Estaba preparándome para volver a salir a dar una vuelta como de costumbre, comprobé que tuviera todo y emprendí marcha. Fui por las avenidas más concurridas y calles más solitarias, después de toda la semana cargada de tanto de exámenes como de trabajos, que bonito y gratificante era: ver, escuchar y ser parte del bullicio de la ciudad, en el abrigo de la noche.
Aquella vez, en lugar de descansar poco mas abajo de la plaza del hijo del Rey, para recordar el más bello de los sentimientos, como hacía de costumbre, decidí reposar en uno de los bancos de la plaza en cuestión. Admiraba el pasar de la gente, mientras escuchaba la armonía del lugar, (las risas de un grupo de amigos que le acompañaban el choque de vasos y platos, junto a la contra melodía de murmullos y la percusión de pasos), pero cuando quise ver la hora, no tenía batería, alcé la vista en busca de alguna solución para mi problema y a mi derecha, ahí estaba, pelo castaño, largo y liso, de mi altura o un poco menos, aunque algún año me sacaba, lo apreciaba en su cara.
Le pregunte por la hora, y la noche aún era joven, así que mi única preocupación se fue. La chica, extrañada me miraba, dijo que mi cara le resultaba familiar, no se le ocurría de que, ni a mí tampoco me sonaba de nada, aunque si importase, ese fue el origen de una peculiar relación. Intercambiamos anécdotas y experiencias, el cambio de tema estaba a la orden día y si digo que nos íbamos por las ramas por las que íbamos se nos quedaban cortas, y que decir de su risa, creo que son solo decir que sonábamos al unísono basta.
El cielo se ponía mas oscuro, la gente se marchaba y el silencio se hacía presente, le volví a preguntar la hora y su respuesta me exaltó, debía partir y ella también, anduvimos juntos hasta el cruce que separaba nuestros caminos, prometimos volver a encontrarnos en el mismo sitio a la misma hora, no supe como despedirme puesto que no encontraba la forma, para mi fortuna se adelanto dándome un gran abrazo arrebatandome todo mi aliento, al girar empecé a tener sentimientos encontrados. ¿Cómo era posible llegar a «congeniar» a tal grado con alguien en tan poco tiempo? Pensamientos confrontados me abrumaban y la emoción me podía, pase todo el camino a casa con gran angustia, sin embargo también estaba viendo todo con más color, junto a un cielo en el que cada vez se avistaban más estrellas, deseando que el tiempo pasara hasta el próximo viernes y al verla que este se congelé. Al llegar a casa llamé a mi confidente, que respondió casi de inmediato y me preguntó que ocurría. Le conté lo de la chica y lo ilusionado que estaba, insistió en detalles y le dije lo que me contó: Nació en otra isla, pero hace no mucho que se había mudado más al norte de la laguna, pero prefería pasear por el centro de Santa Cruz. Y que mas le podía contar: Simpática, encantadora, amable, con un habla perspicaz y su risa igual a la mía. Mi compañero le asombro todo lo que puede ocurrir en una noche y me aconsejo que no me hiciera ilusiones, puesto que un paso en falso y este vals acabaría, no obstante tendría estar atento a cómo va acelerando el tempo y ser consecuente con ello. Sus consejos nunca me habían defraudado y seguimos hablando de temas variados para despistar mi pensar.
Lo que prometimos se cumplió y seguimos quedando como acordamos, revoloteábamos por toda Santa Cruz, al igual que dos enamorados, sin llegarlo a confesar, pues si es verdad que ninguno había hecho alusión al tema, aquí lo que verdaderamente vale son los actos: veía que venia más arreglada, comenzó con coquetos halagos y se los lanzaba servidor, intentaba ocultar lo ruborizada que estaba e incluso siempre negociaba para encontrarnos mas temprano y marchar mas tarde, no se, o a lo mejor me lo pareció a mi. Recorríamos el lugar con brazos entrelazados y abrigos cambiados, hasta que nuestras piernas no dieran más de si. Cuando esto ocurría, nos sentábamos a un banco algo alejado y quien estuviera mas cansado se acostaba en las piernas del otro a modo de almohada a contemplar el cielo, jugando a adivinar formas en las nubes o los dibujos que hicieran las estrellas. ¡Cuan bello fue todo, pero la tragedia tuvo que devastar nuestro mundo...!Aquel día me dirigía a donde siempre entusiasmado por verla, esa vez no me la encontré encandilada esperándome o llevándome un susto de su parte, si no que me la encontré de frente dirigiendo a donde siempre, cuando fui a abrazarla vi que se encontraba bastante cansada, apagada y el dormir le era optativo, preocupado pregunte si se encontraba bien, me respondió que si, que solo llevaba un mal día y solo quería estar conmigo y fue por eso que vino. Sus palabras movieron algo en mi, pensando en que le podría alegrar el día, decidí invitar a comer. En nuestro camino me fije que llevaba una bufanda, se percato de mi interés y decidió regalármela, cuando llegamos al restaurante y antes de preguntarle que pediría, me saco corriendo del local asustada, me conto que en su anterior instituto había tenido «problemas» con sus compañeros y por eso se mudaron, y aquí se estaba repitiendo la misma historia. Fue por eso que hoy se encontraba tan mal, también el que se asustara al verlos, totalmente enfadado iba decidido a encararles, pero me pidió que no lo hiciera, que el tiempo que pasara con ella lo pudiera recordar con alegría sin discusiones, no pude resistirme a sus ojos y la lleve a donde comenzó todo, llegamos y entre sollozos me confeso que por eso venia hasta aquí para poder alejarse de ellos, pero de poco a servido. Llorando y dolidos fuimos hasta al intercambiador, no sabría si iba a volver a verla, puesto que el futuro era incierto, me consoló diciendo volver como antes que no me preocupara, con una voz poco esperanzada.
Al llegar el autobús, antes de subirse me dijo, que esperara en el mismo sitio a la misma hora y si no venia la próxima vez, la siguiente seria, le jure que no le fallaría ni un solo día a su espera y antes de partir me beso de forma repentina, ruborizada y tímida se alejo, mientras que mis labios se sellaban apreciando aquel sabor y mi corazón latía tan fuerte que estaba seguro que ella lograría oír mis latidos.
Ahora me estoy preparando para poder esperarla, para poder hablar como al conocernos y devolverle su bufanda, deséenme suerte.
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Seguramente algún día
RomanceUn relato corto en el que por casualidad dos personas se conocen y se comprometen a verse, a pesar de no saber casi nada del otro y solo hablar cuando están presentes. Historia cargada de muchas detalles personales y la subo para compartir lo que ta...