No basta con ser talentoso para ser grande en esta vida, hace falta perseverancia y un poco de suerte. Al menos eso fue lo que le pensó Arturo antes de asesinarla. No era algo planeado, lo podía jurar. Era culpa de las circunstancias, de la divina providencia. Seguro Dios quería que fuera así. Tarde o temprano pasaría, el era un simple catalizador, haciendo que el proceso se llevara con más premura.
Ya era de tarde cuando todo terminó. Estaba sin duda agotado así que al momento de salir olvido cerrar la ventana, realmente olvido muchas cosas, algo poco común en él, siempre calculador y anuente a que una falla puede hacer caer los más grandes logros.
La luna apenas se entreveía, se avecinaba un vendaval. Ensimismado atraía las miradas de toda persona con la cual se topaba. El camino era largo y a pesar que la lluvia arreciaba el evitaba guarecerse quizás por temor de ser reconocido o para borra el olor de aquella mujer que amaba. Sus pasos cortos daban la impresión de que disfrutaba el momento, pero nada era más falso que eso, sus demonios devoraban sus ideas y aunque se distraía constantemente con letreros luminosos no distinguía mensaje alguno, solo formas.
Y así sucedió, el motivo quizás aún es una incógnita para propios y extraños. Quizás por eso el caminó hasta el sector más peligroso de la ciudad, en busca de alguien que por él le quitara la vida.
Nadie entendería la complicidad de aquellos enamorados, así que no dejo carta ni dijo escusas, ¿para qué? si al final todos lo tildarían de maniático. "Una promesa se debe cumplir aunque nuestros principios rijan con esta", fueron las últimas palabras que me dijo, acotó la hermana de la víctima, mientras era interrogada esa misma noche. El cuerpo aun seguía tibio a pesar que el clima era frio y las gotas de lluvia entraban por la ventana abierta. La causa de muerte fue atribuida a una dosis elevada de Fentalino.
Él la amaba, por eso cumplió la promesa que antes de la operación ella le hizo jurar. No quería ser juzgado ni era lo suficientemente cobarde como para suicidarse de propia mano. No fue difícil encontrar pelea en un bar y forzar una muerte a puñaladas, igual daba seguir viviendo una vida donde su mayor amor se desvanecía en una muerte cerebral que mantenía un cuerpo inerte.
De nada valió el indudable talento que le prodigaban los dedos sobre los marfiles, ni el esfuerzo que hizo para consagrarse como el mejor del país si la suerte lo abandonó por un instante y perdió aquello que más amaba. Ese fue su último pensamiento, aquel que estuvo en su mente mientras saboreaba el ácido sabor de su sangre mezclado con cerveza.
ESTÁS LEYENDO
Promesa
Short StoryHistoria corta y densa que trata de re descubrir la palabra amor... de un modo poco convencional.