Al día siguiente James se despertó con un dolor de cabeza terrible. Sumandole que todo su cuerpo también le dolía y hasta le costó ponerse de pie por el temblor de sus piernas al apoyarse en el piso. Debía ayudar a su madre. Realmente tenía que hacerlo.
Se puso una remera limpia y su pantalón más abrigado, se sentó en su escritorio y tomó el libro que le había dado ella la tarde anterior. Comenzó a examinarlo detenidamente, página por página. Era cierto que no podía comprender nada de lo que estaba escrito allí, pero los dibujos eran bastante descriptivos. El libro contenia más de mil relatos sobre la creación del mundo, la época de las brujas, como distintas tribus de todos los territorios del mundo adoraban a sus dioses y sobre una especie de exorcismos que se realizaban hacia décadas atras, pero estos últimos fueron relatos que James prefirió evitar.
Revisó unas diez veces los dibujos que se encontraban en el capítulo que contaba la leyenda relatada por su madre. Al no poder entender el texto, los dibujos eran interpretados por cada mente como esta lo deseara, pero James admiró la capacidad de su madre para sacar conclusiones de ellos, ya que realmente eran muy acertadas y a él ni siquiera se le hubiesen ocurrido. En una de esas páginas se encontraba representada una mujer hermosa de pelo largo con una corona decorada con lo que parecían rubíes, ejerciendo fuerza con sus manos hacia una criatura gigante que tenía en frente.
- Buenos días hijo - dijo su madre entrando en la habitación.
- Buenos días mamá - exclamó James bostezando. - ¿Iremos a Stonehenge hoy?
- Claro que sí. Vine para decirte que te pongas una campera y bajes a desayunar, que en una hora estaremos allí - miró el tumulto de ropa arrugada al costado de la cama del chico. - Y aprovecha para bajar todo eso, no le va a venir mal un lavado - le tiró una mirada de reproche a su hijo y cerró la puerta tras salir de la habitación.Esas rocas eran inmensas. Increíblemente inmensas. Su madre caminaba rodeando el enorme círculo que formaban las rocas, a las cuales no se podían acercar mucho por la valla roja que las rodeaba separándolas de la gente. James la siguió, escribiendo en su fiel libreta azul oscuro. No sabía exactamente qué era lo que tenía que escribir o expresar, pero su madre le había pedido que llevase anotador.
En un momento del recorrido al círculo su madre frenó. Miraba una de las rocas con el ceño fruncido. Luego desvió la vista.
- Anota cielo.- le dijo su madre. Al segundo comenzó a dictarle. - QUINCE. DOCE. ESTRELLAS. ROCA. SÍMBOLO.
James simplemente hizo su trabajo de anotar, ya que no tenía ni idea de cuál era la relación que le había encontrado su madre a esas palabras. Tampoco se atrevió a preguntarle en el momento.- Son hermosas ¿no?. - dijo Amie media horas más tarde cuando se sentaron en el césped a apreciar las rocas.
- Lo son. - respondió el chico observando. - Mamá - continuó - ¿qué significan estas palabras?. - señaló su libreta con el índice.
- Realmente no lo sé. Están escritas en el libro en Latin, afortunadamente en un idioma que sí puedo entender. Y hoy te traje de nuevo aquí con el objetivo de comprobar si había algún indicio de ellas escritas en las piedras o en otro lugar. Prefería que estemos solos. Sabes que, cuando estamos con tu padre las cosas son un poco más...difíciles. - dijo soltando una risita.
Tenía razón, el padre de James se comportaba como si fuese un paleontólogo que acababa de encontrar un hueso de un animal prehistórico cada que visitaban Stonehenge. Cada vez que veía las rocas se sorprendía de tal forma que tenía a Amie a su lado hablándole durante una hora seguida sobre la felicidad que le generaba haber comprobado que realmente existían.
James también río.
- Encontré el número quince en números romanos escrito en un borde de una de las rocas, muy pequeño. Luego la palabra roca...bueno creo que tiene lógica por el lugar en donde nos encontramos. Y la palabra símbolo la relaciono con la innumerable cantidad de símbolos raros tallados en las rocas. En especial ese grande de allí. Mira. - dijo su madre señalando un conjunto de rayas que formaban una especie de octágono y que se unían. Estaba en el centro de la roca más alta y era el símbolo más grande y notorio de todos. - Pero a las otras dos palabras no las pude identificar, aunque por más que haya podido, realmente no encuentro mucho en común entre todas ellas. -
James se sentía bastante inutil. Su madre había sacado toda esa información con no muchas ojeadas del libro, y él no estaba aportando nada.
Por ende, le propuso seguir buscando y revisando en las rocas.
Luego de un largo rato de no haber encontrado nada, el cuerpo les pedía descansar. Ambos estaban hambrientos y sedientos. Creyeron que lo mejor era ir a la tienda que no se encontraba muy lejos de allí para poder comprar algún alimento.Una vez en la tienda, la cual era bastante grande, con pasillos largos formados por las estanterías con productos, decidieron que su madre iría a buscar las bebidas y James algo para compartir y comer entre ambos.
El chico no dudó y entró al sector de las galletas. Revisando entre las estanterías, y sin prestar atención en donde estaba pisando, tropezó con un pie y cayó al suelo.
Una mano lo ayudó.
Una vez de pie se sacudió las prendas y una voz dijo:
- ¿Estás bien? - levantó la cabeza para ver a una niña, aparentemente de su misma edad, con el cabello rubio y los ojos muy azules que clavaban su mirada en su pelo castaño enmarañado. Por instinto, se llevó la mano a la cabeza para peinarse un poco.
- Si, gracias. - pero antes de seguir su camino hacia la siguiente estantería se ocupó de mirar un poco más a la chica. Tenía algo... raro. Prestó atención al libro que tenía ella en su mano. Uno muy lindo realmente, con una ilustración en la tapa de... - abrió los ojos - la bestia que él ya conocía en el centro de las rocas, peleando con... los reyes de la naturaleza. Se tensó, quedándose completamente quieto. Dirigió su mirada expectante al título del libro:
"El Enigma de las Estrellas".
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El Enigma De Las Estrellas
FantasyAllí no la estaban pasando bien, especialmente James. Stonecross lo aburría. La única buena atracción era Stonhenge, pero habían ido allí tantas veces y ver esas rocas todos los fines de semana ya no era algo emocionante. Sus padres habían querido m...