| Capítulo 27 |

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Me di cuenta que me gustaba pasar tiempo con el piloto engreído. Teníamos más cosas en común de lo que hubiera imaginado y vaya que me costó admitirlo, para mí, porque nunca se lo diría, porque solo enaltecería su orgullo.

Ese día temprano, antes de irme al trabajo, recibí un mensaje de texto de mi mamá.

"Recuerda que el 31 de marzo es la inauguración de mi exposición y espero verlos a ti y a Liam en ella, ¿si le dijiste, cierto? Y si no lo has hecho, hazlo".

Con todo lo que había pasado en el último par de semanas, no recordaba el evento de mi madre. Faltaban dos semanas y yo ni siquiera había comprado los boletos. Me costarían una fortuna, pero tenía que ir, también recordé que no le dije a Liam sobre el evento. Así que le escribí un mensaje.

"Estimado piloto engreído. Está cordialmente invitado a la inauguración de una exposición de arte el día 31 de marzo en Manhattan".

De inmediato recibí su respuesta.

"¿Ese día es la exposición de su madre?"

"Así es. Mi madre te está invitando, aunque le dije que no lo hiciera. Tú no aprecias el arte".

"¿Bromea? No me lo perdería por nada, además amo el arte. ¿Qué cree que diga si le pido un desnudo?"

Solté una carcajada por lo bajo y negué con la cabeza.

"Me gustaría estar presente cuando se lo pidas, quisiera ver las reacciones de ambos".

"Mientras no quiera estar presente cuando me dibuje".

Abrí los ojos como platos. Dejé el teléfono en la barra de la cocina. Fui por un vaso con agua. ¿Qué le respondería a eso?

De inmediato recibí otro mensaje.

"Era una broma, Doctora Bacterias. No lo dije de verdad".

"Lo sé".

Tomé mis cosas y salí del departamento. Caminé con rumbo al elevador. Presioné el botón para llamarlo, estuvieron a punto de cerrarse las puertas cuando metieron la mano para que eso no pasara. Vi al Liam entrar, vestía su uniforme del trabajo y traía consigo una pequeña maleta.

—Buenos días, Doctora bacterias.

—Buenos días, piloto engreído—sonreí.

Noté una leve sonrisa en su rostro.

—Era una broma, lo que dije por mensaje—miró hacia el frente. Lo noté un poco nervioso.

—Lo sé, quien en su sano juicio querría verte en paños menores—reí.

Volteó a mirarme de inmediato.

—Pues usted no tendrá ese placer—sobreactuó.

—Y no lo quiero. Y espero que mi madre tampoco. Pensé que tu vuelo era mañana—cambié de tema.

—No, es hoy.

No supe por qué se torno un poco incómodo estar juntos, solo los dos en ese elevador.

—Trataré de ir al evento de su mamá. ¿Ya compró los boletos?

Negué con la cabeza.

—Pero tengo que comprarlos a más tardar el día de hoy, antes de que estén más caros, ¿con qué aerolínea me recomiendas? —Vaciló y señaló su uniforme—. Lo sé, fue una pregunta tonta.

—Me sorprende, usted es muy lista—sonrió— ¿Está todo bien?

Asentí, pero no, tenía muchas cosas en la cabeza y él lo sabía, pero el hecho que me preguntara me pareció amable de su parte, porque no asumió nada.

Nuestras mañanas de marzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora