029; dos pumas y un oso pardo

4.8K 801 82
                                    

Killian no sabía cómo regresó a casa de los Cullen, únicamente recuerda haber estado aguantando las bromas de Emmett sobre no aceptar el entrenamiento contra Jasper y sentarse junto a Carlisle antes de quedarse dormido bajo los primeros rayos que acompañaban al amanecer. Para cuando despertó, se hallaba en su cama y el sol se alzaba alto en el cielo. Serían poco más de las dos de la tarde, lo que indicaba que no habría dormido mucho. Su cuerpo aún se sentía algo cansado pero su mente clamaba moverse y su estómago gritaba por comida.

Dirigiéndose al baño, tomó una larga ducha para quitar la suciedad del día anterior mientras disfrutaba del agua caliente. Una vez fuera, se vistió con ropa deportiva que solía usar en el orfanato los días que no tenía que salir a ningún lugar importante, se secó el cabello y lo dejó sin peinar.

La casa de los Cullen se encontraba en completo silencio cuando salió de su habitación. El calor que rodeaba la casa hacía contraste con las crueles y frías temperaturas del exterior. Killian bajó los peldaños de las escaleras con cuidado, notando que también faltaba Jasper al su pequeño rincón estar vacío. ¿Acaso habían vuelto al claro a entrenar? O quizá no habían parado en todo el día.

Al entrar a la cocina pudo ver una pequeña nota sobre la encimera:

«Hay pastel de carne en la nevera, caliéntalo en el horno cuando tengas hambre. Estaremos en el claro, te escucharemos llegar por si gustases venir. 

Carlisle.»

Killian dejó la nota en el mismo lugar y caminó hacia la nevera, sacando de ella la comida que seguramente la señora Cullen había preparado para él con anterioridad. Mientras esperaba a que el horno se pre-calentara, se sentó en la isla y admiró el clima húmedo pero sin lluvia de aquel día. Era una suerte que no estuviera lloviendo, sino Jasper terminaría empapado y luego habría que bañarlo para quitar todo el barro de su pelaje, y por la experiencia de las últimas veces en Ithaca donde el perro había terminado por dejar la casa hecha un desastre, aquello no era muy buena idea.

Se sentó a comer tranquilo cuando la comida estuvo lista, y para evitar el silencio mortal del hogar, decidió encender la televisión para ver las noticias.

Las muertes en Seattle parecían no tener fin. Las imágenes emitidas mostraban la desolación de las familias, la desesperación de otras y la frustración de los oficiales de policía. Killian no sabía qué llegaría a pensar si no supiera de las existencia de vampiros y que eran estos los que estaban detrás de tal masacre, probablemente creería que se trataba de algún asesino en serie tal y como daban a entender en las noticias.

Nuevamente, pasaron a mostrar los rostros de las víctimas reconocidas y las imágenes de los desaparecidos. Habiendo puesto la televisión para hacer ruido mientras comía, nunca se esperó llegar a reconocer el rostro de uno de los desaparecidos. El tenedor que subía en dirección a su boca se detuvo a medio camino, su mano tembló ligeramente y el hambre que sentía desapareció tan rápido como un pestañeo. Con su mano derecha tanteó a duras penas a su alrededor, buscando el control remoto para apagar la televisión. El silencio volvió a rodearlo y una sensación de angustia lo abrazó por completo, su cabeza daba vueltas y lo poco que había comido quería ser rechazado por su estómago.

Respiró profundamente, intentando calmar los erráticos latidos de su corazón, intentando que aquello no fuera el comienzo de un ataque de ansiedad.

Estuvo alrededor de quince minutos con sus ojos cerrados, recordando las clases de yoga que a veces hacían junto a los niños del orfanato para enseñarles a relajarse y estar calmados. Sus manos habían detenido su temblar al cabo de unos minutos pero la sensación de angustia todavía seguía ahí.

Killian bajó la cabeza y observó el plato cuya comida se encontraba nuevamente fría. No quería comer más. Se puso en pie y guardó el plato casi lleno para terminarlo más tarde, para evitar derrochar comida. Lavó los utensilios que había utilizado y subió a lavarse los dientes antes de colocarse su abrigo y salir en dirección al claro para despejar su mente.

OJOS ROJOS; twilightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora