14: amor amarillo

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Mayo de 1997    

  Abril había terminado. El otoño ya dominaba la capital de Buenos Aires en su totalidad, enseñando panoramas anaranjados de los árboles quedándose débiles ante la poca radiación solar y despidiendo sus antiguas hojas. Mismo con abril, también se marcharon los entrenamientos pesados de Pablo. Las noches comenzaban a durar más que los días, la ciudad de Buenos Aires no era muy segura cuando sus calles se tornaban azules y ya se aproximaba el comienzo del mundial juvenil, por lo que los entrenamientos más pesados e importantes habían tenido su lugar meses atrás. Por ahora, solo quedaba repasar las tácticas y descansar para recibir a junio con todas las energías al máximo. Pablo volvió solo al departamento. Quería esperar a Lola, otra vez, pero le aviso que saldría mucho más temprano de lo normal. Solo tenía que ir al estudio a revisar cosas de la edición, esas que solo los músicos entienden.
  Escuchaba el disco de Luzbelito ya que era el único cassette que traía en su walkman mientras el colectivo tomaba camino a casa. Pensaba en todas aquellas cosas opuestas respecto a Lola y a él. Ella amaba a Soda Stereo, él era más fanático de Los Redondos. Ella jugó en Boca, él jugaba en River. Lola era extrovertida, Pablo era feliz con su perfil bajo e introvertido. Él era emocional, y Lola racional. Se oponían en miles de aspectos. Gustos, actitudes, incluso en momentos de la vida cotidiana. Pablo era más fanático del mate dulce, pero cuando lo compartía con Lola no había manera de que esta aceptara un granito de azúcar contaminar la yerba. Eran situaciones tan pequeñas en las que se contrastaban, pero tan significativas cuando complementaban. Pablo estaba para frenar los impulsos de Lola, y ella para empujarlo en momentos donde dudaba cuando existía una oportunidad. Pablo y Lola eran opuestos complementarios. Eran, probablemente, las personas más distintas en la faz de la tierra, pero complementaban tan bien que daban la impresión de ser la misma persona. El uno sabía cuando el otro lo necesitaba y siempre estaban ahí, para acompañarse en sus mejores y peores momentos. Como en el primer partido de Pablo, o en la primera ruptura de Lola. El universo sabía que nacieron para conocerse. Estaban destinados a estar juntos.
  Al llegar al departamento, Pablo pudo ver a Lola de espaldas, con los auriculares puestos en sus orejas. Parecía tener la muscia muy alta, pues no escuchó cuando su amigo cerró la puerta o cuando Maradona comenzó a ladrar por la llegada de su dueño.
  Pablo la observaba detenidamente. Estaba apoyada en el barandal del balcón, fumando un cigarrillo. Miraba a un costado, buscando algo que apreciar mientras el viento trabajaba en despeinairla, pero sus auriculares amortiguaban el desalineamiento de sus cabellos. Pablo no estaba de acuerdo con el consumo de tabaco, pero la imagen que poseía frente al cristal lograban que el cordobés encontrara totalmente sensual el acto de fumar. Lola se veía tan atractiva, pero también tan linda. Ese aspecto despreocupado, desalineado, encontrándose en ella misma mientras sentía la euforia de la música y la calma del cigarro. Pablo tomó la cámara de Lola y capturó la esencia del momento. Bajó la cámara y observó por última vez el panorama, completamente enamorado. No podía creer que la sencillez de ver a su amiga en aquel estado lo volviera loco. Pablo no tenía control sobre sus sentimientos, y amaba no poder dominarlos.
  Luego de un rato largo de admiración, decidió por fin saludarla. La abrazó por la espalda, tomándola de la cintura y quitándole los auriculares. Lola quedó confundida durante un segundo, hasta que sintió su presencia.

— Me cortaste mi momento de descanso y relajación— Dijo Lola, bromeando.

—¿Como te fue hoy en el estudio? —Preguntaba el mayor, mientras dejaba pequeños besos en su cuello.

—Ya tenemos fecha de publicación—Comentó mientras se daba vuelta para tener a Pablo frente a ella— Primero de junio. Toma nota. Lastima que no vas a poder estar para las entrevistas y promociones.

—Estas a nada de convertirte en una de las artistas más importantes del país ¿Te das cuenta de eso, o no? —Dijo Pablo. Lola sonreía por la timidez del comentario, buscando refugio mientras miraba hacia un costado.

1990 | Pablo AimarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora