¿Los androides sueñan con pasteles de cumpleaños?

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La mañana del 7 de enero comenzaba temprano en la antigua casona victoriana, como cada año. El pequeño Genya Shinazugawa cumplía 10 tiernos años, salió corriendo de la cama, estaba emocionado. Entro a una habitación muy amplía y sobria, de manera entusiasta se abalanzó sobre el cuerpo de su hermano mayor.


-"Nemi, despierta, ¡Despierta! Ya es de día, adivina lo que sucede, ¡Adivina!" . El infante saltaba sobre el adulto, dando gritos de alegría que resonaban por toda la alcoba.


-"Feliz cumpleaños hermanito" contesto en tono somnoliento. Con una amable sonrisa lo tomo en brazos rápidamente para acariciar de manera enérgica la coronilla del menor, quien empezó a reír y patalear por el gesto.


El Dr. Sanemi miro la hora mientras soltaba a Genya para que esté saliera corriendo escaleras abajo. El reloj digital proyectaba las 8 de la mañana.


El cumpleañero saludo a todo el personal, abrazo al ama de llaves, una anciana de rostro bondadoso a quien trataba como la abuela de la mansión. Se dirigió al living, los ventanales irradiaban una luz natural invernal, la cuál barría con el interior lúgubre y algo anticuado. Los regalos estaban acumulados en grandes cajas con llamativos envoltorios, parecían apuntar a la chimenea que se encontraba constantemente encendida. El niño los abrió entusiasmado, era todo lo que había pedido, consolas de última generación, figuras de acción de distintos tamaños para su ya amplia colección y una bicicleta.


Era una fecha que transcurría con la misma rutina, todos los años: Sanemi despejaba su agenda por completo y no se dirigía al laboratorio subterráneo de la mansión. Durante la mañana Genya disponía de sus regalos, miraba sus dibujos animados preferidos, el mayor le contaba la historia de como sus antepasados ordenaron traer en grandes barcos cada parte de la aristócrata casa, desde Europa hasta Japón. En el amplio jardín tenían dispuestos aperitivos para el mediodía, mientras el niño practicaba tiro con arco, su deporte predilecto, cabe mencionar era muy bueno en esta actividad . Nunca había invitados, ni siquiera los niños del barrio, aunque el personal doméstico aprovechaba la ocasión para relajarse e interactuar con el festejado, así evitaban que se aburra. Por la tarde cortaban el pastel, el niño no comía absolutamente nada, solo apagaba las velas. Luego, en el atardecer, Sanemi se duchaba con el niño, al que tocaba (o acariciaba según su apreciación) de manera más cariñosa de lo habitual, evitando sobrepasar los límites que la moral impone. Disfrutaba en sobremanera rozar las plantas de los pies con las yemas de los dedos, allí Genya tenia una sensación parecida a las cosquillas, lo hacía reír y distraer de aquella situación, que al infante le resultaba infrecuente como desagradable . A la noche dormían juntos, Sanemi lo abrazaba con fuerza, entonces el menor solo tenía por opción refugiarse en su almohada gigante en forma de sandía. Realmente no disfrutaba de su propio cumpleaños, pero le gustaba pasar todo un día con su hermano mayor, a quien veía poco. Sabía que trabajaba asiduamente en el laboratorio subterráneo, al cual no tenia modo de acceder, solo de manera ocasional y en compañía de "Nemi".


Genya intento entrar en la fase de sueño, cuando algo lo inquietaba no lo lograba, podía sentir la mano de su hermano adentro de su remera, tocando su pecho. Recordó un pequeño beso en los labios que el mayor le dió, aunque duro unos segundos no le gustó, tampoco supo cómo proceder, simplemente se retiró al jardín, no pudo disimular el gesto de desconcierto que se había dibujado en su pequeño rostro. Trato de no pensar, hasta que al fin su sistema operativo se apagó.


Durante la madrugada Sanemi se escabullía a los subsuelos de la casona. El laboratorio era algo frío, pero necesitaba verificar el funcionamiento del androide, si bien modificó sus recuerdos y ciertas costumbres no hizo retoques en el comportamiento de la inteligencia artificial, le llevo mucho tiempo su creación, después de todo era suyo, una realización de sus manos, pero para él era Genya, quien a pesar de su condición tenía la capacidad de sentir y razonar como un ser humano.

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