Travis
Subo los últimos escalones, dando grandes zancadas. Mi pulso se acelera cuando abro la puerta y no encuentro a Hanna, confirmando lo que Bryan me había dicho minutos antes.
Dejo el sombrero a un lado, frunciendo el ceño.
—Repítelo.
—¿Qué cosa?
—¡Todo, desde el inicio! —gruño, perdiendo la poca paciencia que me quedaba.
—Esta mañana noté la ausencia de una de las camionetas, pensé que la utilizo uno de nosotros para ir al pueblo, pero ya han pasado más de cinco horas y no ha vuelto a su lugar —explica, apretando el sombrero desgastada, estrujándolo con sus callosos dedos.
—¿Y luego?
—Vine a la casa para saber si la señorita Hanna necesitaba algo, tal como me lo pidió. La busque por todas partes, no hay ninguna señal de ella.
Coloco las manos sobre la orilla de la barra, aferrado a ella, con la cabeza baja, sopesando en las miles de posibilidades que existen, las cosas que le pudieron ocurrir, los destinos a los que pudo ir, los interminables peligros que asechan a una citadina que no conoce a nadie. He notado lo curiosa que puede llegar a ser Hanna, siempre está atenta a cada cosa cuando la llevo al pueblo, puede aprendiera el camino, pero eso no quita el hecho de que algo malo le pudiera ocurrir.
Miro el reloj de pared; 1:15 p.m.
—Quiero que tres personas vayan al pueblo, busquen bien. Mantengan los ojos abiertos en el camino, en caso de que vean la camioneta averiada en medio del camino —ordeno.
—¿Qué le digo al importador de productos? —interroga Diego, sabiendo lo importante que es.
—Encárgate.
No refunfuña, acata la orden, marchando en dirección a la salida.
Paso tres dedos sobre los mechos de mi cabello castaño, jalándolos.
—¿Cuándo fue la última vez que le dimos mantenimiento a los frenos de la camioneta? —averiguo, alerta.
Los tres hombre se miran entre sí, dudosos.
Fulmino a cada hombre, lanzando miradas asesinas.
—No lo recordamos —se atreve a hablar uno de ellos.
Doy un golpe a la encimera con mi mano hecha puño.
Maldición. Esa camioneta es más vieja que esta casa.
—Busquen en los hospitales del pueblo, las brechas que dan a otros ranchos, caminos alternos —indico.
Salen, teniendo una nueva tarea.
Tomo asiento sobre uno de los taburetes, observando los grandes ventanales, viendo como los trabajadores se mueven de un lugar a otro, buscando a Hanna.
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Vida Soñada
RomansaPor cientos de años, las personas destinadas a pasar el resto de su vida juntos se conocían en algún bar, parque, instituto, en el trabajo, incluso, en la calle. Siempre fue así, excepto para Hanna, quien al ya no tener nada que perder, decide encon...