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Que situación tan vergonzosa, a lo largo de su carrera había pasado por varios momentos bochornosos pero en ninguno había sentido tanta vergüenza como la que sentía en esos instantes.

En ningún momento se vio en esa situación. Estar sentado frente al escritorio del jefe de su club actual, en un sillón giratorio del cual trataba no moverse mucho ya que con el mínimo movimiento la fina tela provocaba un ruido algo escandaloso.

Esa mañana Diego Lainez fue llamado a la oficina de su jefe, no sabía bien la razón pues no le dieron muchas explicaciones más que un: "Necesita hablar contigo".
No sabía el contexto del porque era requerido, no hasta que el pelinegro frente a él le mostró un video, ese maldito video. En un principio hasta a él le causó gracia después a todos les daba risa menos al protagonista de dicho video, se sentía apenado.

—Así que, ¿El club te abrió las piernas? —Dijo su jefe tratando de evitar una risa.

Ya era suficiente para Diego que los aficionados, fans, amigos e incluso su familia se burlaran de él, como para que ahora su jefe también lo hiciera. El famoso Factor Lainez a pesar de ser un jugador profesional y rudo en las canchas era muy tímido ante las cámaras y lo era aún más cuando lo entrevistaban únicamente a él, por lo que ese día los nervios le jugaron muy mal.

—Fue un error, Señor. No quise decir eso.

—Ya te dije que no me digas señor, Diego, tenemos casi la misma edad. Llámame Edson.

Diego asintió apenado, no era la primera vez que su jefe le pedía que lo llamara por su nombre pero por educación lo seguía llamando "jefe" o "señor"

—Bien, los errores pasan así que no te preocupes. —Habló nuevamente el mayor.

Por primera vez desde que había entrado a esa oficina Diego pudo respirar aliviado. Edson se levantó de su lugar y rodeó su escritorio yendo en dirección trasera del asiento de Lainez y este por alguna razón volvió a tensarse.

Sintió su estómago revolverse y su corazón latir desesperado cuando sintió la cercanía de su jefe en su nuca y su ritmo cardíaco aumentó más cuando el aliento caliente de Edson chocó con su piel.

—Y dime Lainez, ¿No quisieras que el dueño del club te abriera algo más que las puertas? —Dijo Álvarez.

Diego quedó estático, estaba sin palabras. Edson volteó la silla giratoria en su dirección para que de esa forma el menor pudiera verlo a los ojos.

Que gran idea haberlo hecho, pues pudo apreciar la sorpresa en el rostro de Diego, sus ojos demasiado abiertos, las mejillas sonrojadas y su boca entreabierta tratando de formular palabras que no eran capaces de salir, era digno de admirar.

—¿Qué dices? Dame una respuesta. —Dijo nuevamente Edson, pues Diego seguía sin decir nada.

Para Lainez estaba siendo complicado todo eso, por más que quería hablar no podía, mucho menos cuando tenía a ese hombre frente a él viéndolo directamente a los ojos y sus fuertes brazos acorralándolo con una mano en cada lado de la silla. No podía negarse a eso que tanto había estado deseando y con la imagen frente a él era mucho más complicado decir que no. Edson era un hombre con un cuerpo perfectamente trabajado, mandíbula marcada y con una sonrisa que lo estaba matando lentamente, agregando el pequeño gran detalle de que portaba un traje negro el cual probablemente estaba hecho por un diseñador importante, le quedaba genial y se veía tan sexy.

—Sí, lo quiero. —Por fin Diego pudo hablar con una sonrisa en su rostro.

Edson sonrió satisfecho.

—De acuerdo, pero será en otra ocasión porque me parece que este no es el lugar correcto. —Tal parecía que Álvarez quería jugar con la cordura de Diego.

El club | Edson y DiegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora