Capítulo 03.

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Caleb.

Termino de colocarme los gemelos para mirarme en el espejo.

Tengo que estar presentable para la ocasión.

Dos toques en mi puerta me hacen sonreír.

—Pasa, Bertha.

—Fabio está pregunta por tí—Se acerca para ajustar mi corbata.—Quiere saber si está listo para terminar de ultimar detalles con la élite.

—Estoy listo.

—Ahora sí—Dice luego de terminar con mi corbata.

Me miro de nuevo en el espejo, satisfecho de mi aspecto.

—¿Estás seguro de querer ir a la casa Lombardi?

—Lo estoy—No dudo en responder.

Ella me da una mirada curiosa, pero asiente saliendo de la habitación.

—En cinco minutos salimos, avísale a Fabio, por favor.

—De acuerdo.

La veo perderse por los pasillos y voy a la ventana para mirar la vista. Respiro profundo, repitiéndome mentalmente que todo saldrá como lo tengo planeado.

Después de meses tras la pista de Chiara no puedo dejarla ir, no otra vez.

La Élite, un grupo de siete personas muy capaces para todo tipo de rastreo, espionaje y armamento no pudo dar con ella. O se escondía muy bien, o murió.

Un escalofrío me recorre el cuerpo, eso no es posible, está claro que es la primera.

La pregunta es, ¿Quién la ayudó?

—Estamos listos—Anuncia la voz conocida de Fabio en mi puerta.

Doy un último vistazo por la ventana antes de salir de la habitación.

—Es hora.

***


Luego de varios minutos en la carretera arribamos en Siena. Un lugar tranquilo pero elegante para una familia tan bonita como los Lombardi.

La casa Lombardi, o bueno... La Mansión Lombardi, es una amplia propiedad de tres pisos, con alberca, dos jardines y un precioso salón de fiestas.

No entiendo porqué le dicen casa a algo que, obviamente no lo es.

Humildad, supongo.

El coche se detiene en la entrada de la casa, Fabio se baja para abrir la puerta por mí, rápidamente bajo acomodando las solapas de mi traje, y tras una mirada significativa de su parte me dirijo en dirección a la música.

Al entrar varias mirada se dirijen en mi dirección.

Sonrío con suficiencia, para nadie es un secreto a lo que me dedico, y que no hayan abierto la boca no es sinónimo de miedo, sino de respeto.

Saben a qué atenerse. Además, todos tienen cola que les pisen. Varios me dan asentimientos, tengo negocios un poco sucios con la mayoría, nada importante. Sin embargo, son buenas conexiones.

Carlos y su esposa me miran asombrados, con una sonrisa se acercan a saludarme.

—Caleb, es un gusto verte—Me abraza la encantadora Señora Lombardi.

—Lo mismo digo, Señora Megara—Le correspondo el abrazo.

—Llámame Megara, ¿Cuántas veces te lo voy a decir?—Reprende, cosa que la hace ver tierna. A sus cuarenta y siete años no deja de ser una mujer hermosa.

Pacto Con El Diablo [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora