{Capítulo 14}
SIGH
Al entrar al hotel, la recepcionista —quien había comenzado su turno media hora antes de lo establecido— despegó la vista de su teléfono y nos miró con mala cara. Alzó ambas cejas, esperando a que dijésemos... algo.
—Venimos a visitar a un amigo —dijo Xander súbitamente detrás de mí, mostrando su mejor sonrisa.
—¿Tengo cara de que me importe? —le contestó ella en un tono cortante y del todo grosero.
¿Qué forma era esa de tratar a los "clientes"? A las... personas.
—No, de hecho tienes cara de que te paguen por no hacer... —comencé a decir, sin poder reprimirme.
Xander abrió los ojos como platos y antes de terminar mi frase, me agarró del codo y tiró de mí hacia atrás.
—Gracias, ya nos íbamos —se excusó él apurado, andando con prisa y sosteniéndome del codo hasta que llegamos a las puertas cerradas del ascensor y me soltó—. ¿A qué ha venido eso?
—Libertad de expresión, Xander. ¿No pensarías que iba a tolerar que te tratase... así? —contradije, del todo convencida en que llevaba la razón, aunque Xander me dedicó una mirada reprobatoria, cerró los ojos y suspiró sonoramente—. La gente que me hace perder el tiempo y las personas maleducadas me sacan de mis casillas, lo siento —me disculpé con él.
Tan solo por la reacción que había provocado en Xander. No por lo que había estado dispuesta a decir segundos antes.
—Hablaremos más tarde de los derechos de los que te has adueñado gracias a tu "libertad de expresión" —dijo entrecerrando los ojos y negando con la cabeza. Ambos esperando frente a las puertas del ascensor, pero dado a su tardanza, yo decidí subir por las escaleras, mientras que Xander prefirió esperar.
Subí corriendo estas, y lo último que esperaba era chocar con un fuerte torso y unas manos que instintivamente se posaron en mis hombros para que no me cayese.
Lo peor fue que antes de alzar la cabeza, supe de quién se trataba.
—¿Thunder? —pregunté, enarcando las cejas. Tan pronto como me di cuenta de que había apoyado mis manos en sus antebrazos, quité estas con rapidez y retrocedí un escalón hasta quedarme en el descansillo de las escaleras.
—¿Sigh? —preguntó este, igual de sorprendido que yo—. Eh, h-hola...
Quitó sus manos de mis hombros y se alejó por igual.
—Dónde está Raider —más que una pregunta, fue una orden.
—La verdad es que... pensaba que estaría contigo —murmuró él cabizbajo, disminuyendo el tono de su voz, como si le diese miedo pronunciarse.
—¡¿Qué?! ¿Por qué estaría conmigo? Acabo de llegar, Thunder. Se suponía que... —le reproché, llevándome las manos a la cara y andando de un lado a otro del descansillo.
—Que debía vigilarlo, lo sé —asumió él—. Lo sé, lo sé. Solo me he despistado un momento para ir a mi habitación a por ropa limpia... —Me paré en seco, y al enlazar miradas, me di cuenta de lo que querían decir mis iracundos ojos—. Sí, sé que me dijiste que no me moviese, pero volvió a vomitar, y no podía dejarlo ahí rodeado de... todo eso.
No podía echarle nada en cara, él no tenía la culpa de que Raider se hubiese movido del sitio. Ni mucho menos tenía como responsabilidad hacerse cargo de él, de alguien adulto y desconocido como era para él lo era estadounidense.
De hecho, ni siquiera tenía porqué estar ahí.
Aunque lo que no logré entender era que este estuviese despierto a las cinco de la mañana. Es decir, ni Xander ni yo lo estábamos. Pero al parecer él llevaba despierto un rato, aunque sus notorias ojeras fueron más que prueba suficiente para determinar
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Eléctricos suspiros
Teen FictionThunder, su nombre era Thunder Iversen. Él llegó a Quebec, Canadá, para empezar una nueva vida, un nuevo comienzo. Tenía carisma, y le sobraba talento. El músico decidió no pasar desapercibido y así lo hizo con sus cientos y muy peculiares tatuajes...