Finalmente llegó el dia del primer partido de Argentina, y el rival era Arabia Saudita. Los nervios y la ansiedad llenaban el ambiente, nadie dijo una palabra durante el desayuno, las familias de cada jugador se encontraban incluso mas nerviosos que ellos.
Yo por mi parte sentía que se me saldría el corazón por la boca. No podía más con toda la tensión que manejaba mi cuerpo, menos después de la terrible noche que había tenido. Tuve que ponerme hielo en los ojos para que no se notara la hinchazón que tenía de tanto llorar.
A Emiliano no lo vi porque había desayunado mas temprano con el equipo y habían ido a entrenar, luego iban al estadio para calentar y estar listos para el debut. El partido era a las 13 en Qatar, y en Argentina a las 7am. Supongo que fue mejor no cruzarlo, no habría sabido que decirle, aún me dolía recordar lo sucedido la noche anterior.
Nos dirigimos en colectivo hacia el estadio Lusail en Doha, junto con todas las familias. Al llegar me acomodé junto a Antonela y los chicos para esperar el gran momento. No daba más de los nervios, la ansiedad me estaba matando.
Llegaron los jugadores, el himno, y comenzó la tortura.
El conjunto dirigido por Scaloni se puso en ventaja a los siete minutos con un penal cometido a Leandro Paredes y sancionado a través del VAR que Messi cambió por gol. Enseguida, el 10 aumentó la diferencia pero el tanto fue anulado por offside, una escena que se repitió otras dos veces en el primer tiempo y quien la sufrió fue Lautaro, y en la primera, incluso, había festejado.
Los 45 minutos iniciales el elenco sudamericano dominó el juego y mereció tener mayor ventaja. Sin embargo, entró dormido al complemento y los asiáticos le dieron dos golpes en cinco minutos. Primero, a los 48, Saleh Al-Shehri definió cruzado ante el cierre de Cristian Romero y estampó el empate. A los 53, Salem Al Dawsari clavó al ángulo un derechazo que Emiliano llegó a rozar pero no alcanzó a desviar por completo.
Scaloni intentó cambiar el rumbo con tres sustituciones simultáneas: entraron Enzo Fernández, Julián Álvarez y Lisandro Martínez y salieron Paredes, Alejandro Gómez y Romero. Si bien la Argentina tomó el protagonismo y fue por la igualdad, lo hizo con más empuje que juego y no generó demasiadas situaciones claras en media hora de partido. Las chances más concretas fueron cabezazos sin potencia de Messi y Álvarez más una definición desprolija de Nicolás Tagliafico adentro del área chica que el arquero Mohammed Al Owais, una de las figuras de los asiáticos, atajó.
Finalizó la tortura, quedando 2-1, siendo el vencedor Arabia Saudita. La tribuna argentina estaba en silencio, no terminábamos de caer en lo que había sucedido. No es por desmerecer al equipo rival, pero acabábamos de perder con un equipo árabe. Jamás había pasado.
Lo vi a lo lejos a Emiliano, estaba destruido, podía ver su impotencia a la distancia, la de todos en realidad. Realmente fue injusta la cantidad de goles que nos habían anulado, los chicos hicieron un buen laburo, que lamentablemente no fue suficiente.
Luego de que los protagonistas hablaran con la prensa, regresamos a la Universidad. El lugar estaba en silencio, nadie dijo nada, excepto Scaloni que los reunió a los jugadores en un sector aparte y los cagó bien a pedo, los gritos se escuchaban en todo el predio.
Al salir ellos de la habitación en la que se había realizado la "reunión", yo me encontraba esperando en el pasillo con Antonela, Caro (la novia de Tagliafico) y Ludmila. Emiliano apareció cabizbajo, me vio y apartó la mirada, dirigiéndose al comedor, donde cenó temprano con su familia que lo contuvo, y se fue a acostar. En mi barrio se usaría la frase "el horno no está para bollos", claramente no tenía intenciones de hablar conmigo.