8. Creepy cannibal

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Amanda miraba alrededor con expresión disgustada. La fiesta estaba siendo más sosa de lo que había esperado; aquello parecía más el cumpleaños de un niño pequeño que una reunión de jóvenes universitarios.

Se puso en pie y avanzó hasta la mesa del bufet, donde estaba el ponche, que también le parecía una porquería, pues alguien había agregado más azúcar que alcohol y era prácticamente un refresco de frutas.

Amanda se maldijo mil veces por no haber escuchado a su amiga Patricia cuando le comentó que no fuera, diciendo que la fiesta iba a ser un fiasco; sin embargo, ella insistió en verlo con sus propios ojos, ¡y vaya la hora en que fue tan tonta!

Un chico pasó a su lado y le sonrió con gesto lascivo, Amanda lo ignoró mientras daba media vuelta para dirigirse a la puerta de salida.

Otros dos chicos se pusieron en su camino, bloqueándole el paso. Intentó hacerlos a un lado y cuando notó que era casi imposible librarse de ellos comenzó a insultarlos, seguro que eso les molestaba lo suficiente como para que se aparataran.

—Ven con nosotros preciosa Amanda —susurró uno de los muchachos tomándola del brazo.

La joven forcejeó y se resistió, pero, apenas sin esfuerzo, consiguieron arrastrarla entre ambos en dirección al fondo del salón.

—¡Suéltenme, par de idiotas!— vociferaba.

Varias caras se volvían despacio hacia el sonido de su voz, aunque la expresión indiferente era la misma en todas. Más chicos se acercaron sonriendo, uno de ellos la contempló
mientras decía:

—Pobre, pobrecita Amanda. Has sido una chica mala con nosotros y es hora de cobrarnos esos maltratos.

Amanda estaba pálida.

—¿Qu... Qué van a hacerme? —balbuceó aterrada.

Más sonrisas, enormes sonrisas tontas. Solo que esta vez eran algo diferentes.

Amanda se concentró tratando de
pensar por encima del pánico y entonces lo vio con claridad: sus dientes. Los dientes de todos ellos parecían cuchillas afiladas por algún barbero diabólico.

Cuando la rodearon por completo perdió la poca cordura que le quedaba,
gritó, pateó y los amenazó, aunque nada de eso impidió que la despedazaran, sin dejar de sonreír, hasta que solo quedó una gran mancha roja en el suelo de cemento.

El miedo que nos acecha  [Antología de terror y ciencia ficción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora