6. Los Amantes

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AN: el título del capítulo, como el resto de los demás, viene de una canción. En este caso, de Mecano. Así que ya saben que se viene algo interesante. 

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—Vamos, Principito, dime qué es lo que pasa por tu mente.

Hunter alzó la cabeza y observó al hombre sentado enfrente suyo. Darius Deamonne alzó su copa de licor, un vino sacado de la colección privada del Emperador, instigando a Hunter a beber y después miró con atención a su protegido. A pesar de que no podía verlo con la regularidad que hubiese deseado, eso no significaba que no prestase atención a las señales de que algo tenía ocupada su mente.

—Sólo pensaba en la manera en que adornaste este lugar, es todo.

De cierta manera, Hunter no mentía. Se había acostumbrado tanto a ver a Darius usando las ropas del Aquelarre de Abominables y a la manera tan espartana en su habitación estaba amueblada, que después de la caída de Belos se sorprendió al ver lo extravagante que podía ser en cuestión de moda. Y estar sentado en la sala de su casa, hacía más fácil darse cuenta del tipo de persona que Darius era en realidad.

Las paredes de la sala donde estaban sentados estaban tapizadas con marfil fino, las cortinas que cubrían las ventanas eran de fina seda arcana, la cual le otorgaba un tenue color púrpura a la luz que se filtraba por el vidrio en forma de arco. Aunque lo que más le gustaba a Hunter, eran los mullidos sillones en donde estaba sentado, tan cómodos que podría dormir por días sobre ellos.

Si alguien fuese a preguntarle a Darius sobre la procedencia de dichos artículos, él sonreiría y comenzaría a alardear sobre como todo fue un pago que se hizo a sí mismo por sus años de servicio como empleado de Belos. Omitiría, para salvaguardar su orgullo, el cómo estuvo a punto de desmayarse al ver la cantidad de polvo que las cortinas y el tapiz que ahora colgaba en su cocina traían, y la manera en que Alador y Eberwolf tuvieron que hacer todo el trabajo cuando salió corriendo de allí.

—Lo sé, es uno de esos talentos con los que naces. Lo lamento, Principito, pero es algo que no podré enseñarte. —Después, por lo bajo, añadió—. Podrías pedirle ayuda a Camila, aunque no sea tan buena como yo, claro está.

A pesar de que ambos adultos tenían una relación amistosa, según Hunter, había cierta rivalidad respecto a la mejor manera de cuidar de él. Aunque el fingido rencor del brujo hacía la humana provenía de la vez en que se había atrevido a comentar sobre el peligro que representaba tener los arcos de las ventanas tan bajos. Darius ignoró su comentario, burlándose del concepto de seguridad que tenían los humanos, solo para golpearse la frente con el arco de su ventana al asomarse por ella.

Hunter se olvidó por un momento de lo que le aquejaba al notar la actitud infantil de Darius respecto a Camila—. No tienes que fingir que sigues enojado con la señora Noceda. Ella fue quien te vendó la frente después del golpe. Además, disfrutas tanto de su compañía como ella, no mientas.

—Camila comparte mis ideas sobre lo que deberías hacer con tu futuro, Principito, claro que disfruto de su compañía. —Sin darse cuenta de la manera en que sonreía al mencionar el nombre de la humana, Darius siguió hablando—. ¿Has hablado con el señor Clawthorne? Tiene ideas interesantes para replantar los árboles de talistrom. Y le vendría muy bien tu ayuda.

—Dell me dio tiempo para pensarlo. Me gustaría considerar todas mis opciones. —Hunter apartó de su mente todos esos pensamientos sobre cierta chica humana para tratar de inventar una mentira—. Ya sabes, tal vez podría hacer algo en la Tierra.

La risotada de Darius fue tan fuerte que Hunter no pudo evitar sentirse ofendido. Lo miró indignado, molesto al pensar que había dicho algo tan ridículo como para hacerlo reír.

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