10 años después
Despierto por el sonido de la alarma, me remuevo perezosamente entre las sábanas. Scott parece notar que no me quiero levantar porque coloca su brazo en mi cintura y me atrae hasta él.
—Buen día. —Susurra coqueto. Sonrío al sentir su tibio aliento en mi cuello.
—Buen día ti también. —Me volteo a mirarlo. Sus cabellos están despeinados y regados sobre su frente. Parece un pequeño niño alegre.
—Deberíamos quedarnos aquí todo el día. —Susurra antes de besarme. «Uhm, quedarme todo el día en la cama con Scott, suena muy tentador»
—No hay nada que desee más que eso. —Susurro antes de besarlo una última vez y levantarme de la cama. —Pero tenemos cosas que hacer. —Añado mientras me recojo el cabello en una cola alta y entro al baño.
Han pasado 20 años desde que lo conocí, hace 14 años comenzamos a salir, hace 10 años que nos casamos y ahora somos Los Campbell’s.
Tenemos dos preciosos hijos, el primero se llama Steven, es un ángel, muy limpio y organizado. Tiene seis años, pero es muy maduro para su edad y es la copia exacta de su padre. Tiene su lacio cabello castaño y sus hermosos ojos verdes.
Luego viene nuestra pequeña Zoë, tiene un año y es la niña más hermosa que mis ojos hayan visto. Tiene el cabello castaño y mis ojos color avellana.
Recuerdo cuando nos dieron la noticia de que sería niña, Scott estaba tan ilusionado que cada día que llegaba del trabajo traía ropa nueva para la bebé.
— ¡Nick! —Grita desde la cocina. Con Zoë en mis brazos me dirijo hasta él.
— ¿Qué sucede, cariño? —Inquiero.
—Tengo que irme, me llamaron de la oficina. Me necesitan. —Musita mientras deja su plato en el fregadero y lo lava.
—Pero hoy es sábado, papá. —Refuta el pequeño Steven entrando en la cocina.
—Lo sé, campeón. —Dice mientras se agacha a su altura. —Pero papá necesita trabajar mucho para poder comprarles todos los juguetes que quieran. —Se levanta mientras revuelve su cabello. Pasa por mí lado y besa la mejilla de la pequeña, quien suelta una pequeña risita.
—No lo necesitamos. —Le digo al pequeño, que aún tiene el ceño fruncido. —Podemos jugar nosotros y hacer una casa club. —Sus ojos brillan en lo que escuchan esto.
— ¿Una casa club? —Pregunta incrédulo. Asiento eufóricamente provocando que él y Zoë rían mucho. Sale disparado a las escaleras y segundos después vuelve con las sábanas de su habitación.
— ¿Crees que con esto sea suficiente? —Pregunta totalmente emocionado.
—Uhm, creo que necesitaremos muchas más sábanas. —Me agacho a su nivel. —Tengo una idea, mejor cuida a Zoë un momento mientras yo busco más sábanas. —Él asiente rápidamente y me quita a la bebé de los brazos. Sonrío abiertamente, mis hijos representan mi mundo entero, son mi mayor felicidad. Sin duda el mejor regalo que Scott me ha podido dar.
Subo las escaleras hasta mi habitación, entro al armario y saco varias de las sábanas de colores, busco los cojines que adornan mi cama y bajo las escaleras. Coloco todo sobre unos de los sofás y vuelvo a la habitación en busca de un poco más de cojines.
— ¿Qué haces? —Susurra saliendo del baño con una toalla envuelta en sus caderas, su cabello gotea y su abdomen se ve brillante por las gotas de agua. Es la viva imagen del sexo.
«Maldición, se ve tan sexy»—Haremos una casa club en la sala. —Digo dándome la vuelta, dispuesta a salir.
— ¿Sin mí? —Pregunta algo triste, no sabría decir. Siento como pega su cuerpo a mi espalda y olisquea mi cuello.