Capítulo 3 - Celos

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🎧 Quiero decirte - Ana Mena, Abraham Mateo

Abril

- ¿Desde cuándo escuchas a Quevedo? – Sira me pregunta, vacilándome. Está burlándose de mí, obviamente. – La defensora número uno de la música en inglés... Me preguntó si un canario que yo conozco tiene algo que ver con eso.

Murmuro un "cállate, pesada" entre dientes y subo la cremallera de mi jersey de rayas. Me calzo mis botas Martens y repaso el pintalabios rojo carmín mirándome en el espejo de la entrada. Hoy necesito un extra de confianza, de seguridad en mí misma.

- Eh, Abril. – mi amiga me abraza por atrás, rodeándome la cintura. Ambas nos miramos en el espejo, su barbilla posada en mi hombro. - Todo va a ir bien. Es solo una comida con el equipo y yo estaré a tu lado. Ya conoces a los chicos, y ellos a ti también.

- Lo sé, pero no puedo evitarlo. – suspiro e intento parar el temblor de mis manos. – No paro de recordar las palabras de mi padre antes de irse, de pegar un portazo y abandonarnos para siempre. Todo lo que paso después. Me persigue desde entonces y más aún cuando tengo una cita importante.

- Lo superaremos juntas. – aprieta mis manos entre las suyas y me acaricia el pelo, tranquilizándome. – Te lo prometo.

Y la creo. Claro que lo hago. Ella ha sido mi salvavidas durante estos últimos años; mi roca en medio del mar, el agua en el desierto.

Hace más una semana que llegué a Barcelona. Los primeros días fueron intensidad pura, caras nuevas y emociones al cuadrado. Todos mis miedos e inseguridades elevados a la máxima potencia. Mi estómago se contrae al recordar el atardecer que compartí con Pedri hace una escasa semana. No nos hemos vuelto a ver desde ese día. Pero eso va a cambiar, y va a hacerlo hoy.

Luis Enrique es un hombre insistente. Y quiere que nos reunamos todos juntos, el equipo al completo, antes de empezar con la preparación, tanto física como psicológica, para el mundial en Qatar. Solo quedan unos días para que nuestro avión zarpe hacia la aventura más inesperada y emocionante de mi vida.

Así que, gracias al míster, aquí nos encontramos. En el comedor de la ciudad deportiva Joan Gamper, con una mesa que parece infinita llena de comida y bebidas. Todo sin alcohol, por supuesto.

- ¡Señoritas! – Luis Enrique se acerca hacia nosotras y nos abraza a cada una con un brazo. – No me puedo creer lo temprano que habéis llegado. Estoy orgullosa de vosotras, chiquitinas.

- Papá, tu poca fe en nosotras me molesta. – Sira frunce el ceño y se zafa del abrazo de su padre. Yo, sin embargo, afianzo mis hombros y lo abrazo más fuerte. Necesito ese abrazo, para qué mentir.

Por el rabillo del ojo, veo a Gavi acercarse lentamente. Su cara se mantiene seria pero sus ojos se suavizan cuando se posiciona junto a mí y me despeina el flequillo.

- ¿De qué vas, tío? – golpeo con suavidad su hombro e imito su acción, despeinando su pelo, antes perfectamente engominado. – Yo también me alegro de verte, Gavira.

- ¿Quién dice que yo no me alegre de verte, Coleman? – su tono de voz es pícaro, está jugando conmigo. – Aunque me parece que hay alguien por aquí que se alegra aún más que yo.

Señala con disimulo hacia una esquina del comedor y mis ojos se encuentran con los de Pedri, que me mira fijamente con una de las comisuras de sus labios levantada. Mantengo la mirada hasta que siento mis mejillas arder y es entonces cuando me proclamo la perdedora de esta competición.

- ¿Tú también con eso, Gavi? – vuelvo a nuestra conversación y pongo mis ojos en blanco. – Empiezo a pensar que estabais muy aburridos antes de que yo llegara.

Derribando tus barreras || Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora