Capítulo 18.

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Entrenamiento.

Aitara.

Apenas abandono el hospital de La Fortaleza y Max ya me está esperando listo para empezar a enseñarme, es una petición de su hijo, les pidió a ambos que me enseñen todo lo necesario.

Lo primero que hacemos es ir a una habitación que cuenta con una pared gigante con un mapa y líneas trazadas en él, hay nombres, direcciones y números. Son todos de los clanes más importantes, aliados importantes e informantes de todo el mundo.

Hay datos de todo, sus familiares, lugares frecuentes, números, dirección. Me deja muy en claro que todo el que está aquí, fue estudiado antes de poner un pie dentro.

Pasamos toda la tarde memorizando y estudiando todo, me explica todo lo necesario y parece sorprendido de la habilidad de mi mente para aprender y entender todo tan rápido.

—De haber sabido esto, te hubiese traído antes a trabajar con nosotros.

Echo a reír.

—Solo tengo buena memoria para cosas importantes, el resto suelo olvidarlo.

Continúo estudiando todo, y así nos agarra la noche, cenamos lo que nos trae una de sus empleadas y ambos vamos a descansar. La tarea del siguiente día es disparar.

Relleno el cargador del arma y ubico el dedo en el gatillo disparando una y otra vez a los blancos en movimiento.

—Debes relajar más las manos y plantar los pies, tambaleas al disparar.

Sabina ubica mis manos y suelto disparo tras disparo intentando dar en el centro, lo más cerca que llego es entre ocho y siete, no tan cerca del diez.

—Quiero que me veas y me imites.

Toma una beretta y con una sola mano, en el primer disparo da en el blanco a pesar de estar en movimiento.

—Tienes la pistola de Matteo, esa es una pistola ligera de sostener, pero con mucha potencia al disparar, por eso tambaleas. Solo debes plantar los pies.

—Bien, lo intentare otra vez.

Empuño el arma con ambas manos, y suelto el primer disparo que sigue igual entre ocho y siete. Maldita sea.

Las palabras de mis abuelos rondan mi cabeza recordándome que soy insuficiente para esto. No puedo. No lo hare. No lo lograre.

Dejo la pistola sobre la mesa y me quito las orejeras de reducción de ruido. Golpeo mis palmas contra la mesa intentando drenar todo el coraje de mi cuerpo, pero no lo logro. Mis ojos se empañan y golpeo la mesa de metal con más fuerza hasta que Sabina me detiene.

—Hace apenas un maldito día casi lo matan, yo soy su novia y no puedo ni dar en un maldito blanco. Tal vez mis abuelos tenían razón y no sirvo para esto.

—Te veo y no te reconozco. ¿Permites que otros te hagan dudar? Eso no está bien. —Sostiene mi cara entre sus manos obligándome a verla.

—Nadie me hace dudar, es la realidad. ¿De qué sirve un arma si no se usarla?

—¿Crees que nosotros nacimos sabiendo? Matteo practica desde hace años y yo lo hago desde niña. —Respiro deteniendo las lágrimas tontas que intentaban salir—. Si tu ocuparás su lugar estos días debes estar a la altura y sé que la tienes. Solo te dejas influenciar. Así que déjate de tontadas, toma esa arma y demuéstrame que tienes

Asiento respirando profundo. La tomo con ambas manos, dejo las orejeras de lado sin importarme el ruido y enfoco mi vista en la mira delantera, planto los pies dejando el izquierdo unos centímetros más adelante que el derecho y empiezo a disparar a todos los blancos.

Mío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora