Mi querido miedo.

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𝓟𝓾𝓮𝓭𝓸 𝓶𝓲𝓻𝓪𝓻 𝓭𝓲𝓻𝓮𝓬𝓽𝓪𝓶𝓮𝓷𝓽𝓮 𝓪𝓵 𝓼𝓸𝓵 𝓹𝓮𝓻𝓸 𝓷𝓾𝓷𝓬𝓪 𝓪𝓵 𝓮𝓼𝓹𝓮𝓳𝓸.

...

Aegon camina desorientado por los pasillos de la Fortaleza Roja.

Una botella de vino en su mano, su vino favorito, la segunda botella del día.

No sabe a donde está yendo, no sabe si por su estupidez acabará en el patio de entrenamiento bajo la torrencial tormenta que en ese momento retumbaba en los cielos.

No sería la primera vez.

Tiene apenas quince años y prefiere ahogarse a sí mismo en licor que estar despierto.

Aegon siempre había sido un chico muy precoz, a sus dos años su padre ya le daba copas y copas de alcohol para beber porque le parecía divertido.

Y él creció haciendo lo que se le viniera en gana.

Un príncipe malcriado, bromista, obsesionado con actuar como un hombre, con crecer demasiado rápido.

Tal vez de ese modo su padre volvería a mirarlo con ese brillo en sus ojos que él tanto extrañaba.

Pero la enfermedad de Viserys se había llevado cualquier brillo que alguna vez tuvo.

Y de vez en cuando regresaba, un pequeño resplandor, casi imposible de percibir.

Y siempre era para Rhaenyra.

Nunca sería para él.

Reposando su espalda contra la pared de ladrillos y sintiendo sudor gotear sobre su frente, le dio otro sorbo a su botella.

No le importaba su hermana mayor, nunca le importó, sentir envidia de ella era algo básico pero no le arrancaba el sueño.

Al menos no hasta hace poco.

Recordaba el fuerte agarre de su madre en su rostro, sus dedos clavándose en sus mejillas como cuchillos.

Y sus palabras.

"Tú eres el desafío, Aegon."

"Simplemente por vivir y respirar."

"Rhaenyra no dudará en acabar con tu vida y la de tus hermanos si eso asegura su lugar en el trono."

A pesar de que asintió en ese entonces, no tomó sus advertencias demasiado en serio.

Él conocía el desprecio de su madre hacia su media hermana, estaba seguro de que tenía sus motivos pero no le importaba.

Nada en la vida le importaba y todo le hacía gracia.

Sin embargo.

Lentamente el miedo se deslizó en su interior, como un incesante pitido en el oído que buscaba perturbar su paz.

Era gracioso.

Aegon, siendo el mayor de los hijos de su madre, amaba molestar a sus hermanos menores.

Cuentos de dos dragones rotos | Aegon II x RhaenyraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora