Un día me dijiste que el amor no dolía, pero fue una cruel mentira, una mentira que me hizo caer en una inmensa tristeza y perderme en un bosque de dolores inquebrantables, un bosque del cual no logró recordar como salir.
Si no trajera consigo dolor no tendría sentido luchar por el, la vida jamás te va teñir un paño de colores rosas, ni un cielo de colores pastel, te teñirá un paisaje de nubes grises, espadas afiladas una tras otra que con el más mínimo roce te cortan hasta el alma.
Pero me he dado cuenta con el tiempo que quien más sufre, más fuerte ama, hasta que se da cuenta que es momento de dejar todo ese dolor atrás junto a el también el amor, un cruel destino que te aferra a vivir en la amargura y en la frialdad, pero es una vida más simple aunque más dolorosa.
El amor te enseña muchas cosas y entre esas esta el darlo todo y a la vez dar nada, la inmortalidad se entrelaza a una fría y absurda realidad de pequeños momento de felicidad acompañado de interminables tristezas.
Pocos saben lo que es amar y el que conoce el sentimiento, también conoce las desoladas tristezas que suele abrigarse por las noches, por culpa del pensamiento que día con día te traiciona y te cuestiona a ti mismo si estas haciendo bien las cosas o estas fallando más de lo que normalmente fallas.
Incontables vacíos se crean e infinidad de inseguridades, con el tiempo deberían curarse, pero es todo lo contrario, es como si con cada esfuerzo las alimentaras y en lugar de disminuir crecen cual torrente en tiempos de lluvia.
La misericordia no conoce el amor, ni mucho menos el acogimiento en tiempos de dolor, te mira de lejos esperando a que rompas y te quiebres en innumerables desgracias, hasta el momento en que no puedes juntar ni mucho menos reconstruir las piezas rotas, es ahí donde a lo lejos se apiada de ti y se esfuerza porque fracases y dejes caer la esperanza en un agujero muy profundo del cual no podrás recuperarla.