Capítulo 45

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Y bueno, hoy era el primer día de clases, y en vez de estar desayunando o despertando a los peques, estaba en casa de Leo. Sí, se que es egoísta, pero era mi oportunidad de hablar con Leo. Estaba en la entrada, me acerqué a la ventana que daba al salón, pero entonces la escuché, y un escalofrío me recorrió el cuerpo enteró.


Ana: ¿T/n? ¿Qué haces aquí?

Yo: Nada, que – dije lo primero que se me ocurrió – Venía a buscar a Leo, porque como ya han empezado las clases. ¿Ha vuelto ya de vacaciones?

Ana: ¿Por qué no pasas y te cuento? – empecé a negar con la cabeza, pero insistió – Anda pasa. Vamos mujer que estamos solas.


Y, como no dejó otra opción, tuve que entrar con ella, quedándonos en la entrada.


Yo: ¿Y cuando vuelve Leo?

Ana: Aún quiere disfrutar de la playa. Como hace tan buen tiempo... Pero no te quedes ahí, anda pasa – me ofreció pasar a su salón.


Y tuve que decir que sí, si me quería quedar a investigar no había otra opción. Ambas pasamos al salón.


Yo: ¿Y las clases?

Ana: Bueno, ya sabes que Leo es un buen estudiante. No creo que tengo muchos problemas en ponerse al día.


Ella cerró la puerta corredera del salón. Me puse un poco nerviosa, ya que si pasaba algo me sería más difícil salir de allí.


Ana: No es como su hermano – reprochó.

Yo: ¿Y se ha cambiado de móvil? Porque, bueno, llevo todo el verano llamándolo y no me contesta. Y conociéndolo, es raro.


Ella comenzó a acercarse a mí. Menos mal que empezó a sonar el teléfono fijo. Yo estaba delante de él, así que me aparté, dándole paso a cogerlo, y atendió.


Ana: ¿Si? – se separó del teléfono y me miró – Enseguida vuelvo – me dijo.


Asentí y salió del salón. Empecé a mirar el salón, por si había algo que pudiera servirme. Al no encontrar nada, salí y empece a subir las escaleras. Para mi mala suerte, mi móvil empezó a sonar, lo cogí rápidamente y descolgué para que no hiciera ruido.


Yo: ¿Si? – susurré, para que Ana no me oyera.

Culebra: ¿Dónde estás?

Yo: Eh, tenia que hacer unas cosas – volví a susurrar.

Culebra: ¿Y qué cosas? Oye, ¿no estarás en casa de Leo?

Yo: No – susurré.

Culebra: ¿No? ¿Y por que hablas tan bajito? – me reprochó.

Yo: Bueno, ¿qué pasa? Que esto es un interrogatorio ¿o qué? Además, ¿qué más te da si voy a casa de Leo? No hemos sabido nada de él en todo el verano.

Culebra: Pues T/n, porque estará de vacaciones – dijo como si fara obvio.

Yo: Culebra, no me lo creo. Me dijo Jimena que su madre sabe cosas sobre lo que nos pasa. ¿Y si...? No sé, ¿pudiéramos curarnos o algo así? Ese colgante tiene algún significado, seguro.

Culebra: ¿Por que no dejas en paz al colgante y a la madre de Leo? – sugirió – Mira, hoy empiezan las clases y tenemos que estar pendiente de que los niños desayunen, lleven los uniformes limpios... ¿Por qué no piensas un poquito en los demás? Que llevo desde las cinco de la mañana trabajando. Y tú vas a tu bola.

Yo: ¿Qué yo voy a mi bola? Pero tu te crees que esto lo hago solo por mi ¿o qué? Pues no. También lo hago por Lucas, porque no puede volver a su casa porque le da asco a su familia. Por Sandra y Alex. Y por Lucía – dije, ya que ella era de las personas más importantes para él – Y sí, sabes perfectamente que también lo hago por ti y por mi – me giré un segundo y Ana estaba detrás de mi con los brazos cruzados.


Rápidamente me quité el móvil de la oreja y colgué sin esperar repuesta de Culebra. Las luces empezaron a parpadear. Hacía tiempo que no me pasaba, pero también hacia tiempo que no estaba nerviosa. 


Ana: ¿Vas a alguna parte? – inquirió.

Los protegidos y tú (Actualizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora