"La verdad" Capítulo 9

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¿Alguna vez te haz quedado completamente inmóvil? ¿Tanto que dejas de respirar?
Así estaba yo, el miedo me paralizó por completo y ahí estaba yo, quieta, sin poder hablar, totalmente congelada.
Ese hombre estaba en frente de mi y no podía verle la cara, sin embargo estaba segura de que me estaba mirando. Los dos estábamos conscientes de nuestra presencia. Nunca había experimentado algo así, por lo tanto mi primer pensamiento fue que era un hombre vivo que se había metido a la casa, tal vez un asesino. Pero al ver que no me atacaba, tenía que ser un fantasma. Fue una sensación muy rara, porque el miedo se fue calmando y estaba segura de que no era Juan Pablo y tampoco podía ser Emilio. El tiempo en que nos miramos se me hizo eterno y cuando pude reaccionar, corrí rápidamente a prender la luz...y cuando volteé, había desaparecido.
Ya no tenía miedo, más bien era un tipo de angustia. Podía sentir un nudo en el pecho y quería saber qué era lo que había visto. Busqué por todos lados, abrí el closet y nada, miré debajo de la cama y tampoco. Corrí a los otros cuartos y no lo encontré, me dio coraje. Me sentía como una tonta, llevaba tiempo escuchando ruidos sin sentido y luego ver a ese hombre me hizo sentir débil. Perdí y el control y comencé a gritar.

MAR: ¡¿Qué es lo que quieres de mi?! ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Por qué te escondes?!

Y cuando estaba en el clímax de mi furia, escuché un ruido en la sala. El corazón me latía rápido, otra vez aquel fantasma estaba jugando conmigo. Tenía la boca seca y sudaba frío. Bajé las escaleras lentamente, y Raviole venía detrás de mi maullando, él también sentía esa presencia que no se había ido de la casa. Cuando llegamos a la planta de abajo, rápidamente prendí la luz esperando ver algo, pero nada. Volteé para todos lados sin tener suerte, estaba lista para atacar. Y cuando miré hacia la cocina que estaba a oscuras, estaba ahí, parado y viéndome.

MAR: ¿Juan Pablo, eres tú?

Y la silueta de aquel hombre no contestaba nada.

MAR: ¡Por favor! Quien seas, dime. ¿Qué quieres? ¿Me estás tratando de decir algo?

Otra vez no obtuve respuesta, pero aquella sombra levantó el brazo lentamente, como si me quisiera tocar o alcanzar. Pero de otra forma, como si fuéramos conocidos. Corrí para tocarlo, para verlo y cuando estaba a unos cuantos metros...desapareció.
Me sentí frustrada y pensé que esta vez sí me estaba volviendo loca. Tal vez todo eso no se trataba de Juan Pablo y Emilio, tal vez se trataba de mi.
Aquella noche ya no dormí y lloré de desesperación y cansancio, ya no quería tener miedo y quería comprender lo que estaba pasando.
Cuando amaneció, le llamé a mi mamá. Ella siempre fue una mujer muy inteligente y preparada. Recordé que cuando mis hermanas y yo éramos pequeñas, en algunas ocasiones la escuché hablar de espíritus. Pero una de esas historias trataba sobre mi abuela, quien había fallecido cuando mi mamá tenía trece años.
Mi mamá había tenido una adolescencia difícil, sin mi abuela y a cargo de sus tres hermanos menores. Tuvo que dejar un tiempo la escuela, para poder trabajar y pagar sus estudios. Ella contaba que después de la muerte de su madre, todo el tiempo estuvo molesta con ella por "haberlos dejado", hasta que nació la primera de mis hermanas. Mi mamá estaba sola en casa, con mi hermana de solo una semana de nacida. Las dos estaban acostadas y de pronto vio como mi abuela, entró lentamente por la puerta. Se veía feliz de estar ahí, se acercó a mi mamá y miró con ternura a mi hermana. Después, acarició la carita de mi hermana, la miró con los ojos aguados de felicidad y se fue lentamente. Desde aquel día, mi mamá jamás estuvo molesta con mi abuela y entendió que, aquella vez su madre había ido a compartir un momento importante como lo fue el nacimiento de su primera hija. Y supo que, ella solo quería cerciorarse de que mi mamá ya no estaba sola y era una mujer feliz. Y desde de ese día, no volvió a verla.
Cuando mi mamá contaba esa historia, lo hacía con la convicción de que era cierta y de que mi abuela se había comunicado con ella sin hablar. Así que yo quería saber más.
La plática comenzó con el tema del virus, nos pusimos al corriente y notó que algo extraño me pasaba.

LUCÍA: ¿Qué tienes, hija? Siento que estás rara.

MAR: Sí, mamá. Me siento muy rara. ¿Te acuerdas de cuando mi abuela fue a despedirse de ti?

LUCÍA: ¡Sí, claro que me acuerdo!

MAR: Pues, siento que aquí en la casa hay algo. Desde que llegué escucho ruidos extraños y ayer vi a un hombre. Estoy segura de que me quería decir algo.

LUCÍA: ¡Mar, ¿no será Juan Pablo?!

MAR: No, mamá. No siento que sea él. Cuando lo vi me dio miedo, pero después ya no. No sé si fue real o...con tanto encierro me estoy volviendo loca. De verdad me siento mal, confundida.

LUCÍA: Entiendo como te sientes, hija. Me pasó lo mismo cuando vi a tu abuela. No te presiones y no pienses que estás loca. Sea lo que sea no te puede hacer daño, y si quiere comunicarte algo estoy segura de que lo vas a saber.
Después de escuchar a mi mamá me sentí mucho mejor, por lo menos sabía que las cosas iban a estar bien. Ya estaba tranquila, cuando dije bromeando:

MAR: ¿Ves? Por eso nunca me gustó esta casa, yo sabía que tenía algo.

LUCÍA: Sí, la verdad es una casa especial. Hasta la fecha no entiendo de dónde la sacó Juan Pablo.

MAR: ¿Cómo? ¿De qué hablas?

LUCÍA: ¡Sí! Cuando tu papá yo estábamos buscando casa, Juan Pablo nos pasó el contacto e insistió mucho en que era una casa de oportunidad.

¡No puede ser! Pensé. Sabía que Juan Pablo había ido en alguna ocasión a esa casa, cuando era niño. Pero jamás me imaginé que él hubiera estado detrás de la compra. ¿Por qué? ¿O para qué?

Terminé la llamada con mi mamá y tenía que contarle todo a Emilio, así que le llamé. Pero no me contestó. Insistí muchas veces y nada. Pensé que estaría dormido y le dejé mensajes. Mientras tanto, pensaba y pensaba tratando de encontrar una explicación.
Cuando vi el reloj, era tarde. Emilio y yo nunca pasábamos tanto tiempo sin hablar y me di cuenta de que llevaba desde la noche anterior sin saber de él. Se me hizo muy raro que no contestara y comencé a preocuparme. El Sol se había ido y las luces de su casa estaban apagadas, definitivamente algo estaba mal. Pensé que tal vez se sentía mal, que había recaído por el virus o algo por el estilo y decidí salir a buscarlo. Sin importarme nada, tomé un suéter y fui a su casa. Otra vez sentía esa preocupación en el pecho y mientras caminaba, sentía unas ganas desesperadas de verlo y abrazarlo.
Llegué a la puerta y toqué el timbre, pero no tuve respuesta. Me asomé por las ventanas y no alcanzaba a ver nada. La desesperación me invadió y comencé a tocar la puerta lo más fuerte que podía.

MAR: (GRITANDO) ¡Emilio! ¿Emilio, estás ahí? ¿Estás bien? ¡Por favor contéstame!

Mientras gritaba, sentía un dolor en el corazón, como si lo estuviera perdiendo.

MAR: ¡Emilio, por favor...!

Y entonces, se acercó el Guardia del Condominio y sentí un poco de alivio, pensé que seguro él me iba a ayudar.

GUARDIA: Señorita, ¿pasa algo?

MAR: ¡Sí, sí! Lo qué pasa es que Emilio está ahí adentro, pero no contesta desde hace horas y no me abre la puerta. Tal vez esté mal.

De pronto vi como me miró el Guardia, bastante extrañado, como si no comprendiera lo que yo estaba diciendo. Y dijo:

GUARDIA: Señorita, el Doctor Emilio está internado en el hospital. Se enfermó con el virus. ¿No sabía?

Y yo cada vez estaba más confundida, me aterroricé.

MAR: ¿Queee? No, él está enfermo pero estaba haciendo resguardo aquí en su casa. Yo he estado hablando diario con él y lo he visto.

GUARDIA: No, señorita Mar. El Doctor se puso mal hace más de un mes, se que está muy grave y no se sabe si vaya a regresar.

Sentí una cubetada de agua helada golpeando mi cuerpo, todo comenzó a darme vueltas y de pronto vi todo negro.

PalomaDF

"Te amo en pandemia"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora