Capítulo 3

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La banda Amistad llevaba ya varios días en alta mar. Todo iba bien.

Por un lado, Perrito estaba convencido en que cuando llegaran a su destino (cualquiera que fuese, eso no le importaba) se convertía legalmente en un perro de terapia. Era su sueño desde hacía muchísimo tiempo y ahora estaba totalmente seguro de cumplirlo, debido al éxito que había tenido en el ataque de pánico de Gato.

Hablando de Gato, quería avanzar más en su relación con Kitty. Ya eran públicamente pareja (si se puede contar a Perrito como público) y todas las noches pasaban tiempo juntos de calidad, pero su anhelo era que la gata blanquinegra comprendiera lo profundo de sus sentimientos. Tenía un par de ideas para demostrarlo.

Por último, Kitty se había relajado por consejo del can y disfrutaba tranquilamente de la amistad de Perrito y el cortejo de Gato. No pensaba acelerar las cosas, ya que sabía que al felino anaranjado le costaba avanzar en su relación y ella quería ir a su ritmo.

La experta ladrona había encontrado un mapa en el que aparecía el viaje que había planeado el gobernador Del Mar.

Gato se había encerrado en un camarote que nadie usaba y había realizado un mapa complicadisimo de su ruta incluyendo escalas diferentes.

La primera de esas escalas sería aquel día, el décimo que llevaban en el barco. Debían recargar provisiones, y todos podrían estirar un poco las patas.

Esa mañana todos, incluido Gato, que solía dormir hasta altas horas de la mañana se despertaron temprano. A las seis, había insistido la ojiazul.

Tenían ya un plan del día: primero atracarían en un lugar tranquilo del muelle del pueblo de La Coruña, y cada una pasearía por lugares de su elección; luego irían al mercado a inspeccionar el área para el robo de provisiones, en donde Gato y Kitty atacarían y Perrito cubriría la retaguardia. Llevarían todo al barco y se irían lo más rápidamente posible.

Cuando llegaron al punto indicado del muelle eran aproximadamente las siete de la mañana. Perrito no sentía ninguna necesidad de bajar, consideraba que el barco era muy cómodo, así que acepto quedarse cuidándolo y lanzar fuegos artificiales en situación de peligro.

Kitty fue la primera en bajar. Era la que más extrañaba la tierra firme y tras despedirse de sus amigos se fue a los barrios altos de la ciudad, a ver qué podía robar.

Tuvo suerte, pues desde una casa acomodada se veía el reflejo de hoyos y solo dos guardias dormidos. Sin embargo a Kitty Patitas Suaves, la mejor ladrona y el toque más suave de España no le gustaban las cosas fáciles.

Se decidió por una mansión con muchísima más seguridad, obviamente perteneciente a uno de los más importantes de la región.

No tenía ni idea de que podría encontrar allí, pero eso le daba aún más emoción, como un niño que destapa un regalo sorpresa.

Tras inspeccionar la vivienda, se dio cuenta que el punto débil eran las ventanas, ya que solo había un guardia en cada una.

Eligió una al azar y con su daga-espada retiró el vidrio con el mayor silencio posible, para no alterar al guardia. Maldijo en su cabeza el haberle dado la daga de gatito a Gato, ya que le habría servido mucho para eso. Debía agarrarla cuando él estuviera despistado, al menos para sus incursiones.

Con rapidez noqueó al guardia y se puso a registrar la habitación.

Había una biblioteca llena de libros que en su opinión eran muy aburridos, un armario-bar (bastante mal surtido en su opinión, ya que no tenía leche), varios cuadros demasiado grandes para llevárselos, un reloj de péndulo y un escritorio con varias cartas sin terminar.

Las ojeo con avidez, pero la mayoría solo eran un par de poemas cursis dedicados a diversas mujeres.

Pero le llamo la atención lo que encontró en los cajones del escritorio, ya que tenian el sello real de España, y no habían sido destapadas todavía.

La alarmó el reloj que marcó las diez, a esa hora había quedado de encontrarse con Gato en el mercado.

Sin poder buscar nada de valor en otra habitación, cogió las Cartes y salió silenciosa y rápidamente.

Llegó al mercado después de haber tomado mil atajos por los tejados en tiempo récord, sin embargo el naranja (que solía ser el más impuntual de los dos) le había ganado.

-Esta es una victoria del Gato con Botas sobre la señorita Patitas Suaves- murmuró el felino en cuanto ella estuvo lo suficientemente cerca para oírlo.

Él se sentía satisfecho, no sólo por haberle ganado en llegar al mercado sino por una gran idea que había concebido y podría realizar esa misma noche.

El gato, al contrario de su compañera no había realizado nada ilícito. De hecho había pagado (con dinero que había robado hace tanto que ya consideraba suyo) el servicio que recibiría y luego se había ido a un bar a tomarse un trago de leche y enterarse de los chismes del pueblo.

-Teniendo en cuenta que has llegado tan tarde ¿Que estabas haciendo?- le preguntó a la blanquinegra.

-Una robo que no sirvió para nada ni fue divertido- contestó la felina mordiéndose la encía para no gritar de frustración.

Gato se rió.

-Asi que la señorita no se divirtió. Bueno, al menos muéstrame lo que has robado.

-Unas simples cartas, te las muestro en el barco. Ahora concentremos en esto, ya vamos retrasados.

-¿Por culpa de quien?- no la iba dejar en paz con el tema, al menos no de momento.

La bicolor meneó la cabeza.

-Según me he enterado- empezó el gato con tono más serio- ha esta hora el mercado está más lleno, así que es mejor que ataquemos al atardecer.

Su compañera pestañeo, pensativa.

-¿Y Perrito?- preguntó- ya habíamos acordado el plan con él.

-Vamos a hablar con él, podemos ir a almorzar y pasear después.

La ojiazul se convenció. Fueron a hablar con el can, pero este dijo que no tenía hambre y que estaba dándole terapia a una paloma deprimida, así que no iría.

Kitty guardo las cartas, y ella y Gato se fueron a almorzar, y posteriormente al bar toda la tarde.

Al atardecer, realizaron su "reabastecimiento" de provisiones y triunfaron, como siempre.

Cuando llegaron al barco estaba casi anocheciendo, y Gato bajo un momento a un amplio camarote que nadie usaba.

Cuando volvió a subir, ya acompañado, miró a Kitty, su gran amor.

-Para ti.

Hola, muchas gracias a todos los que están apoyando está historia, de verdad que significa mucho para mí. Son sus mensajes los que me animan a seguir.
Se los agradezco de todo corazón.

El Gato con Botas: La última vida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora