— ¿Y qué va pasar cuando lo beba? — respiro profundamente, tocando con nerviosismo los bordes de la cálida bata que cubría su cuerpo.
— Nada de lo que debas preocuparte — respondió Willa, tomando un frasco humeante y vertiéndolo en una diminuta taza que con un par de gotas quedo rebosante —. Solo dormirás — Aidan recibió la tacita, aquél liquido era marrón, de un marrón claro en los bordes pero más oscuro en el centro, como una café amargo. Sus dedos temblaron sintiendo la calidez de la taza mojando su piel —, es una infusión de hierbas, todo natural, no contiene ni un solo químico — Willa tomo aire, haciendo que su larga trenza roja se deslizara de su hombro hacia su espalda. ¿Cómo era que no estaba calva cambiando el color de su cabello tan a menudo? La mujer sonrío, nuevamente esa sonrisa casi maternal, como si le estuviera dando un medicamento para el dolor de estómago en lugar de algo que fácilmente lo podría matar —, podría darte alguna droga, claro está, pero prefiero mantenerte lo más puro posible — Aidan enarco una ceja.
— ¿Puro? Cientos de hombres y mujeres ya me han mancillado — Willa se enderezó en el ostentoso sofá con un gesto de diversión entre sus labios perfectamente curvados.
No era la primera vez que se le permitía salir, pero si era la primera vez en esa habitación. Según logro comprender las habitaciones con paredes rosas estaban reservadas para las niñas menores de diez años, las celestes para niños menores de diez años, las moradas para preadolescentes hasta los quince años y las de verde para muchachos de la misma edad, las blancas eran para los bebés menores de cuatro años. Pero nunca estuvo en una habitación así: las paredes estaban pintadas como si fuera un día nublado, con árboles lechosos derramándose en las esquinas, la densa niebla danzando entre lo que parecía ser un pantano o un bosque virgen tal vez, los ojos brillosos de los cuervos lo miraban inquietos, con la intriga tan filosa como sus picos, colocados en fila sobre una rama pulcramente pintado lo observaban desde el techo encima de la cama, como jueces a la espera de dictar una sentencia. ¿Así estarían los ángeles mirándolo? Vio a uno de los cuervos e imagino a su ángel de la guarda llorando horrorizado viendo todo lo que estaba viviendo, a lo mejor y los otros ángeles guardianes, los de Willa, los de los guardias, los de todos sus abusadores lo estarían consolando, intentando darle ánimos a su ángel que suponía Aidan estaba igual o más destrozado que él.
Era injusto y casi cruel que personas tan aberrantes como ellos tuvieran ángeles de la guarda que los protegieran, pero entonces pensó en lo tristes que estarían esos ángeles al darse cuenta de que los nombres de los humanos que habían cuidado desde antes de nacer fue borrado del libro de la vida por sus pecados y casi estaba tentado a sonreír. Luego recordaba que habrían "sorpresas" en el cielo y cualquier atisbo de sonrisa se le borraba. Si Günther llegaba a ir al cielo Aidan preferiría lanzarse de cabeza al infierno, lo cual no era justo, pero suponía que no era algo necesario, no cuando Dios le cambiaría su forma de ser. Solo esperaba que el infinito universo fuera lo suficientemente infinito como para no tener que verlo tan a menudo.
— Se divirtieron un poco contigo, solo eso — dijo Willa con desdén, pero sus ojos brillaban como un par de farolas de una celda, silenciosas espectadoras de su tortura, no obstante, un espectáculo tan único como sin igual que no pensaba ignorar.
En otras circunstancias Aidan pasaría horas observando la habitación, cada detalle minuciosamente pensado, cada pincelada magistralmente trazada, tratando de beber cuantos detalles le fuera posible, albergándolos en la infinidad verosímil de su dañada memoria. Haza le enseño que se podía jugar más allá de saltar a lo desgraciado, le enseño que podía jugar con la mente, lo hizo sentarse frente a un cuadro y aunque las tres primeras veces se aburrió hasta el sueño, la cuarta pudo ver lo que ella veía: la imagen de un bosque con una casita frente a él se abría ante sus ojos y para cuando se dio cuenta estaba escalando uno de los árboles, con Haza descubriendo cada uno de los detalles de la minúscula casa. Desde entonces pasaban horas y horas sentados o recostados en el suelo, mirando cuanta pintura les fuera posible. ¿Así nació Coco? Pensó en lo emocionada que estaría su melliza en la habitación, saltando de azulejo en azulejo mirando cada detalle, casi podía ver la negrura de su pelo siendo iluminado por la luz naranjiza de las lámparas, pero cuando miró bien notó que era otro cuervo lo que le regresaba la mirada.
— ¿Solo eso? — apretó los bordes de la bata que se aferraba a su cuerpo como una segunda piel, ¿Lo habría soñado todo? Prefería que todos esos abusos fueran productos de su retorcida imaginación en lugar de algo real, añoraba que todas esas personas de rostros difusos y sonrisas amargas simplemente lo invitaran a un concurso de deletreo en lugar de algo más.
— Sí, no has sido mancillado — insistió la mujer, usando un diminuto colador dorado con incrustaciones de pedrería que formaba diversas flores a lo largo del plano mango metálico para evitar que los pétalos de las flores, raíces y la hierbecilla contaminaran la castaña agua.
— Pero...— Willa levanto la mano en señal de silencio y fue entonces que Aidan notó dos muñequeras metálicas, casi como pulseras aferradas a su muñeca, aunque más que pulseras parecían esposas, tan solo faltaba la cadena.
— Solo te tocaron un poco — dejo una segunda taza en la mesita de madera entre ellos, misma que combinaba a la perfección con la inmensa cama a la mitad de la habitación. Una lámpara en cada rincón, dos sillas, una mesa y una cama, eso era todo lo que existía en ese momento, ese era todo su mundo, eso y un centenar de ojos de oscuros cuervos que lo observaban con malicia desde el cielo, del techo —, pero jamás te penetraron, tu cuerpo está intacto, puro, pulcro y apretado para recibir a mi encantador sobrino — Willa se ciñó sobre él, como un buitre a la espera que un agonizante animal dejase de aferrarse a la vida — ¿He sido lo suficientemente clara? — bajo la cabeza aturdido y dejo de apretar la tela, coloco sus manos perfectamente cruzadas sobre su regazo, debatiendo si volver a tomar la taza o no o si tenía la opción de no tomarla.
— Sí.
— Bien, ahora bébelo — solo fue necesario un gesto para que Aidan obedeciera. Sumisamente se llevó la tacilla a la boca y bebió su contenido, era humeante, dulce pero el sabor de la hierba seguía omnipresente, el líquido caliente le destrozo la lengua, pero él no pareció notarlo y sí lo hizo no quiso demostrarlo —, como te dije, es totalmente natural, una combinación de hierbas exquisitas que te pondrá a dormir, un sueño profundo, tan profundo que jamás desearás despertar — Willa trazo leves contornos en la suave piel del muchacho, nuevamente frente a ella no estaba una persona, un ser humano, en su lugar solo podía ver una mascota tan linda como repulsiva. Willa sintió deseos de abalanzarse sobre Aidan, fundir sus labios con los suyos y arrancarle la lengua de un mordisco, de clavar sus largas uñas en los cortes de sus muñecas y tirar tanto de su piel que el hueso también cediera, pero al mismo tiempo añoraba acunarlo como si de un bebé se tratará, acariciar su carita mientras lo alimentaba, usar sus manos para arrullarlo al darle pecho. Nunca pudo amamantar, pero el instinto siempre estuvo ahí. Se preguntó qué pasaría si lo hacía, ¿él la mordería? Supuso que no, demasiado dócil como para hacerlo, además ella no tendría problema alguno en quitarle los dientes, de todas maneras no eran necesarios para dar una buena felación, sin dientes era incluso más delicioso, casi como una segunda vagina que llenar —, no te preocupes, verás que el sabor es una maravilla y a todo el mundo le viene bien dormir — subió sus manos y lentamente enrollo sus dedos en la maravilla negra de su pelo, desenrollando y enrollando sus hondas por igual —. Escuche que tenías problemas para dormir, esto te hará de maravilla, siete horas sin sentir, sin pensar, solo respirar, a lo mejor y al despertar sigues sintiéndote somnoliento, pero es normal, también deberías esperar sentir un cosquilleo inusual en tus extremidades, pero, como dije, no es algo de lo que preocuparse — Aidan se tensó, ¿cómo ella sabía eso? Dudaba que su madre le hubiera contado a Günther sobre lo que ella denominaba "su primer gran fracaso en la maternidad" al no ser capaz de ponerlos a dormir sin ayuda de un grupo de tíos y un agua de origen natural —. Yo misma lo he utilizado infinidad de ocasiones para luchar contra el insomnio, es...rejuvenecedor, un par de horas bajo los efectos de la infusión y te sentirás como recién parido, joven, fresco — sus dedos lo tomaron ligeramente de la barbilla, sus ojos escudriñando su rostro — y bello. Es mejor que cualquier droga inventada por el hombre — ella se levantó, el vestido negro ondeo como una cascada alrededor de sus largas piernas, paseándose como lo haría un pavo real en plena conquista —. Solo algo que la madre naturaleza puede hacer o mejor dicho, la reina de los bosques — alguna de sus deidades supuso Aidan.
— Es obra de Dios, las plantas, las hierbas...— Willa dejo escapar una risilla sardónica pero extrañamente encantadora.
— ¿Tu violación? Según ustedes los creyentes de ese ser invisible, todo, hasta la muerte de una hormiga sucede solo si su voluntad lo permite, entonces siguiendo esa línea de ideas — volvió a sentarse, cruzando sus piernas hasta que la tela se enrollo en sus muslos, cualquier incauto pensaría que estaba en presencia de una reina, quizás incluso de una mortal sirena, no de la dueña de la principal red de tráfico infantil y de órganos —, ese dios tuyo al que tanto adoras permitió que no solo mi sobrino te ultrajara, sino que permitió que estuvieras aquí, sirviendo cual meretriz de baja calaña a mis compatriotas en fe — de repente Willa se puso de pie, el sonido de sus tacones hizo eco en la habitación —. No vuelvas a mencionar a tu mugroso dios delante de mí, ¿entendido? — Aidan bajo la cabeza, aterrado por un posible castigo. Willa lo tomo del mentón, haciendo que sus celestes ojos se encontraran con la oscuridad azulada de su mirada — ¿Entendido? — su voz fue resonó con más severidad. Asintió con los temblorosos labios ocultando sus sollozos, parpadeo un par de veces para disipar las lagrimas, pero en su lugar se lanzaron si paracaídas por sus redondas mejillas. Ella se apartó y levanto la falda de su larguísimo vestido negro, la subió hasta sus muslos y Aidan se preparó para darle cualquier tipo de placer que ella quisiera, nunca pensó que estaría tan calmado ante la inminente realidad de ser abusado. Willa lo sujeto de los hombros y se sentó de piernas abiertas sobre su regazo, podía sentir el calor emanando de su carne, su cálida entrepierna sobre la suya, comenzó a desatar su trenza rojiza, tomo de las mejillas a Aidan y justo cuando pensó que sería besado ella le giro la cabeza, y empezó a lamer sus lágrimas, con su lengua atrapaba las lágrimas saladas mientras que con su cabello limpiaba las de la otra mejilla, su lengua húmeda se deslizo por sus ojos, se adentró en su lagrimal y trazo el contorno de sus parpados, bebiendo cada una de las gotas cristalinas de dolor y angustia —. Buen chico — le dio un dulce beso en la frente antes de levantarse y pararse frente a él, Aidan ahora sabía lo que sentía los gatos bebés al ser bañados por su madre—, ahora bebe — se cruzó de brazos, mirándolo, solo mirándolo, el chico vacío la tacita de un solo sorbo que termino por quemar su lengua y luego la dejo a un lado en la mesa —, alguien vendrá a verte — se giró con tanta elegancia que daba miedo y pasos suaves camino hasta la puerta.
— Gracias — dijo Aidan cuando Willa golpeteo la puerta, a la espera que los guardias la abrieran.
— ¿Por qué? — ella se giró y casi volvió por sus pasos para poder arrullarlo.
Mi bebé.
Por donde mirará era él, era como verlo de manera distorsionada. Un hueco se formó en su estómago, quería arrancarle la cara. Aquél deseo se esfumo cuando Aidan la miró y sonrío.
— Por no forzarme a estar despierto cuando esto pase.
La puerta se abrió y Willa salió de un salto antes de que cometiera una locura. Sus rasgos filosos permanecieron imperturbables, sin embargo se forzó a regresarle una sonrisa antes de huir despavorida.
No es él, no es él, ¡Él no es mi bebé!
Se repitió Willa mentalmente como un mantra. Bebió de un solo sorbo una botella entera de vino y se juró que la bañera sería esa noche su mayor preocupación, su piel estaba perdiendo su suavidad y merecía un día de atención a si misma, empezaría con un baño relajante y retomaría sus demás rituales de belleza en la mañana. Pero aún tenía un asunto que resolver. Regreso por sus mismos pasos y salpico su rostro de agua helada antes de entrar. Lo primero que vio fue la inmensidad del cuerpo de Wallace erguido en la habitación, su imponente figura permanecía imperturbable, como un faro en medio del tormentoso mar, mientras observaba en silencio al pequeño bulto acurrucado entre las sabanas. Aidan parecía un ángel, una visión que dormía plácidamente ajeno a su voluntad, ajeno a su cuerpo. Ajeno a la vida. No existía, ni siquiera tenía alma, solo un pedazo de carne hecho para complacer.
— ¿Esta dormido? — inquirió Wallace sin mirarla, sus ojos verdes estaban fijos en el niño dormido frente a él. Willa asintió, sintiéndose como una colegiala. Siempre se ponía cachonda cuando su hermano usaba ese traje táctico que tanto le encantaba.
— Ni la segunda venida de su dios podría despertarlo — Willa lo abrazó por la espalda, inhalando su aroma, Wallace olía a plomo, sangre y colonia masculina, un aroma del cual podría volverse adicta —. ¿Qué harás? No es propio de ti jugar con aquello que pertenece a tu hijo.
Wallace no correspondió su abrazo, ladeo los hombros rompiendo el contacto con ella, sin apartar los ojos del gran amor de su hijo.
— No es de tu incumbencia, hermana, vete, quiero estar a solas con él.
Desanimada Willa dio unos pasos atrás, casi le ofendía que él la rechazará cuando por ley debía ser al revés. Pero no encontró fuerzas para enojarse con tan esplendida criatura durmiendo frente a ella.
— Parece que el vínculo entre padre e hijo se hará aún más fuerte, solo trata de no romperlo, tu polla es grande, gruesa y larga, su apretada carne cedería ante tal monstruosidad.
Wallace escucho en silencio el sonido de los tacones de Willa perderse en la distancia, una vez dejo de escucharlos se sentó en el borde de la cama, sus grandes manos palparon las mantas, acariciando gentilmente las piernas ocultas debajo de ellas. Avanzó un poco más y finalmente envolvió el rostro de Aidan entre su mano, lo observo en silencio por lo que él deseo fuera la eternidad. Sus ojos, dos luceros de un celeste tan puro que parecían espejos del cielo, reflejaban la profundidad de un océano tranquilo, lleno de misterios y promesas. Su piel, pálida como el alabastro, era suave y fría al tacto, un lienzo perfecto que contrastaba con el calor que emanaba de sus mejillas sonrojadas. Ese rubor, tan delicado y efímero, era como el primer rayo de sol al amanecer, un destello de vida en su rostro etéreo. El sonrojo constante, era como el amanecer que se asoma tímidamente en el horizonte a través de sus mejillas.La delgadez de su figura era notable, pero no restaba sino que añadía a su encanto. Como un junco que se mece al viento, su cuerpo esbelto parecía moverse con una gracia y ligereza que desafiaban la gravedad, tan pequeño que sin duda necesitaba ser protegido. Cada gesto, cada movimiento, era un baile silencioso que hacía que el hombre no pudiera apartar la mirada, aunque ni siquiera quería hacerlo. Wallace se puso de pie y comenzó a desnudarse, sin apartar la vista de Aidan dejo caer el chaleco antibalas, sus armas y demás, con su padre enfermo le era imposible salir sin un millar de escoltas que darían su vida por él ante cualquier ataque enemigo, pero nunca estaba de más tener un arma, en especial si algún traidor decidía hacerse en sus filas era de sumo placer ejecutarlo ahí mismo, hacerle saber a sus otros hombres sobre lo que pasaría si osaran en desobedecer sus órdenes. Una vez estuvo desnudo Wallace camino hasta el otro lado de la habitación y por subió a la cama por el lado opuesto, se acercó al adormilado chico, sus dedos acariciaron su brazo, su enorme cuerpo envolviendo al diminuto del efebo, lo acerco hasta su pecho, abarcando su cuerpecito entre sus brazos, le dio un beso en la mejilla, se recostó a su lado y lo abrazo, simplemente lo abrazo.
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Era De Noche (Novela Cristiana)
Gizem / GerilimEsta es la historia de un chico, quizás haya una chica involucrada o quizás otro chico este involucrado en esta historia, pero no será como ustedes piensan o desean, porque no, esto no es una historia de amor. Esta es la historia de un chico cuyo co...