El único sonido que llegaba a mis oídos era el rápido palpitar de mi corazón.
Mis pies se movían deprisa, casi sin una orden directa de mi cerebro, como si lo hicieran por voluntad propia.
El vaho se condensaba frente a mí con cada respiración acelerada, dificultándome la visión.
El viento azotaba con fuerza contra mí, haciendo que mi pelo revoloteara en todas direcciones. El frío helado del interminable invierno calando mis huesos bajo la sudadera negra que llevaba era lo único que me mantenía cuerda en ese momento.
Las puertas transparentes del hospital me dieron una cálida e irónica bienvenida, mi corazón latiendo aún con más fuerza, si es que eso era posible.
Su padre me esperaba en la sala de espera con un vaso de café en la mano y una mirada de profunda tristeza.
Miré sus labios con poca atención, sin escuchar nada de lo que salía de ellos. Conseguí distinguir un "lo siento tanto, Brina" y un "habitación número 213" que me hicieron salir corriendo hacía el ascensor al final del pasillo.
El mundo me daba vueltas, sentía que la cabeza me iba a explotar en cualquier momento y también el picazón detrás de mis ojos indicando que estaba a punto de ponerme a llorar en contra de mi voluntad.
Me tragué las lágrimas, aferrándome con fuerza a las mangas de mi vieja sudadera y tomando respiraciones cortas y aceleradas.
Choqué con una enfermera a la salida del ascensor, su mirada recayendo en las heridas de mi cara que aún no se curaban.
Mis pies se detuvieron frente a la puerta de la habitación 213.
No fue hasta que no la vi tumbada en la vieja cama del hospital, con el pelo rubio en una trenza mal hecha, un moratón formándose a un lado de su cara y una gran venda rodeando su bíceps derecho que pude volver a respirar con normalidad.
Divisé a la madre de Thalía sentada a un lado suya, pintando las uñas de una de sus manos con delicadeza. Solté una risa por lo bajo, ni siquiera en el hospital podía dejar de ser una diva.
Extendí el brazo para alcanzar el pomo de la puerta, la risa de mi mejor amiga llegó a mis oídos a través de las finas paredes de color gris, y mi mano se congeló a medio camino del mismo. Solté un suspiro que me hizo daño al corazón, pegando la frente a la fría pared e intentando recobrar la compostura.No lloraría en el pasillo del hospital, no otra vez.
Una mano se puso en mi hombro haciéndome pegar un brinco. La madre de Thalía me sostenía con fuerza, con una media sonrisa en los labios y su usual uniforme de enfermera. Con un breve asentimiento de cabeza, se retiró hacía el ascensor en busca de, supuse, su marido.
Tomé un par de respiraciones hondas antes de sacudir la cabeza e ingresar a la habitación. Mirar esos ojos azules que me habían acompañado desde el día que mi rubia nació fue lo único que necesité para derrumbarme en ese mismo instante.
La abracé con fuerza, con cuidado de no lastimar ninguna de sus heridas y haciendo caso omiso al dolor que me sacudió cuando apretó con fuerza mi espalda. Apoyé la cabeza entre el hueco de su cuello y su hombro, dejando que las lágrimas empaparan la aburrida bata del hospital.
Nos quedamos así por más tiempo del que podría recordar, con el único sonido de las respiraciones de la otra y mis suave sollozos.
La noche cayó sobre nosotras, la luna en cuarto creciente haciendo su aparición en el oscuro cielo libre de estrellas.
Me incorporé con cuidado, observando de cerca la herida casi indetectable a un lado de su sien, oculta por la raíz de su pelo. La sangre se había secado a su alrededor, pero aún podías ver la pequeña raja de no más de dos centímetros sin suturar.
Escaneé el resto de su rostro de cerca, con sus ojos cansados siguiendo cada uno de mis movimientos.
El moretón había sido a causa de una cachetada y, a pesar del tiempo que había pasado, seguía teniendo cuatro dedos marcados en la mejilla.
La herida del bíceps no podía verla, pero me bastó con ver como Thalía agachaba la mirada para saber que era incluso peor que la de la sien.
− Voy a matarla – dije colocando un mechón rebelde detrás de su oreja.− No Brina. Ya tienes bastante a tu espalda como para echarle más leña al saco – contestó sacudiendo débilmente la cabeza.
− No me importa. Haré que parezca un accidente, contrataré un sicario, no dejaré que encuentren el cuerpo... pero no voy a dejar que salga impune después de lo que te ha hecho -
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𝑺𝒆𝒓𝒆𝒏𝒅𝒊𝒑𝒊𝒂 ~
FantasyEn el pequeño pueblo de Royal Earth, jóvenes y adultos están condenados a vivir bajo las estrictas reglas del poderoso Gobierno de Control de Elementos. Teniendo prohibida la relación entre individuos de fuera de "la gueto", Brina aprenderá a vivir...