Capítulo 31

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Scott

Espero pacientemente fuera del colegio de Steven. Veo como todos los niños salen en cuanto suena el timbre. Miles de mini humanos emanan desde las puertas y miro sorprendido la cantidad de niños saliendo.

—«Pronto tendrás otro mini humano correteando por la casa»—Chilla mi subconsciente para tratar de hacerme entrar en pánico, pero no lo logra. Estoy emocionado por esa maravillosa sorpresa, más que emocionado diría yo. Me gustaría que fuese otro niño, así Steven y yo podremos tener otro cómplice de travesuras, muero de ganas de que nazca para…—« ¿Para qué? ¿Para tampoco pasar tiempo con él como con tus otros dos hijos?» —Se burla y lo hago callar. La idea me cabrea y me indigna. ¿Qué clase de padre soy sino saco tiempo ni para mis hijos? Uno de los que sólo piensa en hacer más grande su trabajo. Me he convertido en un hombre espantoso y la verdad estoy decepcionado de la persona en la que me he convertido.

—«Ni siquiera pudiste proteger a tu mujer de que casi la violaran»—Murmura cruelmente y las arcadas no tardan en llegar. La imagen de Nick huyendo con el vestido levantado no sale de mi cabeza. No pude defenderla cuando más necesitó de mí. Al menos puedo estar seguro de que no se acercará de nuevo a Nick, no sólo porque le rompí la nariz en el baño, sino también porque ya hablé con Marco, él es mi mejor abogado y sabrá cómo encargarse de todo discretamente, también hablé con John, me aseguraré que ese bastardo infeliz se hunda en su propia miseria. La puerta del auto se abre y me saca de mis pensamientos llenos de odio.

— ¡Papá! —Chilla apenas se sube. Sonrío y me giro a mirarlo. —Tengo muchas cosas que contarte. —Se ríe mientras se coloca el cinturón de seguridad. —En mi clase hay un niño que siempre lleva la misma comida todos los días y hoy no llevó y todos se burlaron de él, pero yo le di la mitad del sándwich que la abuela me preparó y le dije a todos que no se rieran de él, ahora somos amigos y se llama Michael. —Habla muy rápido y casi no me da chance de procesar todo. La generosidad y nobleza de mi hijo me impresionan y enorgullecen.

—Eso fue muy generoso de tu parte, campeón. —Le doy una sonrisa y le revuelvo el cabello. —Eres un buen amigo. —Le aseguro y vuelvo a poner mi vista hacia el frente para salir del lugar he ir a casa de mi madre a buscar a Zoë. En cuanto llegamos a la casa Steven corre hasta la cocina en busca de Nick.

Llevo a Zoë en mis brazos hasta la cocina, me siento en la mesa y dejo a la bebé en mi regazo. Nick, que está de espaldas a mí, está arreglando el cabello de Steven.

—Los extrañé, aunque fue divertido dormir con la abuela y que me llevara al colegio. —Murmura enganchándose del cuello de su madre. Nick lo levanta y le devuelve el abrazo. Sonrío tontamente mientras veo la adorable escena.

En la mesa, cuando estamos comiendo, Nick escucha atentamente las historias de Steven y su nuevo mejor amigo. Yo estoy viendo todo, apreciando cada momento, cada sonrisa y risa de todos los presentes. Extrañé pasar tiempo con ellos, verlos felices y verlos conmigo. Nick me da una rápida mirada y sonríe ampliamente, se achinan un poco los ojos como siempre y me parece encantadora. Sin duda alguna la mujer más hermosa que mis ojos hayan podido ver.

— ¿Quieres eso, cariño? —Murmura acariciando mi mano y yo vuelvo a la realidad.

— ¿El qué? —Pregunto para saber de qué hablaban y Steven ríe fuertemente.

—Que si puedo dormir con la abuela hoy también. —Dice aún entre risas. Lo miro con una sonrisa y me limito a asentir. Nick y yo paseamos por la ciudad luego de dejar los niños en casa de mi madre.

Resulta reconfortante para mí pasar tiempo a solas con Nicole, ver cómo se relaja y a medida que vamos pasando por las calles poco concurridas de la ciudad. Adoro pasar tiempo con ella y con los niños, no me malentiendan, pero esta parte de Nick, la despreocupada y relajada, me encanta. Verla con su nuevo corte de cabello y sus ojos achinados me dan ternura.

Quisiera saber porque lo cortó y le cambió el color. Amaba sus risos naranja que la hacían ver radiante. Era el centro de atracción a donde quiera que fuéramos, aún lo es. Ella nunca lo nota, pero siempre es el centro de atracción, siempre la miran y la hablan de ella, me hace sentir el hombre más afortunado del mundo. Todos la quieren y la admiran, pero ella siempre me querrá a mí.

— ¿Alguna vez pensaste pasar el resto de tu vida aquí? —Pregunta distraídamente mientras mira por la ventanilla, estoy convencido de que sólo está pensando en voz alta.

—Me agrada Bakersfield, es una linda ciudad. —Ella asiente sin apartar la mira de la ventanilla. — ¿Quieres que nos mudemos? —Pregunto con cautela. Quizá irnos no sería tan mala idea. Tendríamos la oportunidad de rehacer todo. Alejarnos de todo el drama que últimamente nos rodea. 

—No. —Murmura con una pequeña sonrisa. —Me gusta estar aquí. —Suspiro aliviado. Ella no se quiere ir, aunque estoy seguro de que si ella lo pide yo conseguiría una casa en cualquier parte del mundo. Una casa como la mía, ella la amaba. De pronto la idea cruza por mi atontada cabeza y sin dudarlo voy rumbo a mi vieja casa. Cuando estamos a penas a unas cuadras por llegar Nick se gira a mirarme.

—Scott. —Chilla emocionada y yo rio. Coloco mi mano en su pierna y la aprieto levemente. La miro con el rabillo del ojo y no puedo evitar sonreír. Una preciosa sonrisa ilumina su cara, definitivamente haría cualquier cosa por hacer que esa sonrisa nunca desaparezca de su rostro.

—Tengo una pequeña sorpresa para ti. —Digo tranquilamente mientras estaciono el auto frente a la casa. Nick me mira emocionada y completamente feliz.

— ¿Cómo la conseguiste? —Me mira y puedo ver la ilusión que le hace estar aquí de nuevo. En el lugar donde todo comenzó, en donde habitan la gran parte de nuestros recuerdos juntos de cuando comenzamos a salir. — ¿Crees que podríamos entrar? —Pregunta dulcemente y mi corazón se derrite en el acto. Asiento antes de darle un corto beso en los labios. Bajamos del auto y caminamos tomados de la mano hasta la puerta. Puedo sentir lo ansiosa que está por entrar, le doy un último beso en la frente antes de meter la llave en la cerradura.

Bien, aquí vamos.

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