Gabriel
Oh, fin de año.
Nada como los abrazos hipócritas, las promesas de amor falsas y los propósitos que nadie planea cumplir. Muy pocas personas dan un abrazo de corazón. Son escasas las promesas que sí se cumplen. Y al menos uno de los propósitos de Año Nuevo si llega a cumplirse, pero se desvanece antes de que finalice el año.
Todos los años pedía lo mismo, una y otra vez pero nunca se cumplía, así que dejé de hacerlo. No me entristece que un año se acabe, mucho menos me ilusiona que otro comience. Siempre es lo mismo. Una cena. Un brindis. Propósitos falsos. Y todo para darte cuenta de que todo sigue igual, que lo único que ha cambiado es la fecha en tu celular, en los calendarios, pero solo eso.
Solo tenía que soportar un poco más y luego me iría, iría a un lugar donde de seguro mi vida seguirá siendo una mierda, pero al menos sería muy lejos de aquí. De mi sofocante familia, aunque mi padre era el único que me sacaba de mis casillas, el resto era tolerable.
El tiempo pasó rápido y agradecí que así fuera, de un momento a otro ya me encontraba subiendo a un avión, y por fin estaría lejos de todo y de todos. Solo sería yo y mi pésima suerte. Aunque quién sabe y esta vez me vaya mejor. No pierdo la fe. Ja, ja, a quién engaño, la perdí hace mucho.
Me dormí durante todo el viaje, estaba cansado y me dolía el cuello. La próxima vez me compraré uno de esos cojines que llevan los ancianos para los viajes largos. Todavía no sé por qué no lo he comprado, ya debería tenerlo, de verdad.
Bajé del avión y sentí una tranquilidad insuperable, fui directo hacia el taxi que me esperaba para llevarme a la que sería mi nueva casa.
¡Al fin lejos!
¡Al fin, Dios mío!
Ahora puedo vivir mi vida como yo quiera, ¡como se me dé mi puta gana!
O eso creía porque...
Me convertí en un esclavo del trabajo, no salía a ningún lado, no socializaba mucho, solo daba órdenes y los demás las acataban.
— Señor Beckett, le recuerdo que aún no ha entrevistado a las chicas. Debe contratar una secretaria, no puede seguir sin una — Alexandra me miraba con seriedad, giré mis ojos y accedí. Ella era la esposa del vicepresidente, además es quien me ha estado ayudando con mis pendientes. Ha sido mi secretaria por dos semanas y media. Es tan eficiente y buena en su trabajo que quería que todo siguiera así.
— ¿Segura que no quieres el puesto? — volví a preguntarle.
— Sí, segura. Señor Beckett, lo ayudo porque esta empresa ayudó a mi marido cuando más necesitaba un trabajo. Gracias a Dios, no me hace falta nada. Tengo mi floristería, la cual he abandonado, y debo volver.
Alexandra es una excelente mujer, es honrada y tiene una personalidad increíble. Ella no era de esas mujeres insufribles y materialistas.
— Recomiéndame a alguien, no quiero perder mi tiempo entrevistando a esas mujeres.
— Eso si lo puedo hacer. Deme dos días y le conseguiré a alguien que no lo defraudará.
— Confío en ti, Alexandra. No importa a quién me traigas, sé que será una buena secretaria.
— Gracias por tal confianza, Señor Beckett. Por cierto, para hoy no hay ninguna reunión programada, los papeles que había que firmar ya los firmó y nadie ha llamado, así que puede irse si gusta.
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Exorbitante Amor © #3 [+21]
RomanceGabriel Beckett es adictivo, astuto e incontrolable. Su temperamento es igual o cercano al de una bestia. Y cualquier persona en el mundo pensaría que es afortunado de tener: Belleza, amor, poder y riqueza. Sin embargo, el amor es uno de los privile...