El trato

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A pesar de que Fiore continuaban negándose a salir de su habitación, había recobrado las ganas de levantarse cada mañana, tomar sus alimentos e incluso conversar con Timoteo, quien no dudó en comenzar a criticarla por haber mostrado debilidad frente a sus hombres, quienes no dejaban de hablar sobre lo sucedido en el sótano de la mansión. La mujer optó por hacer oídos sordos a sus críticas, él jamás entendería por lo que había pasado y por lo que continuaba pasando. A pesar de todo eso, Fiore encontraba consuelo en mirar a Donna, ya que, estando su marido ahí no podía acercarse como le gustaría y solo se conformaba por unas cuantas sonrisas escondidas cuando estaban seguras de que nadie las vería.

—No estoy dispuesto a continuar aceptando tus berrinches. —Soltó Timoteo mirándose al espejo mientras se arreglaba para salir de la habitación—. Hoy saldrás porque tenemos una reunión con el cabecilla de la familia Cocci y te quiero ahí.

—Te he dicho que no estoy lista para salir. —Dijo Fiore desde su cama apretando las cobijas entre sus manos. El hombre la miró desde el reflejo del espejo con sus ojos fríos.

—Eres la tercera al mando en esta familia. Debes asistir para mostrar que la familia continúa fuerte como siempre. —Respondió terminando de anudar su corbata para caminar hacia la puerta de la habitación—. Donna tiene órdenes de arrastrarte fuera del cuarto si no estás lista para las ocho.

Sin darle una segunda mirada salió de la habitación encontrándose en la puerta con la aludida, quien le ofreció una reverencia al verlo.

—Sabes que hacer si no estás lista a tiempo. —Le recordó señalando a la habitación.

—Si, señor. —Respondió apretando los dientes y los puños a su costado.

Fiore escuchó aquellas palabras desde su rincón seguro. No quería que Donna se viera forzada a lastimarla, por lo que cumpliría con las órdenes de su esposo comenzando a preguntarse cuál sería el tema de conversación con la familia que les había robado un cuantioso cargamento haciéndolos perder miles de euros.

Para cuando la noche llegó a la ciudad y la hora límite de Timoteo también llegaba, la guardaespaldas de Fiore esperaba fuera de la habitación, esperando que la mujer saliera, ya que no quería verse forzada a cumplir con la orden de su jefe, quien también la esperaba afuera mientras revisaba algunas cosas en su teléfono celular.

—Vámonos. —Anunció Fiore saliendo del cuarto vistiendo uno de los muchos trajes sastre que su esposo compró para ella, en parte para no mostrar ninguna de las cicatrices que lucía su cuerpo.

—Por un momento creí que no saldrías. —Dijo el jefe entrelazando su brazo con el de ella.

—Eso te habria gustado, ¿no? —Soltó mirando con disimulo a Donna, quien mantenía su mirada estoica al igual que Nicolao, quienes los seguían a una distancia respetuosa.

—No negaré que habria sido entretenido, pero ya no tenemos tiempo para eso. —La pareja entró a uno de los autos que los esperaban en la salida de la mansión. De inmediato el chofer tomó rumbo hacia su nuevo destino, mientras que Fiore miraba el camino sin pronunciar una palabra. Fue solo cuando comenzó a desconocer el camino que tomaban que miró a su marido confundida.

—¿A dónde vamos?

—A la mansión de los Cocci. —Reveló apretando la mandíbula. La idea parecía disgustarle, sobre todo, por no poder negarse. El líder de los Cocci y él se detestaban desde siempre.

—¿Será seguro? Iremos los tres al mando, ¿qué nos garantiza nuestra supervivencia?

—Si queremos evitar la guerra, tenemos que arriesgarnos. —Explicó masajeando el puente de su nariz—. Alberti está furioso porque asesinaste a uno de sus soldados.

Ave Enjaulada (Placeres Desconocidos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora