Los protegidos y tú (Actualizada)

Capítulo 41

Todos nos miramos entre nosotros, hasta que Alex me miró de forma significativa. Claro, podía quemar el localizador como hice con Ángel en su momento.
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Yo: Súbete la camiseta.

Culebra: ¿Qué?

Yo: Súbetela – insistí.

Mario: ¿Me estás diciendo esa gente sabe donde vivimos y que vienen hacia aquí, ahora? – preguntó, empezando a ponerse histérico.
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Ángel asintió.
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Culebra: Que no, que no, que no puede ser, que es mentira.
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Mario subió las escaleras.
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Alex: Es verdad, cuando Ángel y nosotros salimos de la casa de Padre, llevaba el chip localizador, pero lo destruimos antes de llegar aquí.
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Jimena fue corriendo a cerrar las cortinas de toda la casa.
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Culebra: Aquí – dijo tocándose entre la costilla y la barriga.

Yo: Voy, ¿eh?
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Él asintió. Acerqué lentamente a él y con el poder de Sandra activado, (porque volvía a salir solo), le toqué donde él me dijo. Se quejó y gritó un poco. Cuando supuse que ya estaba totalmente chamuscado, me puse los guantes, que estaba en el bolsillo de mi bata.
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Jimena: Voy arrancando el coche, nos vamos ya – dijo saliendo de casa.

Sandra: Me mentiste y aterrorizaste a mi familia – dijo como si no pudiera creerlo.

Ángel: No es lo que piensas.

Yo: Apártate de mi familia y déjanos en paz.

Ángel: Les he dado de lado por vosotros. No puedo volver con ellos. No tengo a donde ir.

Mario: ¿Y tú qué haces aquí todavía? – dijo bajando las escaleras con bolsas – Venga, vete.

Ángel: Mario – Mario lo interrumpió.

Mario: Has atemorizado a mí hijo, a Lucía, a Valeria, a Leire, a Lucas, pero ¿qué tipo de persona eres? ¡Qué son niños!

Ángel: Todo se – Mario volvió a interrumpirlo.
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Culebra y Alex se pusieron a nuestro lado.
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Mario: ¡Qué te he dicho que te vayas!

Culebra: ¿Qué pasa? ¿Que estás sordo o qué?

Alex: ¡Qué te largues!
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Él se fue y Mario volvió a subir las escaleras, esta vez seguido de Sandra y Alex, dejándome sola con Culebra.
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Culebra: Perdón, todo esto es culpa mía. Yo les he traído hasta aquí. Hasta nosotros. Hasta los niños. Hasta ti.

Yo: Bueno, yo traje a Ángel a esta casa, así que soy igual de culpable que tú, ¿no?
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Él negó con la cabeza, y sin resistirlo, volví a abrazarlo, lo había echado mucho de menos. Lo correspondió sin ningún problema. Mario bajó junto a Sandra, Alex, Lucas y Leire, que venían con maletas y mochilas.
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Mario: ¡Niños! ¡Daos prisa, eh!
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Jimena entró en casa corriendo.
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Jimena: Nos han encontrado – dijo entre seria y preocupada.
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Todos la miramos. Los niños bajaron.
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Mario: ¿Qué hacemos? – empezó a ponerse histérico.

Culebra: Mario, tranquilo. No hay problemas. Reina – lo miré – ¿Intentamos lo mismo que con el coche?
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No estaba convencida, pero si era la única forma de salvar a mi familia, lo haría. Asentí, y todos nos dirigimos al salón, a la ventana que daba al patio principal. Ellos se agarraron las manos y, luego nos pusieron una mano en el hombro, a mi y a Culebra. Luego él y yo nos dimos la mano, y tocamos la pared de casa. Poco a poco nos empezamos a volver invisibles, y no sé de donde sacamos la fuerza, pero conseguimos volver la casa invisible, justo a tiempo. Un coche de color negro aparcó enfrente de casa, pero no había casa, porque estaba invisible. Culebra y yo ya estábamos cansados, pero teníamos que aguantar, no podían pillarnos. El coche seguía sin moverse, y yo ya me estaba empezando a ahogar. No tenía fuerza para sostenerme de pie, me empecé a caer, pero entre todos, menos Culebra, me ayudaron sostenerme de pie. Culebra me pasó un brazo por la cintura, haciendo que yo apoyase mi brazo sobre su cuello, para poder sostenerme. Por suerte el coche se fue, y pudimos volvernos visibles. Pero Culebra no pudo mucho más, se cayó al suelo y yo con él. Entre todos nos ayudaron a sentarnos en el sofá, Culebra tumbado, y sus pies sobre mis rodillas, yo estaba sentada con un brazo sobre mis ojos. No había sido buena idea, no había dormido en tres días, estoy muerta, no paro de toser.
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Mario: Venga, vámonos. He cogido algo de comida, por si no nos da tiempo a para en un rato. Venga, vámonos, que solo hemos ganado un poco de tiempo.