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Poco a poco decidió que sus opciones eran muy reducidas, que perder el tiempo intentando comprender las cosas sólo le ocasionaría más problemas y jamás tendría una buena solución.

A veces pasaban situaciones en las que no podías intervenir por más que quisieras, muchas de ellas podrían afectarte demasiado o darte una ventaja que no creías posible. Para Chuuya quizás eran ambas, lentamente continuaron los días y se percató de algo.

No podía dejar de pensar en lo que sería de él después. Porque, ¿qué iba a hacer luego de esto? ¿La Port Mafia lo aceptaría y tendría de nuevo su puesto de ejecutivo? ¿A quién debería recurrir ahora? ¿Qué pasaría con Nikokai al irse? ¿Le dejaría irse siquiera?

Pasaba un par de horas preguntándose lo mismo, nunca encontraba una respuesta exacta ya que no podía ni ponerse de pie por ahora. Algunas cosas no las recordaba correctamente, le daba miedo perder parte de sus recuerdos como ya le había sucedido antes.

Pero, al menos estaba acompañado.

La mano del mayor acariciaba su espalda lentamente, era de madrugada y Nikolai tuvo que subir a revisarlo pero también tenía que estar atento de su respiración, entonces ambos estuvieron de acuerdo en quedarse a dormir juntos por hoy.

La preocupación del peliblanco era evidente, aunque Chuuya pusiera de su parte para tomar los medicamentos y los tratamientos, no se le veía feliz en lo absoluto. Una ocasional y débil sonrisa era todo, pero sabía que no era suficiente considerando lo brillante que era en el pasado.

Una estrella similar al sol que te iluminaba la vida entera, el fuego de los hogares en invierno que les daba calidez a todos, la constelación que les daba el camino correcto a los viajeros. No podía definir la gama de colores que el pelirrojo tenía en sus emociones, sencillamente era una iridiscencia que no sabía explicar.

Y, siendo honesto, amaba todo eso.

Tenía la respiración del menor sobre su cuello, se había quedado dormido hace un par de minutos y él estaba por tener el mismo destino, sólo que también tenía preguntas al respecto. Comenzó a indagar entre sus propios pensamientos sin dejar de observar el subir y bajar del pecho contrario, cuestionando cada vez algo más complejo de responder.

¿Cuánto tiempo más debería estar Chuuya aquí encerrado? Si, era por su bien y para tener precauciones de todo lo que pudiera hacerle daño otra vez, pero no podía seguirlo viendo decaído día con día. Quería mostrarle que el mundo seguía allá afuera esperando a ser visto por sus hermosos ojos, necesitaba hacerlo.

Entonces vio una estrella fugaz cruzar el cielo nocturno cuando estaba a punto de salir de la habitación, y como todo niño hubiera hecho, pidió un deseo con la esperanza de que se convirtiera en realidad. Cerró los ojos para luego darle una última mirada al pelirrojo, desapareciendo igual que el astro que dejó una pequeña estela detrás suyo.

Al próximo día, Chuuya no entendía muy bien lo que pasaba, pero su primera reacción fue ponerse de pie aunque ya sabría que terminaría golpeándose contra el suelo igual que siempre.

No fue así.

Tardó en reaccionar, se sentía confundido al respecto puesto que era la primera vez en casi dos meses que se encontraba de tal modo, porque podría estar soñando otra vez. Pero no veía el agua, no veía a Hachi, no veía la oscuridad ni la luz aproximándose, sólo sus calcetines de rayas sobre el piso.

Su corazón se aceleró rápidamente, haciéndole suspirar de la emoción y la alegría que de repente apresaba su pecho, sonriendo en grande por lo que ya podía volver a hacer. Caminar.

Se sostuvo de la cama hasta alcanzar la pared a su lado, paso a paso, sintiendo lo que era poder moverse otra vez, lentamente llegando hasta el enorme ventanal que ahora podía mirar por cuenta propia. Rió para sí mismo, posando sus manos despacio sobre el cristal, observando la ciudad que quizás no era Yokohama, pero podía reconocerla por el parque de árboles rojizos.

Iridiscencia // NikoChuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora