única parte

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Los Jardines de Babilonia, una maravilla del mundo antiguo. Su ubicación no se ha podido establecer, no existen registros escritos ni arquitectónicos de que su existencia fue verdadera.

Otra madrugada más donde Pablo era consumido por una tristeza que no lo dejaba ver con claridad. No era un secreto para nadie que la vida amorosa del cordobés no era la mejor de todas, llena de decepciones y angustias. Por esa razón es que se había prometido a sí mismo no caer una vez más en los brazos de alguien que lo podría lastimar, no sabía si su corazón lo iba a poder aguantar.

Pero en el momento en el que Lionel entró en su vida, asumió que sería imposible. Desde el principio supo que el morocho alto y con cara de atorrante haría de su vida un infierno en el mismo cielo. Viviendo los mejores de sus tiempos pero esperando a la dura caída que finalmente lo rompería, o salvaría; todavía no podía decidir cuál de las dos había ocurrido.

Últimamente de día dormía y de noche era un muerto en vida. Paseando por los pasillos de su departamento que nunca se sintió tan vacío. Esperando que llegue una llamada que nunca lo haría, o el golpe de su puerta que nunca sonaría, al menos no de parte de la persona que deseaba lo haga.

Decidió, por primera vez en días tomar algo de aire. Pero no se fue muy lejos, su pequeño balcón con vista a una calle repleta de lapachos le bastaba. Pasó su mirada por todo lo que lo rodeaba, las veredas solitarias y un asfalto poco transitado a altas horas de la noche, y terminó posando sus ojos en el cenicero que se encontraba en el piso; lleno de colillas que no tenía fuerza de voluntad para tirar, le recordaban a noches de cariño, a fin de cuentas en algún momento pertenecieron al habitante de sus pensamientos, y era todo lo que le quedaba de él.

La luna brillaba como nunca mientras Pablo se apagaba.
No entendía cómo era posible que no conozca un punto medio en el amor. Si es oscuro se pierde, tal como ahora. Si es luz se cega, tal como le sucedió.

En la distancia se escucha una suave melodía que no logra captar completamente, pero lo transporta a uno de sus momentos favoritos junto al santafesino.
‘Tender’ de Blur sonaba, Aimar se halló enroscado en los brazos de Lionel, balanceándose tranquilamente a pesar de que la canción no poseía un ritmo lo suficientemente lento para ser bailada de esa manera.
Pablo miró al más alto a los ojos, y con su mano derecha tocó su cara.
“¿Qué pasó bonito?” el mayor le preguntó, notando que su compañero actuaba raro.
“Nada, a veces me olvido que sos real” el cordobés apoyó su cabeza en el pecho de Scaloni mientras este se reía del comentario del petiso. Le parecía absurdo, pero para Pablo en esas palabras no había más que verdad. Porque después de tantas curvas cerradas, sentía que capaz había llegado a su destino. “Lionel, ¿me prometes algo?”, el referido asintió con su cabeza e hizo un sonido de afirmación, “No te vayas”. Al mirar al santafesino Pablo pudo ver su característica mueca, la que se parece a un puchero, mientras le tomaba la cara entre sus callosas manos para besarlo dulcemente, pero para Aimar nunca volvería a ser tocado con la delicadeza y suavidad que poseían.

Pensar en las manos de Lionel le hizo recordar como estas con el tiempo perdieron la electricidad que le transmitían, como con cada noche que pasaban juntos esa delicadeza y suavidad se disipaba en una vieja sensación que su mente guardaba, esperando volver a sentirla; y en que ese había sido su punto de quiebre y trajo la batalla final.

“No podés irte así, me prometiste que no iba a pasar esto” Pablo bloqueaba la salida de su departamento para evitar que Scaloni se vaya.

“Te lo prometí antes de dejar de amarte, Pablo” el menor no podía creer lo que escuchaba.

“¿Amarme? Nunca fuiste capaz de decirlo” Aimar hizo dos pasos para acercarse al mayor y apoyó un dedo sobre su pecho, “porque vos sos un cobarde, siempre lo fuiste y siempre lo supe”.

“Ya está Pablo, correte de la puerta y deja que me vaya, no lo hagas más difícil de lo que ya es” la petición le hirvió la sangre a Aimar.

“¿Más difícil para quién Lionel?” no se movió del lugar, “¿para mí que la única persona que tengo me está abandonando?, ¿o para vos que probablemente compartas el resto de tu vida con ella?” Pablo sabía que el talón de Aquiles de Lionel era su novia, y llevar el problema sobre ella en los libros de Scaloni era jugar sucio. Si había alguna oportunidad de que no se terminara, el cordobés se ocupó de eliminarla por completo con lo dicho.

“Correte Pablo”.

De esa manera tan repentina desapareció de su vida. Dejando una herida lejos de sanar, porque cada vez que mira la cocina se acuerda de su comida, si se sienta en su sillón piensa en tardes de mates, si se ducha lo escucha escabullirse con él, y al acostar en su cama piensa en la magia que le hacía sentir.
Estaba harto de andar así, pero su experiencia le enseñó que la única manera de superar la tristeza es dejándose sentir el dolor.

La única prueba que le queda a Aimar de que su amor existió son sus propios recuerdos, los que nunca contará, los que siempre compartirá con un hombre al cual no le tembló la mano por dejarlo en soledad.

Pablo es arrebatado de sus pensamientos por el sonido de su alarma. Seis y media de la mañana.
En contra de su voluntad le toca poner su mejor cara e ir a entrenar, después de una noche en vela, otra vez.

jardines de babilonia | aimar x scaloni osDonde viven las historias. Descúbrelo ahora