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( 001 . Los fríos del Ártico )

La ausencia de la nieve cayendo sobre su rostro hacían que su piel se sintiera un tanto diferente

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La ausencia de la nieve cayendo sobre su rostro hacían que su piel se sintiera un tanto diferente. La delgada capa de pelaje blanco que cubría su piel se había caído con el pasar de los días, luego de que abandonaran indefinidamente las tierras heladas de Pandora. Su hogar. El mismo del cual habían tenido que alejarse por culpa únicamente de la Gente del Cielo. Aquellos que le arrebataron a sus padres y a su abuela.

Su abuelo, sus hermanos, y Tul'yvie, su hermano espiritual, eran su más grande motivo para llevar la carga de ser, posiblemente, la siguiente Olo'eyktan de su pueblo. Aún cuando todos ya la vieran como tal solo por ser la nieta de la Olo'eyktan anterior. Luna, en parte, no lo sentía justo. Ni para ella, ni para las demás chicas de su pueblo. Todas se esforzaban lo mejor que podían para poder enorgullecer a los miembros de sus familias que aún tenían con ellas, a pesar de terminar exhaustas al final del día.

Y luego allí estaba Luna, siendo saludada por cada una de las personas de su clan, pidiéndole opiniones para tomar cualquier ruta de viaje, cacería, o cualquier otra duda en cuanto a la dinámica del clan... Se sentía abrumada y bastante culpable por ocupar una atención que al final no sabía si realmente quería. Amaba saber que entre muchas mujeres, su abuela había sido la elegida por Eywa y los Artikùyen para ser su Lidereza. Era un honor para muchas..., pero Luna siempre se había sentido muy confundida. Deseaba el tener a su madre para que le cantara muchas canciones en sus noches de pesadilla. Tener a su padre cuando se sentía desprotegida. A su abuela para que la guiara y le diera muchos consejos sobre cómo seguir adelante, y cómo empezar a sentirse bien consigo misma.

─¿Te encuentras bien, hermana? ─le preguntó su hermano espiritual, Tul'yvie, mediante un suave gruñido mientras caminaban por una selva llena de árboles y pasto verde bajo sus pies. En el lugar hacía un clima bastante cálido; así que, algunos de su clan habían optado por quitarse sus ropajes y botas y guardarlos, solo dejando unas pocas telas y accesorios que cubrieran lo necesario.

El calor tropical y la humedad creciente en la flora de la selva les daba la pista de que estaban llegando a tierras cercanas a un cuerpo de agua bastante considerable, como el mar, por ejemplo.

─Estoy bien, hermano ─la chica le acarició el rostro con una mano mientras lo abrazaba de lado con la otra. Ambos caminaban escuchando los murmullos de los demás del clan junto al aleteo de sus Ikran sobrevolando sobre sus cabezas.

Durante lo sucedido varios años atrás, la gran mayoría de sus ikran se tuvieron que sacrificar en la guerra, más que todo las ikran hembras por cuidaban a sus crías. En todo el tiempo que pasó desde entonces, los nuevos miembros se podían contar con los dedos de sus dos manos. Cuando los humanos les declararon la guerra la gente de su pueblo luchó con toda su furia, pero ninguno pudo evitar lo inevitable. Lo mejor que pudieron haber hecho fue irse indefinidamente de su hogar por sus vidas, el bien de sus hermanos espirituales, sus Banshee, y su futuro. No había sido fácil. La mayoría había dejado de sonreír como antes ─como Luna al notar que sus padres jamás iban a regresar, así como también su abuela─ y ahora eran más fríos, tanto como el clima de su hogar natal. Se habían vuelto más desconfiados de lo que ya eran. Pero su Guía Espiritual, Kailany, hacía siempre lo mejor posible para que el calor de su hogar aún se mantuviera vivo entre todos.

DIASPORA (neteyam sully) BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora