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Comenzó a guardar cosas en su mochila cautelosamente, evitando mostrar nerviosismo aunque sus manos comenzaron a delatarlo ya que se movían en un vaivén comenzando poco a poco a generar un poco de ruido haciendo que su compañero de habitación se percate de su malestar.

— ¿Será una noche difícil? —

Choromatsu al notar que estuvo siempre presente en la habitación se sobresaltó emitiendo un quejido.

— No, quiero decir… Ah, no lo sé — bajó la mirada y suspiró, haciendo que sus músculos dejen de estar tensos — Es la primera vez que trabajo ¡No te burles! Simplemente estoy algo nervioso — jugó con sus manos.

Karamatsu soltó una carcajada.

— ¡Te dije que no te burles, idiota! — lanzó una de las almohadas de su cama contra la cara de su amigo.

— Ya sé, discúlpame. Es que me da curiosidad tu desempeño en el área infantil ¿Alguna vez haz cuidado de alguien quizás?  —

— No, pero no puede ser tan difícil supongo. Es solo darle de comer, vigilarlo y ya ¿No? — sonrió.

Su amigo suspiró con preocupación. Más por su amigo que por el niño.

— Sabes que no es necesario que hagas esto, no hace falta que me pagues por vivir conmigo —

Choromatsu lo ignoró, su orgullo y en parte empatía no le permitirían estar gratis en las instalaciones de su colega. El joven de polerón verde había escapado de su hogar, ante una imposición que su padre le hizo. Admitía que fue algo infantil hacerlo, pero ya no soportaba que su padre tratara de llevar las riendas de su vida, era como si la misma no le perteneciera, como si al nacer tuviera un dueño que le reclame qué hacer y qué no hacer. Siempre había sido un buen muchacho -es lo que la mayoría decía- pero estaba cansado, cansado de que detrás de toda esa perfección, se oculte en realidad alguien que estaba muy desprendido de lo que los otros querían que fuera.
¿Lo hacía un rebelde en realidad? No lo sabía, pero si esconderse unos cuantos días le hacía liberarse de tal estrés, entonces se escondería los días que fueran necesarios. Aunque estaba algo triste, lo admitía, ya que había pasado una semana desde la pelea con su padre y él no llamó a su teléfono o algo por el estilo, no se molestó en buscarlo. Al parecer lo hizo enojar muchísimo.

—  No, Karamatsu, en serio, trataré de encontrar un mejor trabajo después, pero no quiero molestarte tanto, con dejarme dormir aquí estoy bien —

Después de escapar de su hojas, caminó por el parque tratando de digerir lo que acababa de hacer, su bienestar y libertad se sentían tan bien, sin ataduras pero la culpa lo carcomía ¿Debería volver? ¿Y si su padre lo castigaba cuando vuelva?¿Y si su libertad solo hacía que arruinara su vida? Estaba entre la espada y la pared, entre el curioso sendero de la libertad y la incertidumbre y entre el rutinario camino hacia su hogar, viviendo una vida que él no quería.
Su miedo y dudosos pensamientos, no le permitían percatarse que las lágrimas se derramaban sobre sus mejillas. Siempre había sido un niñito de familia así que las inseguridades volvieron a conquistarlo.

Todo culminó con Choromatsu llamando a la puerta del departamento de su mejor amigo, quien lo recibió como si no lo hubiera visto desde hace años y tuvo paciencia tratando de descifrar la historia que su colega le intentaba de contar entre tartamudos, sollozos y varios pañuelos de por medio.

Karamatsu lo dejó quedarse, lo recibió con los brazos abiertos. El problema con las pertenencias de Choromatsu no fueron muy graves, ya que Jyushimatsu, su hermano menor, a escondidas de su padre, le llevó. Sabía lo mucho que su hermano mayor anhelaba su libertad, lo que más quería era verlo feliz, así que accedió a dejar que viva un tiempo con Karamatsu, aunque cuando le dejó sus cosas si trató de persuadirlo para que vuelva con su familia.

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⏰ Última actualización: Jan 07, 2023 ⏰

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