Capitulo I Sin nombre, sin casa, sin nada que perder

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—Bueno y ¿Cómo estas hoy? — Siempre la misma pregunta como si fuera una rutina placentera para él, no pienso responderle. Notó mi falta de ganas y frunció su ceño. — ¿Cómo te sientes? ¿Tomaste tus pastillas? — prosiguió con sus preguntas sin importarle si las respondía, estúpidas preguntas de rutina que está obligado a hacer.

El frio de la mesa de operaciones es muy incómodo, aunque debería ya estar acostumbrado a ello ya que es mi rutina desde que tengo memoria, pero es simplemente insoportable sumándolo a la sensación extraña que me genera el ser tocado por este hombre mediante sus guantes quirúrgicos desechables. Sin contar las miradas de los demás asistentes, puedo hacer esto mil veces y mil veces me sentiré asqueado ¿Por qué exhibirme como un objeto extraño? ¿Por qué no hacer mis exámenes rutinarios bajo mi comodidad?

—Te lo he dicho muchas veces, ellos son practicantes, necesitan estar presentes para poder aplicar su experiencia mas adelante— interrumpió mis pensamientos el doctor ¿Tal vez me delato mi mirada?

— Y aun así no hace que me sienta menos incomodo— contrataque torciendo mis ojos en señal de desconformidad y tensando mi mandíbula. El solo sonrío de medio lado y permaneció en silencio durante el resto del chequeo.

Dos largas horas pasaron, en las que debo soportar que este hombre haga su voluntad sobre mi cuerpo con testigos que te observan como si fueras su comida favorita, esa mirada deseosa e invasiva que me dedican es de lo peor. Lo único bueno es que esta actividad tiene un fin.

Incluso desde que tengo memoria recuerdo ser manoseado por todas estas manos blancas y suaves con tacto tan desesperado como si buscaran exprimir mi cuerpo hasta la última gota de sangre.

— ¿Listo? — pregunto el hombre al notar que ya había terminado de ponerme el uniforme del lugar, una camisa y pantalones grises, que honestamente disfruto, el tacto de la ropa es muy placentero y cómodo. Le dedique una mirada fría que le diera entender que obviamente finalice mi vestimenta, el solo rodo los ojos en respuesta y me hizo señal de que lo siguiera.

A veces olvido lo sombrío que puede ser este lugar, pasillos largos y de aspecto desgastado con colores oscuros que solo acompañan su decadencia. Siempre es así, día tras día, desde que tengo memoria. La misma rutina, levantarse e ir a mis chequeos, quejarme del estúpido chequeo, volver a mi habitación para contemplar mi pared gris con retoques amarillos producto de su antigüedad para finalmente dirigirme al complejo de cafetería donde podría afirmar es el único lugar que me brinda algo de paz a pesar del caos colectivo que experimenta a diario debido a mis compañeros.

Como siempre no pueden faltar las miradas fisgonas de los vigilantes en los pasillos, esa combinación de olores y el molesto sonido de los guardias respirando se hacia mas fuerte junto a las esencias de sus cuerpos. La sala de operaciones, donde realizo mis chequeos diarios, tiene algo especial que el doctor dice regula mis sentidos y los hace más "humanos".

"Fenómeno" "¿Qué comeremos hoy?" "¡¿Ese idiota se comió mi galleta?!" "Demonios todos son tan ruidosos" "¿Si los humanos se extinguen solo quedaran las cucarachas y nosotros?" "Mi trasero duele, es la ultima vez que visito a A80" Muchas voces combinándose en mi cabeza, entrando y saliendo sin regulación alguna, sin intención de detenerse, muy parecido a agujas de diferentes tamaños entrando en mi cráneo atravesando lentamente, pero a tiempos constantes e impredecibles.

Caí en el suelo sobre mis rodillas y manos, siempre olvido colocarme los reductores, los malditos reductores que evitan están punzadas. Puedo sentir las gotas de sudor en mi cuerpo, entre molestia y dolor deje caer mi cuerpo completamente quedando mi rostro contra el frio suelo, aun con la fatiga de mi cuerpo seguían entrando cada vez más rápido las agujas en mi cabeza con la diferencia que ahora era capaz de sentirlo en todo el cuerpo.

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⏰ Última actualización: Jan 02, 2023 ⏰

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