Emir.
Las palabras de Alice se repetían en mi cabeza una y otra vez.
Alice.
Mi dulce Alice, tan pequeña y frágil. Esa mirada dulce y tranquilizadora que transmitía paz. El aroma tan suave y exquisito que emanaba. Su piel tan blanca como la nieve y su cabello tan negro como la noche al igual que sus ojos.
Suspiré.
Estaba completamente perdido en ella. Desde la primera vez que la ví, se robó mi corazón y parte de mi alma. Y al terminar de conocerla esa semana en la que solo estuvo con nosotros.
Joder.
Habíamos sido unos completos idiotas al alejarnos de ella de esa manera. Pero todo se salió de nuestras manos con una simple llamada.
Mi padre era un gran abogado, propietario de un gran bufete de abogados. Uno muy prestigioso y renombrado a nivel mundial. Contaba con muchas oficinas repartidas por todos los continentes. Y una de ellas estaba aquí. En Alemania, donde nunca pensé volver, a pesar de haber nacido aquí.
Él al querer seguir expandiéndose a nivel mundial quería crear lazos con el bufete de la competencia, hacerse aliados. Para eso quería que mis hermanos y yo nos casemos con la hija de su futuro socio, Claire Norris.
Al principio acepté, todos lo hicimos. En ese momento aún no conocíamos a Alice. Incluso estábamos en otro país, Inglaterra. Ese país en donde acepte casarme con una chica que no amaba y en donde me uní en compromiso junto a mis hermanos con alguien que apenas conocíamos.
Luego de conocer a la pelinegra mi respuesta se contradijo, pero ya había aceptado anteriormente y no podía cambiar eso, por lo menos por ahora no, lastimosamente.
Mis hermanos disfrutaban de la compañía de Claire, solo en el ámbito sexual, claramente. Pero el día que conocieron a Alice, sus miradas cambiaron. Y estoy muy seguro que sintieron lo mismo que yo sentí.
Sin embargo aún veía el miedo en la mirada de Eric, pues al ser el menor de los cuatro, fue el que más sintió y sufrió en el pasado.
Quería hacerles entender a mis hermanos que Alice era la chica que necesitábamos para volver a ser los mismos de antes o incluso mejores. Pero ninguno de ellos me hacía caso.
Habían días en los que veía a Eros observar a Alice tanto tiempo que me sorprendía en absoluto. Él no era así, no demostraba para nada sus sentimientos, ni siquiera lo hizo con...
Salí de mis pensamientos para dirigirme a la biblioteca, dónde Alice me había dicho que la esperara. Al entrar el silencio absoluto me recibió, y un agradable aroma a café recién hecho.
Me acerqué a una de las mesas y me senté a esperar a la pelinegra. Sonreí al pensar en ella, era tan amable que no me lo creía, a pesar de haber sido un completo idiota, ella aún me regalaba sus sonrisas y me trataba con aquella dulzura que la caracteriza.
Recosté mi cabeza en mis brazos encima de la mesa. Me había resfriado al haberme expuesto la noche anterior al frío de la noche. Todo por llevar a la castaña a su casa, negué levemente con la cabeza.
Esto estaba mal. Debía parar.
Un estornudo llegó a mí y todos en el lugar pusieron su atención en mí, luego con el característico "shh" me mandaron a callar. Enterré la cabeza en mis brazos aún más, avergonzado, y sin esperarlo, al rato me quedé profundamente dormido.
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Alice.
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Bauer
Teen FictionTras un terrible hecho que deja marcada la vida de Alice Gafner, una chica alegre, bondadosa, poco tímida y humilde; decide viajar a Alemania a empezar una nueva vida, lejos de su triste pasado. En su segundo año de universidad conoce a Emir, Eros...