Capítulo 1: Donde Messi y Memo se conocen y Robert rompe el corazón de Gavi

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Estar en la prepa era un desmadre. Estabas chiquito como para que tus padres o los adultes te pelaran, pero estabas grande para ser un morrillo y para sentir que encajabas con ellos. No eras ni uno ni otro, eras un pinche adolescente jodón que sentía que se podía comer el mundo con los quince pesos que tuvieras en la bolsa.

O al menos eso le pasaba al Memo, que mientras esperaba a que se acabara su clase de historia de México estaba más concentrado en pensar en qué chingados iba a hacer el fin de semana con sus amigazos del alma. Porque ¿Quedarse en su casa después de que terminara su turno en el negocio de tortas de sus jefes? ¡Ni pensarlo!

—¿Chelas o qué? — Preguntó Javier, alias el Chicharito, echándose al hombro la mochila apenas sonó el timbre que daba por finalizadas las clases.

—Nel weyes, ustedes son de carrera larga y a mí mi jefa me la sentenció que si me seguía empedando me iba a anexar—Dijo Memo, a quien la verdad ya le habían dicho que si tomaba entre semana ya le tenían reservado el anexo. Por eso ahora, aunque fuera viernes, mejor se esperaba al sábado.

—Pinche culo, yo ya estuve en el anexo y ni está tan culero—Intervino Hirving, al que por desmadroso ya hasta le decían el Chucky.

—Pues si sigues como vas, te van a volver a anexar, culero—Concluyó Andrés, el más grande del grupo de amigos y quien muchas veces era la voz de la razón. —Mejor una cascarita, y luego ya vemos si Chelas, pero nomas una.

—Bueno, pero al menos saquen un porrito antes del partido.

—Chinga tu madre, Lozano. Neta te van a volver a anexar.

Los cuatro salieron del salón hablando de babosadas, iban bien entrados hablando que apenas se dieron cuenta cuando Memo se quedó atrás.

El Memin se quedó parado como pendejo a medio patio viendo a los de primer semestre, más específicamente a un morrito que le llamó la atención desde que lo vio en el patio jugando fut con los de su salón. No tenía ni idea de cómo se llamaba, nada más sabía que estaba chiquito y que siempre andaba con otros dos weyes. Por ahí había escuchado que eran argentinos, que eran bien mamónes y que nomas le hablaban a los demás cuando jugaban fut.

Pero es que el morrillo estaba bien pinche precioso. Seguramente no llegaba ni al 1.70, era delgado, pero no tanto, cabello castaño medio largo, facciones bonitas y a demás era el más chingón jugando fut de los de su año.

—¿Qué pedo, pinche Memo? —Le gritó el Chicharito cuando se dio cuenta que no estaba con ellos.

—Ya voy— Dijo dando una última mirada al chico para irse a seguir a sus amigos. Aaaah, cómo le enculaba ese morro del que ni el nombre se sabía.

—¿Otra vez andas viendo al argentino? —Preguntó el Chucky cuando Memo los alcanzó.

El argentino era tema recurrente desde que todos se dieron cuenta de que le movía el tapete a su portero favorito y este nada más no se acercaba a hablarle.

—Ya háblale, wey— agregó Guardado.

—Nel. Tú dices eso porque con Rafael caíste en blandito. Capaz yo le hablo a ese morro y nomas me ve como el wey de gafas oscuras del meme.

Y es que el amor entre Guardado y su crush de toda la secundaria y los primeros dos semestres de prepa era algo que tarde o temprano iba a terminar con los dos andando, y es que Marquez hasta iba por Andrés a la escuela cuando nada más hablaban, cuando reprobó lo consoló acá bien bonito y le dijo que tenía otros talentos y la mamada.

—Pues el que no arriesga, no gana, carnal— Sentenció Andrés, pero dejó ser a su amigo.

—Mejor ya vámonos y dejen de decir manadas.

Young LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora