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Aidan

En el camino a la fábrica había pensado en una sola cosa. Esa chica no me importa, mientras no esté en la misma sala que ella, de ahora en adelante estaré bien.

- Oscar, aquí la tienes- dije dejándola en la camilla.

- Llama a Marco- la miró como si fuera un tesoro- Y luego ven.

- No estaré cuando la mates- dije entre dientes.

- ¿Quién dijo que la iba a matar?- canturreó con una sonrisa estúpida.

No confíe mucho en su palabra, porque él era así. Todos los mafiosos eran así. No puedes confiar en ninguno. Ni en mi mismo puedo confiar.

Fui en busca del estúpido de Marco.

- Marco, te necesita Oscar- dije fríamente.

- Vaya, vaya, miren quién se dignó aparecer por aquí- comentó bajando de su cucheta.

Antes, cuando no tenía casa, vivía ahí. Con todos mis compañeros. Era mi casa y Oscar es como nuestro padre.

- No me cabrees- salí de la habitación gigante.

Él me siguió hasta la habitación donde se encontraba Oscar con Isabella. Al entrar la vi despierta. Ella me miró asustada. Con desconfianza.

- Espera, yo sé quién es esta chica- dijo Marco- Es la del callejón, Oscar- terminó mirándome enojado- Así que esta es tu compañera de trabajo, Aidan.

Yo solo miraba a una pared toda mascada sin decir ni hacer nada.

- Aidan, ¿por qué no me lo dijiste?- susurró Oscar furioso.

- Es una chica sin nada de gracia, no nos importa- dije fríamente.

- ¿Qué nos puedes dar?- le acarició la cara de Isabella. Ella gritó amordazada.

- Sus padres son ex trabajadores del proyecto Aloinjerto. Murieron por culpa de ellos- tenía que decir la verdad para que no la mataran.

- Así que no eres tan inocente como me dijeron niñita- me miró de reojo - Tienes dos opciones. O trabajas para nosotros, o te mueres.

Ella me miró desesperada, en sus ojos vi esperanza, esperanza de que la salvara. Pero no lo iba a hacer.

- No puede hablar con la mordaza- dijo Marco.

Oscar le sacó la mordaza y ella enseguida le escupió en la cara.

- Prefiero morir antes de trabajar de esta mierda- sollozó.

Oscar gritó como quejido y le pegó una cachetada, enseguida cerré los ojos por el ruido sordo que provocó. Algo se contrajo en mi pecho que me dio asco.

- Si es lo que decides- dijo sacando un cuchillo.

- Espera, déjame hablar con ella- solté asustado. En realidad no entendía porque había dicho eso.

- Recuerda lo de tener sentimientos, Aidan- susurró Oscar acercándose a mí- Ahora por hablar, si dice que no, la mataras tú.

Ira, rabia, miedo. Eso fue lo que sentí cuando dijo eso. Dejaron la habitación. La miré unos segundos y me acerqué a ella. Ella se movió hasta la pared, cuando chocó con ella empezó a llorar.

- ¿Por qué me hiciste esto?- susurró exhausta.

- ¿Quieres vengar a tus padres? ¿Honrar su memoria?- dije fríamente intentando de que cambie de opinión.

- No hace falta unirse a una banda de ridículos para hacerlo- estaba enojada, decepcionada.

- ¿Prefieres morir, Isabella?

- No, pero si ellos me necesitan, estaré agradecida de morir.

- No lo estarás cuando te claven un cuchillo o te ahogan. Piensa cómo será estar en esa situación. Morirás sin despedirte de Taña, o de Liam. Así es, he visto como miras a Liam Isabella.

- Tú no sabes nada.

- Si es tu decisión, la respetaré- dije levantándome para abrir la puerta, dando paso a Oscar y a Marco.

- ¿Y qué decidiste?

- Trabajaré para ustedes- decidió luego de unos segundos en silencio.

Eso me sorprendió hasta a mí. Estaba un poco aliviado por su decisión, no quería matarla.

Isabella

- Sabia decisión- agregó el más avejentado del lugar.

No sabía qué estaba haciendo, pero no pude decir otra cosa. Aidan tenía razón, tenía que vengarme. Por mis padres. No sé si ellos eran la mejor opción, pero era algo. Además, siendo sincera, no quería morir, tengo una vida por delante.

Me dieron una larga explicación sobre que si los traicionaba me matarían, firme un papel de lealtad y bla bla bla. Quería irme a mi casa.

- ¿Te llevo?- preguntó Aidan cuando quedamos solos.

- Prefiero irme sola caminando a irme contigo- contesté enojada, saliendo del lugar. Bueno, en verdad no sé cómo salir. Empecé a caminar y el chico de tatuajes me siguió.

- No tienes otra opción, no sabes a dónde vas- dijo poniéndose delante mío.

- Me traicionaste- le dije decepcionada. El tiempo que estuve con él no había sido para nada malo. Y sí, me dolía lo que había hecho.

- Vamos, ¿tanto te importo, chiquilla?

No contesté, solo seguí caminando sin rumbo. Pasaron los minutos y me empecé a frustrar. Empecé a notar la ansiedad en mí.

- Dime dónde está la salida- dije frustrada.

- Te llevo, vamos- tiró de mi brazo.

No quería pelear más. Me guió a la salida. Cuando salimos me subí a su jeep negra y arrancó.

- ¿Está muy lejos?- pregunté viendo la carretera oscura.

- Media hora

- Genial- dije irónicamente, recostándome en el asiento.

- Que no te fastidie estar cerca mío, a partir de ahora, vamos a pasar mucho tiempo juntos.

- Lo siento, no me llevo con traidores.

- Yo hago lo que me ordenan- rió.

- ¿Acaso eres un perro?

Él solo volvió a reír y puso música bajita para calmar el ambiente. Yo miré por la ventana, dormitando todo el trayecto.

- ¿Te paso a buscar mañana para ir a trabajar?

Aidan

- Gracias por traerme- dijo intentando abrir la puerta. Pero yo la tranque.

- ¿Eso es un sí, chiquilla?

- Déjame salir.

- Mañana a las 8 am entonces.

- Está bien- dijo mirándome por primera vez desde que se subió al auto- Solo quiero que sepas que es triste saber que no te molesta verme muerta.

- Lo volvería a hacer si fuera necesario, Isabella.

Nos quedamos mirándonos unos segundos, hasta que ella cortó el juego de miradas intentando abrir la puerta otra vez. Yo la destranqué y la abrió. Esperé a que entrara a su edificio, bueno, si es que eso es un edificio. Tenía en todas las paredes humedad. Ella vivía en el último piso, en el tres.





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