x.-Me convierto en un criminal reconocido.

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Me encantaría contarte que tuve una profunda revelación durante mi caída, que acepté mi propia mortalidad, que me reí en la cara de la muerte, etcétera. Pero mi único pensamiento era: ¡Aaaaaaaaahhhhh!

El río se acercaba a nosotros a la velocidad de un camión. El viento me arrancaba el aire de los pulmones. Torres, rascacielos y puentes entraban y salían de mi campo de visión.

Y entonces: ¡Zaaaaa-buuumm! Un fundido en negro de burbujas. Nos hundimos en el lodo, seguro que acabaríamos bajo treinta metros de barro y nos perderíamos para siempre. Sin embargo, el impacto contra el agua no había dolido(o por lo menos a mí no). En ese momento nos hundimos lentamente hacia el fondo, las burbujas me hacían cosquillas entre los dedos. Me posé suavemente sobre el lecho del río. Aún abrazando a Sofi contra mí con fuerza, en ningún momento la había soltado. Un siluro del tamaño de mi padrastro se ocultó en la oscuridad. Nubes de limo y basura —botellas, zapatos viejos, bolsas de plástico— giraban alrededor de nosotros.

Solte a Sofi, en ese punto reparé en unas cuantas cosas: primero, no nos habíamos convertido en una tortita al estrellarnos; segundo, no me habían asado a la parrilla; tercero, ni siquiera sentía ya el veneno de Quimera en las venas. ; y cuarto Sofía tenía una burbuja cubriendola, permitiéndole respirar.Simplemente estábamos vivos, y era genial

Sin embargo, constaté algo muy curioso: no estaba mojado. Quiero decir, sentía el agua fría y veía dónde se habían quemado mis ropas. Pero cuando me toqué la camisa, parecía perfectamente seca.

Miré la basura flotante y agarré un viejo encendedor. Imposible, pensé. Le di al mechero e hizo chispa. Apareció una llamita, justo allí, en el fondo del Mississipi. Sofi me miró asombrada. 

Alcancé un envoltorio de hamburguesas arrastrado por la corriente y el papel se secó de inmediato. Lo encendí sin problemas, pero en cuanto lo solté las llamas se apagaron y el envoltorio se convirtió otra vez en un desecho fangoso. Rarísimo.

Hasta el final no me di cuenta de lo más extraño: estaba respirando. Estaba debajo del agua y respiraba normalmente.

Nos pusimos de pie, estaba manchado de lodo hasta el muslo, Sofía estaba mucho peor, tenía casi todas las piernas manchadas de lodo; sumandole el hecho de que estaba en short, la ayude a ponerse de pie; no la solté. Nos temblaban las piernas y las manos. Deberíamos estar muertos. El hecho de que no lo estuviéramos parecía... bueno, un milagro. Imaginé la voz de una mujer, una voz que sonaba un poco como la de mi madre: «Percy, ¿qué se dice?».

—Esto... gracias. —Debajo del agua mi voz sonaba a chico mucho mayor—. Gracias... padre.

No hubo respuesta. Sólo la oscura corriente de basura, el enorme siluro siguiendo su rastro, el reflejo del atardecer en la superficie del agua, allá arriba, volviéndolo todo de color caramelo.

¿Por qué nos había salvado Poseidón? Cuanto más lo pensaba, más vergüenza sentía. Así que antes sólo había tenido suerte. No tenía ninguna oportunidad contra un monstruo como Quimera. Probablemente aquella pobre gente en el arco ya era sólo ceniza. No había podido protegerlos; incluso Sofía había intentado protegerlos, yo no era ningún héroe. Quizá tendría que quedarme allí abajo con el siluro para siempre, dejar que Sofi saliera a la superficie y unirme a los animales del fondo del río.

Encima, la hélice de una embarcación batió el agua, removiendo el limo alrededor. Y allí, a un metro y medio de distancia, estaba mi espada, la empuñadura brillante sobresaliendo del barro.

Volví a oír la voz de mujer: «Percy, agarra la espada. Tu padre cree en ti». Esta vez supe que la voz no venía de mi cabeza. No eran imaginaciones mías. Las palabras parecían provenir de todas partes, transmitiéndose por el agua como el sonar de un delfín.

𝕾𝖊𝖒𝖕𝖎𝖙𝖊𝖗𝖓𝖔|Percy Jackson FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora