Al pisar el último escalón de la posada, visualizó a su amado apoyado en la barandilla de la gran terraza, observando el cielo estrellado. Parecía estar relajado.
El viento soplaba, las hojas volaban, y la calma se hacía presente.
Dio un paso, quizá dos. Los colores subían a la cara, las manos sudaban y sus trenzas se desplazaban de un lado a otro, siendo empujadas por el aire.
— Te he echado de menos — pronunció bajo el yaksha. Le gustaba que esas palabras fueran solo para él, y para nadie más. Se veía tan bonito a la luz de la luna... mierda.
El bardo se acercó, se deshizo de su capa, quedando solo en camisa y abrazó a Xiao por la espalda.
— Yo también, mucho — confesó el de trenzas —. Más de lo que te imaginas.
El de orbes dorados se dio media vuelta, quedando cara a cara con su enamorado. Gentilmente, estiró de su manga izquierda y entrelazó su única mano libre con el contrario.
Venti empezó a tararear una melodía, cerrando los ojos en el acto. El contrario le imitó.
El arconte abrazó al yaksha por la cintura, mientras el susodicho acariciaba las mejillas del otro chico.
En ese mundo eran solo ellos dos, escuchando las respiraciones y los latidos de ambos.
Torpemente, Xiao intentó seguir al bardo, imitando su canto.
La tenue luz de la posada iluminaba sus caras, y el cielo azul los observaba desde lo alto.
Las trenzas de Venti hacían cosquillas al contrario, haciéndole mostrar pequeñas sonrisas.
— Xiao — le llamó.
— ¿Hm? — Pronunció el otro.
— ¿Qué es el amor?
— Yo tampoco lo sé. Pero es lo que sentimos el uno por el otro ¿no? — Dijo, depositando un beso en la ya sonrojada mejilla de Venti.
— Pues en ese caso, estoy cegado por tu amor. Presentarte como mi novio es un placer indescriptible — Confesó el de mechas turquesas, juntando sus labios con el yaksha.
— Qué desagradable — Opinó Xiao —. Hazlo otra vez.
El chico de la boina rió ante su comentario, para después llevar otra vez a cabo la acción anterior.
En ese momento, lo único audible en la terraza era el sonido de sus labios chocar. Ambos chicos buscaron la mayor cercanía posible, acercándose entre sí. Venti enredó las herbas negras de su chico en sus dedos, mientras Xiao sujetaba al contrario por las caderas.
Se dejaron caer en la barandilla, apoyándose en ella. Ninguno tenía la intención de separarse, pero la falta de aire se estaba haciendo muy presente, así que hicieron varias pausas para respirar. Al hacerlo, volvían a juntar sus labios en seguida, como si no quisieran parar nunca.
— Venti... — suspiró el chico de ojos dorados, con los labios ya hinchados —. Te amo — Confesó en voz baja.
El color rosa se hizo notar en las mejillas del bardo, quien estaba haciendo todo lo posible por no chillar de la alegría.
En respuesta, rodeó el cuello de su amado con sus brazos y empezó a repartir pequeños besitos en su rostro. En la punta de la nariz, en su frente, en sus mejillas... Arcontes, Xiao era perfecto a sus ojos. Su pelo de punta, su tatuaje... Cada pequeño detalle de su novio le encantaba. Pero su favorito eran sus ojos. Esos ojos dorados que pueden brillar hasta en la noche más oscura. Cada vez era más difícil controlarse, era demasiado bonito, muy atractivo.
Peligrosamente, se acercó a su enamorado y comenzó otro beso. Venti acariciaba el torso de Xiao con sus yemas, haciendo que el susodicho adquiriera un ligero color rosado en sus mejillas.
— Mnh... — Soltó el yaksha.
Xiao era el fan número uno de su novio, pero era algo que nunca admitiría en voz alta. Le encantaba todo de él. Su forma tan particular de vestir, su personalidad, sus características trenzas... ¿Estaba bien tener a alguien tan increíble a su lado?
Venti era una vista digna de admirar. Amaba ver las expresiones de su amado cada vez que tocaba la lira, se le veía tan concentrado y relajado... Una imagen que Xiao no se atrevería a olvidar.
Disfrutando del beso, devoró sus labios como si su vida dependiera de ello.
Se separaron por falta de aire y se miraron a los ojos. Ambos sentían cómo se conectaban, cómo se fusionaban con solo una mirada.
— ¿Quieres bailar? — Propuso el de trenzas.
— No sé cómo... — Confesó.
— No importa.
Acto seguido, el bardo alcanzó las manos de Xiao, guiándolas para posarlas en su cadera. Venti llevó las suyas hacia los hombros de Xiao, admirando sus facciones en el acto.
Con inexpertos pasos, se movían como podían de un lado para otro, creando una danza extraña, pero bonita. Sí, puede que a ninguno de los dos se le diera bien bailar, pero estaban los dos solos, sincronizándose lo mejor posible, acercándose al máximo.
Xiao empezó a tararear una melodía inventada, intentando imitar la suave voz de Venti. Este apoyó su cabeza en el pecho contrario, escuchando los acelerados latidos de su chico.
En mitad del inexperto baile, el yaksha alzó al bardo en el aire, dando una vuelta entera.
— ¡Whoa, Xiao! — Exclamó Venti, sorprendido por la repentina acción de su "compañero".
Sin decir palabra, el de orbes dorados bajó al de trenzas. Ambos se buscaron con las manos, juntando sus labios en el acto. En un descuido, sus pies se enredaron y cayeron al suelo, uno encima del otro.
— Ugh... — Gimió Venti, sobándose la frente.
— ¿Estás bien? — preguntó su pareja.
— ¡Jeje! — Rió el bardo, mientras se acostaba al lado de su novio —. Sabes, ¿Xiao? Tú y yo somos realmente algo más. Somos un completo desastre, pero eso es lo que nos hace nosotros mismos.
— Eres precioso — Dejó escapar un susurro, el Cazador de demonios.
— Tú también — Respondió, entrelazando sus manos.
Xiao se acercó al otro, buscando calor. Se acurrucaron, mientras el bardo le daba mimos a su pareja.
Entre besos y susurros, ambos jóvenes se quedaron dormidos en el frío suelo de la terraza. Solo la luna era testigo de cuánto se amaban estos dos.
Estar juntos era un sueño sin fin.
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Un sueño sin fin - A Xiaoven One-shot
Short StoryEn la posada resonaban los pasos desenfrenados, los suspiros y los deseos de estos dos jóvenes. Las hojas volaban, al igual que las horas. El viento, las estrellas y la luna eran testigos del amor estos dos tortolos.