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Brock。

Mats puso la música bien alta para que yo bailara, preparó buenos tragos que bebimos juntos mientras yo bailaba y cantaba y él miraba y le pidió a Sull que nos trajera algo para comer. Esto sí es una fiesta. No me importa bailar sola, a veces lo he hecho porque no siempre salgo con mis amigos a bailar, a veces lo hago sola y no quiero ligues, creo yo que en el momento en que aprendes a bailar sola y con eso te diviertes, te vuelves independiente de verdad.

Llego a un momento en el que me tengo que detener. Si sigo dando vueltas vomitaré en el impecable piso de madera. Me acuesto en sentido contrario a los ventanales, detrás de Mats que momentos antes se sentó en el borde de su cama comentando que se excedió con el alcohol.

—Estoy ebria —digo.

—Igual yo —contesta Mats sosteniéndose la cabeza con las manos.

—Amo esta canción... —comento, la música sigue con su volumen más alto—, es tan romántica.

—Es cierto, a ti te gusta el romanticismo.

—No, no es cierto

—Sí, Isis ya te delató.

Mats apoya la espalda en el respaldo de su cama. Busca el control del equipo de música para bajar el volumen a una frecuencia que no reviente más los tímpanos.

—¿Te has enamorado alguna vez, Brock?

Todo me da vueltas. Si me quedo recostada, tranquila y no bebo más, se me pasará la borrachera. Lo sé, así funciona mi sistema. Como sé cuál es mi límite, puedo todavía pensar y hablar.

—Yo no juego a eso de estar en una relación romántica —contesto— porque las personas se vuelven propensas a enamorarse. Nunca he estado enamorada, pero tengo entendido que es uno de los sentimientos más hermosos que existen. Pero quien se enamora corre el riesgo de sufrir por amor y ese, tengo entendido, es un sentimiento demoledor. El precio que hay que pagar por enamorarse es muy alto y... no creo que lo valga. Los pies me están matando de dolor... —Mats me ayuda a desatar las correas de los zapatos y los deja en el suelo—. ¿Los masajeas? —le pregunto, los ojos se me cierran, quiero dormir.

—Solo si me permites hacerte una pregunta más personal.

—Bien.

—¿Dónde está el padre de Isis?

Mierda, no vi venir eso.

—Me encantaría decir que gracias a mí está en una tumba, pero solo logré meterlo a la cárcel. No more questions, please.

Mantengo los ojos cerrados, no quiero ver a Mats y hacerme una idea de lo que piensa. No quiero darle más vueltas a esta conversación, odio profundamente hablar de mis sentimientos porque siento que nadie me comprende y no me gusta hablar de mi vida personal porque evoca recuerdos tortuosos.

Mats masajea uno de mis pies. Sonrío, es muy tierno que cumpla su parte del trato. Me clava los pulgares en la planta, qué rica sensación. Levanta un poco más mi pie y me da un beso en el tobillo, luego otro en la pantorrilla. Lo siento acercarse. Abro los ojos. Deja mi pie en la cama y, con ambas manos, separa mis rodillas. Mi cuerpo empieza a latir al ritmo acelerado del corazón. Ciertas partes de mi cuerpo se vuelven sensibles ante los posibles próximos acontecimientos que estoy previendo. Mats se suspende sobre mi cuerpo. No tengo idea por qué mis manos van al encuentro de su cara y la atraen a mí. Mats toma mis manos, entrelaza sus dedos con los míos y lleva mis manos por encima de la cabeza. Me vuelve loca el hombre cuando hace eso y se nota que me gusta, porque gimo. Mientras sus labios descienden a los míos cruzo mis piernas en su espalda. Este beso es igual al primero, cargado de deseo y necesidad. Sé cuánto me gusta Mats, pero ¿al menos yo le gusto en la misma cantidad? Mats empuja su cadera contra mí, es un reflejo instintivo del cuerpo que sabe que así consigue cierto placer. Me hace gemir. Otra vez lo consigue, igual que la primera vez junto al motel. No puedo evitar que mi cuerpo se exprese, Mats lo lleva a un estado que se escapa de mi control.

—Mats —lo detengo—. Mats, lo siento, no puedo.

—¿Es tu primera vez? —me molesta haciéndome reír.

—El alcohol se revuelve en mi estómago, vomitaré si no me duermo.

—Ve a vomitar, te vas a sentir mejor.

—No, nunca me siento mejor luego de vomitar.

—Nunca había hablado tanto de vómito con una chica en la cama, esto es tan sexy —vuelve a bromear, está de buen humor.

—Lo que sí es sexi, son los hombres cuando me acercan una almohada.

Mats se ríe. Se estira hasta la cabecera y vuelve después con una almohada en la mano. Con una mano levanta mi cabeza y con la otra, pone la almohada debajo. Hay detalles, creo yo, que hacen la diferencia entre una persona y otra. Y esos detalles son peligrosos, ablandan el corazón. Me acomodo de lado. Le aviso a Mats que voy a dormirme. Él se abre la camisa, botón a botón y se la quita. También se quita el cinturón del pantalón y los zapatos. Creí que se dejaría caer en cualquier lado de la cama, es bastante grande para que no nos encontremos mientras dormimos, pero se recuesta a mi lado. Eso es mejor. Mats me abraza, usa mis pechos como su almohada. Subo una pierna sobre él, él entrelaza las suyas con las mías.

Nunca me había sentido tan reconfortada y cómoda en los brazos de un hombre. Me iría, me levantaría y saldría corriendo para que mi corazón deje de entusiasmarse, no le hace bien, se vuelve débil, pero estoy demasiado ebria y empiezo a perder la consciencia. 

 

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Sol en invierno - Pronto se irá a BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora