Capítulo 14. Confidencias

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—¿En serio te has acostado con Salva? ¡Ya era hora!

—Me alegro, es todo un hombre, si mi marido fuera así, estaría todo el día en la cama. Lo malo que igual habíamos tenido cuatro o cinco hijos más...

—Deb, se puede follar sin tener hijos

—Ay, Vero qué bruta eres.

—Vale, chicas, vale. Por favor. Si lo sé no os cuento nada.

Alec las miraba de reojo mientras ponía el lavavajillas de la barra. Casualmente estaba cerca de ellas y él había aprovechado el momento para poner otra vez a lavar la vajilla limpia. Casi rompe un par de platos cuando había escuchado a la más joven gritar que Michelle se había acostado con el tipo ese. Ya imaginaba que lo harían, pero eso no dejaba de fastidiarle.

—¿Y qué tal fue? ¿Es tan grande en todos los sentidos?

—Vero, eres terrible. ¿No te acuestas con tu novio?

—¡Qué va! Estoy muy necesitada. Como está haciendo la residencia en Madrid, además de verlo poco si tiene guardia, no coincidimos mucho. Ahora llevamos tres meses sin vernos.

—Bueno, tenéis sexo por Skype ¿no?

—Deb rió divertida porque Vero les había contado que él se había enganchado todos los días al sexo virtual con ella.

—Ya, pero no es lo mismo una buena polla ahí dentro, ya sabes, ¿no? Tu marido tiene pintas de ser juguetón.

—Sí bueno, lo es. La verdad que tenemos que encontrar momentos que no estén los niños porque a nada están entrando en el cuarto. Incluso de noche.

—Más excitante si os pueden pillar —Vero sonreía pensando en sus compañeras de piso.

—No, no es lo mismo. Si te pillan los hijos puedes crearles un trauma

Las tres rieron escandalosamente.

—Bueno, Michelle, ahora en serio, ¿el tipo te gusta? —Deb la tomó de la mano.

—Sí, me gusta. Y la verdad que el sexo es genial, aunque la primera vez fue en la oficina. Aunque sin penetración.

—¡No me jorobes! Ahora nunca podré entrar en tu habitáculo sin pensar... porque fue allí ¿no? ¡No sería en mi sillón!

—No, Deb. Fue en el mío. Es que es verlo y ponerme a cien. Tiene algo animal, sabéis, algo que me atrae sexualmente.

—Chica, es que estabas muy necesitada. Y eso que pensé que al final Alec te convencería.

—¿Alec? No, es solo un amigo.

—Por como te mira creo que él no piensa lo mismo.

—Sí bueno, el otro día... me besó.

—¡Pero tía! Y no nos lo habías contado —Vero se hizo la ofendida— ¿Y qué tal?

—Fue muy dulce y la verdad, me gustó, pero ahora estoy con Salva y además no quiero hacerle daño. Es más joven.

—Eso son chorradas, Michelle. Mi marido tiene ocho años menos que yo. Y nos llevamos de maravilla. Tienes que ir por el que te guste, sin pensar en nada más. El que te vuelva loca en la cama, pero también tienes que pensar si la persona merece la pena. Si puede ser una buena pareja.

—Lo sé. Ahora mismo estoy con Salva. Y, además, bueno, no debería contarlo, pero es policía. Confío en vosotras. Él se introdujo en el centro porque quería averiguar más sobre Felicia.

—¡Hostia! ¿está metida en algún lío?

—Vero, esto no tiene que salir de aquí, ¿Deb? —las dos asintieron— Al parecer las chicas que han pasado por el centro acaban en la calle como prostitutas. Todavía no sabe si es Felicia la que las impulsa a ello. Y, por otra parte, está lo de Elizabeth, ¿os acordáis de la chica que estuvo un mes o así, hace años? ¿la que tenía ese precioso tatuaje de hada? Pues es la chica que asesinaron el otro día.

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