Capítulo 39

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Estoy a oscuras de nuevo y sola, trato de mover mis manos y de gritar, pero me es imposible. Tengo que salir de aquí, volver con los niños y Scott. Maldito el día en que dejé que esta mujer tuviera acceso completamente a mi vida. Sollozos salen de mis labios y mueren en la mordaza que cubre mi boca.

— ¿Dónde está? —Escucho la voz de Scott en la otra habitación, y yo grito lo más duro que me lo permiten mis pulmones, pero es en vano. —Dime donde está de una puta vez, no estoy de humor para soportar otro de tus jueguitos. —Brama desesperado. Scott, estoy aquí, en la habitación de al lado, por favor, no te vayas sin mí.

—Te dejaré verla, pero no te la llevarás contigo. —Le advierte, segundos después escucho como abren la puerta y enciende la luz. Sus pasos rápidos y pesados resuenan por la habitación hasta llegar a mí, se arrodilla entre mis piernas y quita el cabello de mi cara y seca las lágrimas que bajan por mi mejilla. Sus ojos se llenan de lágrimas al verme. Mi corazón late fuerte contra mi pecho y mi cuerpo tiembla. Me iré a casa. Se acabó.

—Prometí cuidarte y protegerte de todo mal eminente. —Murmura y las lágrimas aparecen de nuevo. Sabía que él vendría por mí, lo sabía. Scott nunca me ha fallado, ni me ha dejado sola, incluso cuando se lo pedía a gritos, nunca lo ha hecho.

—Que estupidez. —Dice con fastidio. —Ya levántate Scott. —Chilla, pero Scott no se aparta de mí ni un milímetro.

—Ya fue suficiente MJ, nos iremos a casa. —Se pone de pie he intenta quitarme la mordaza.

—Alto ahí Campbell. —Escucho como le quita el seguro al arma. «Joder, no de nuevo»—No te atrevas a mover ni un dedo. —Le advierte. —Si veo que un sólo músculo de tu cuerpo se mueve, bam, si te atreves a desatarla, bam, si veo que estás intentando algo, bam. —Nos apunta con la pistola. Habla en serio, sé que lo hace.

— ¿Qué quieres de nosotros? ¿Dinero? Sólo dime que quieres y te lo daré, pero por favor ya déjanos tranquilos. —Le suplica al borde del llanto. MJ suelta una carcajada un poco espeluznante.

— ¿Qué no es obvio? —Chilla. —Te quiero a ti Scott, siempre ha sido por ti. —Murmura tranquilamente. —Siempre haciéndote insinuaciones que tú parecías no notar, ocultando mi amor por ti con desprecio y odio. En cuanto sospechaste que el bebé que esperan no era tuyo enloqueciste, esa era mi oportunidad. Hasta hice que Edward se follara a esa mujer que convenientemente se parecía a Nicole para separarte de ella y tú te tragaste ese cuento completamente, y corriste hasta los brazos de Rebecca, entonces entré en tu casa, drogué a Nicole y la traje aquí conmigo. —Confiesa y mi cuerpo comienza a temblar aún más.

Es mucha información que digerir. Scott cree que el bebé no es de él, por eso desapareció ayer, se fue a ver con esa despreciable mujer. Todo lo que dijo antes era cierto. ¿Se habrá acostado con ella? Claro que lo hizo, estaba dolido, lo hizo en nuestra casa, en nuestra cama. De repente el odio y el desprecio que sentí alguna vez por Scott vuelven a nacer.

— ¡Cállate! —Grita y se acerca a ella. —Eres depreciable, es más que evidente porqué siempre estás sola, nadie te soporta, eres insufrible, siempre acomplejada y envidando la vida de Nicole. —Sisea con asco. No puedo soportarlo más, quiero salir de aquí. Comienzo a mover mis manos detrás de la silla para intentar aflojar las ataduras.

—Ella no merecía nada de lo que obtuvo, nada, todo era para mí y ella me lo arrebató. —Me mira con desprecio y luego vuelve a mirar a Scott. —Siempre soñé con ir a la UCLA y cuando conseguí a alguien nos ayudara a tener la admisión ella fue la que se quedó con el lugar que era para mí, la eligieron a ella, por tu maldita culpa. —Grita y creo que está por ponerse a llorar. Scott suelta una risilla y MJ pierde la compostura, lo apunta con el arma y mi corazón se detiene. Muevo más mis manos hasta que siento como la cuerda sede un poco. «Eso es, sólo necesito un poco más»

—Esto es ridículo, ¿estás haciendo todo esto por una tonta admisión de hace 15 años? —Vuelve a reír.

—No juegues conmigo Scott, podría matarlos a los dos justo ahora. —Masculla. —Tenía planeado traer a los niños hasta aquí para que vieran el espectáculo. —Ríe cruelmente y mi respiración se detiene. No. No. No.

—Los niños no están en la ciudad, ¿qué creíste? ¿Qué los dejaría en casa mientras yo venía? Te creí más inteligente que eso. —Dice tranquilamente. ¿Cómo puede estar tan tranquilo mientras tiene un arma apuntándolo? Debe saber algo más que yo ignoro. —Así que puedes decirle a Edward que vuelva. —MJ gruñe y saca su teléfono del bolsillo de su jeans. Scott se gira a mirarme, se le ve tan tranquilo, como sino estuviese pasando nada grave. Levanta un poco su camiseta y puedo ver el mango de una pistola. ¿De dónde la ha sacado? No sabía que tenía una. Por eso es que está tan confiado.

—Te crees muy listo Scott Campbell. —Chilla.

—Eso fue todo. —Dice y se da la vuelta hasta mí. —Nos iremos ahora. —Quita mi mordaza y me siento un poco más aliviada. Scott no lo duda ni un segundo y me besa. Sus labios cálidos me hacen sentir tranquila y a salvo.

—No irán a ninguna parte. —Grita y dispara al aire. Scott se gira a verla rápidamente y logro liberar mis manos. Miro la espalda de Scott y a MJ. Si me paro y saco la pistola de Scott tendremos más posibilidades de escapar. Desato mis piernas y MJ parece no notar que lo hago, está tan concentrada en Scott que no lo nota. Me pongo de pie y ella se gira a mirarme. «Mierda» — ¿Qué crees que haces? —Me apunta y sin un gota de piedad tira del gatillo. Me muevo lo más rápido que puedo, me tropiezo con la silla y caigo al suelo. Scott saca la pistola de la cintura de su jeans y no duda en dispararle a ella. MJ cae abatida en el suelo y yo la miro horrorizada.

—Nicole. —Se arrodilla a mi lado y sostiene mi cara. Estoy mareada y me siento débil y mi espalda suda mucho.

—Estoy bien. —Digo e intento moverme. Scott me lo impide. Lo miro confundida, sus ojos están rojos y vidriosos. Sus manos me levantan y me coloca en su pecho. — ¿Qué pasa? —Pregunto, pero me ignora. Intento bajarme de sus brazos y me sujeta más fuerte. Siento mi ropa mojada y pegajosa, me arde la espalda, la toco por sobre la tela para tratar de aliviar el ardor, pero no funciona, más bien creo que lo empeora, quito mi mano rápidamente y la veo. Está llena de sangre. —Me duele. —Digo cuando Scott me sube a su auto.

—Resiste un poco nena, te llevaré al hospital. —Me asegura y no creo poder aguantar tanto. Las lágrimas aparecen de nuevo. —Scott, estoy perdiendo mucha sangre. —Scott me mira con lágrimas corriendo por su rostro antes de poner el auto en marcha.

The Campbell'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora