

—Es, es un ataque... Un ataque de ansiedad.

Mi madre paró el reproductor, en el momento que salía el pequeño cuerpo de Rhys disfrazado de un pirata.

Yo intenté poner a prueba todos esos trucos que alguna vez me mostró Chiara, pero creo que había entrado tanto en mi que ya no ayudaban.

—¿Quieres que te traiga una tila? —me ofreció mi madre, que tan acostumbrada estaba.

—Si,si.

Ella se levantó hasta la cocina y yo seguí ahí, sin poder moverme de la ansiedad. Me había paralizado.

—Toma, bebelo ya está más templado. Te sentará bien.

Le di unos cuantos sorbos hasta acabarlo y dejarlo en la mesita. Entonces me eché de nuevo.

—¿Te encuentras mejor, cariño? —me preguntaba continuamente, obligándome a apoyar mi cuerpo sobre sus piernas.

—Si... Solo estoy cansada, no sé si podré ver la cinta entera.

—Por favor, inténtalo... —me rogó mientras me acariciaba la cabeza con cariño.

—Vale, pero no te prometo nada...

Y así pasamos la tarde, viendo unas cuantas escenas en la que era protagonista de películas familiares, porque apenas recordaba haberlo vivido.

(...)

Muchos años antes. El teatro.

—Atenea, podrías avisar a tus amigos. He pensado en una idea para recaudar dinero.

Fuera de mi peceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora