Capítulo 34: Desesperada.

19.8K 1.3K 443
                                    

Danielle.

Desesperación.

Esa era la palabra que describía mi situación actual.

No sabía qué podía hacer.

Y sólo tenía algo en claro: sin ella no podía vivir.

Quizá para algunos eso fuera algo exagerado. Muchos dirían que es incluso estúpido. Pero así es. Así me siento. Y no creo que puedan culparme, yo sólo me he enamorado tan profundamente que, el simple hecho de imaginarme sin ella se me hace insoportable. Hace que me duela el pecho. Que sienta vacío.

¿Cómo en tan pocos meses ella se había convertido en mi todo? ¿Cómo ella se había robado ese corazón del cual no sabía su existencia?

Me es imposible encontrarme una respuesta.

Quería mandar a la mierda todo e ir a abrazarla. Pero no podía. No porque no quisiera, sino que, si lo hacía, esos hombres vendrían de nuevo y me terminarían de echar del lugar.

Al menos quería estar lo más cerca posible.

Me gustaría haber estado ahí cuando todo pasó. Quizá me equivoco, es muy probable que lo haga, pero me gusta decir que pude haber hecho algo para que esto no pasara. Aunque sé, y me lo repito, que las cosas no son así.

Pero podía mentirme todo lo que quisiera; eso no cambiaría nada.

En ese momento, mientras trataba de descifrar exactamente cómo me sentía, sentí un brazo rodear mis hombros y un vaso de café aparecer frente a mí. Me gustaría decir que era su brazo, pero sólo se trataba de mi mejor amiga, la chica que se había encargado de acompañarme y apoyarme en mis momentos de desesperación.

-Venga, Dani. No has comido nada desde ayer, al menos toma un poco de café -me animó.

Yo tomé el vaso que ella me estaba dando y lo miré con amargura.

-Yo... no sé si...

-Danielle, por favor -la miré directamente a los ojos. Puedo decir, por su mirada, que ella estaba tan o incluso más preocupada que yo. Y la entendía, sabía que se encontraba así tanto por ella como por mí. Suspiré, tomando el vaso con ambas manos, recostando mis codos en mis rodillas temblorosas, mirando fijamente el líquido negro.

Las sillas de la sala de espera eran de lo más incómodas, pero era eso o el piso. Yo no me consideraba una persona con fobia a los hospitales, pero había pasado suficiente tiempo en un uno como para que no sean de mi agrado.

Porque los odiaba. En serio que los odiaba.

Me mareaba el olor a medicamentos, el frío aire acondicionado, enfermeras corriendo, doctores de caras serias...

Qué horror de lugar.

- ¿Has hablado con Emma? -pregunté.

Ella suspiró audiblemente, recostándose en el respaldar de la silla y cruzándose de brazos.

-Sigue inconsciente. Los doctores han dicho que no debemos preocuparnos a menos de que no despierte en setenta y dos horas.

- ¿Y si no despierta? -la miré con horror.

-Puede que el golpe haya sido peor de lo que creían y que necesite una operación.

-Pero, Lena...

-Están haciendo todo lo que pueden, Dani -sus ojos se veían cansados, ninguna de las dos había dormido anoche y, no sé si a mí también, pero ella tenía unas grandes ojeras bajo sus ojos.

¿Qué me estás haciendo, Charlie?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora