Alaska
Con un poco de calor por la larga caminata, admiro el amanecer como señal de que es hora de volver a casa.
Durante el camino observo cada rincón de los suburbios de la ciudad.
Desde hoy empieza mi año escolar, espero ser exonerada en casi todas las materias. Ed y Liam ya saben qué ser y hacer en un futuro, sin embargo yo..., aún busco la forma de mi rompe cabezas
Aún con mi cabeza llena de pensamientos escucho el despertar de la ciudad, ahora ya no es tan tranquilo. Camino y camino hasta detenerme enfrente de la casa de los vecinos, la miro por un momento y continuo hacia mi casa que queda justamente al lado.
Saco las llaves de mi bolsillo y antes de entrarla en la cerradura, alguien abre la puerta desde adentro.
Por un minuto me quedo algo conmocionada pero me tranquilizo al ver quienes abren la puerta, resulta que solo son dos bobos metiches.–¿Dónde estabas?–pregunta con interés Edgar.
–Si, estábamos preocupados. Pensamos que te habían secuestrado–Argumenta Liam con preocupación.
Suspiro en forma de ironía. –No valgo tanto como para que me secuestren– río un poco insípida.
–No digas eso, yo si te hubiera secuestrado–argumenta con orgullo.
–¡¿Por qué harías eso?!–pregunta con desagrado Ed.
–¿No es obvio?, es para que me haga las tareas–asegura Liam dejándome entrar, antes lo acompaño con algunas risas.
–Acomódate, tú papá dejó tu desayuno en la mesa antes de salir.
Que raro, cuando salí no lo había notado, pero bueno, gracias papá
Me quito el abrigo y les sirvo algo de comida a mis invitados chismosos.
Liam toma una manzana ocasionando que ambos empiecen a pelear por lo que al parecer es la última que queda.
–Tú ya te comiste una– Protesta Ed
–Eso no importa, yo la agarré primero.– Liam también protesta intentando tener nuevamente en sus manos la manzana.
Suspiro quitando la manzana de sus manos, lo que causa que ambos protesten. Tomo un cuchillo y parto la manzana en partes iguales; ellos me miran para luego encogerse de hombros y darle una mordida a su pedazo de manzana. De no haberlo hecho durarían horas peleándose por una manzana.
Al terminar mi desayuno les aviso a los chicos que iré arriba a darme una ducha rápida. Me encamino hacia el baño y me quito el pijama azul que llevaba debajo del abrigo, es un regalo de papá y me encanta. Al salir del baño me paro frente al espejo envuelta en una toalla.
¿Se supone que como es mi primer día debería ir bonita, no?, Bueno da igual. Abro el armario y tomo una camiseta blanca y un jean rasgado. Después de vestirme busco unos calcetines y la verdad es que no encuentro ningunos que estén en par así que tomo los que más se parecen, me pongo mis converse blancos, me miro al espejo y ato mi cabello en un moño desordenado.
Al bajar encuentro a los chicos esperándome.
Mi teléfono vibra en mis pantalones y al sacarlo noto un mensaje de papá.
–Al parecer tendré que quedarme sola, papá tiene varias cirugías pautadas hasta tarde– Pongo una mueca.
—¿Cómo que sola?—Liam frunce las cejas.— ¿Y nosotros qué?
—¿Pero no iban a estar ocupados?
—Por favor, nada es más importante que tú, pequeña.
—¡Oh, vamos! Ed, todos sabemos que estás más solo que mi abuela—Se burla Liam.
—Cállate, payaso.—Se ríe Ed—Y no hables así de tu abuela, tonto.
Río de sus tonterías y les aviso que, si no salimos en este momento llegaremos tarde.
Tomo mi mochila y salgo de casa, nos toca esperar a Liam que no sabe en qué parte de la casa dejó su teléfono.
Al voltear la mirada observo al chico que se encuentra en la casa de al lado. Está frente a mi con la mirada en su teléfono, al lado de un auto muy lujoso. Su cabello azabache sale revelde de su gorro de lana azul oscuro puesto que el clima está frío. Los chicos antes de salir de casa me habían obligado a llevar conmigo una sudadera que en este momento se encuentra dentro de mi mochila, me gusta sentir el frío en mi piel.
Ese chico es mi nuevo vecino, Keith. Se mudó a un lado de mi casa hacía menos de un mes. Sé su nombre porque según mis mejores amigos el chico me trae muy intrigada, así que hicieron lo suyo como detectives. Y la verdad es que él solo me causa curiosidad, tiene un físico que no se pasa por alto.
Lo que sé hasta ahora es que se llama Keith Lehner, que tiene una hermana menor, y que va a la universidad. Ah, y que tiene diecinueve años, (¿Dos añitos de diferencia no es nada, cierto?) Y por último, que tiene una cara perfecta, es como si los Ángeles bajaran del cielo para crearla.
Claramente esto último no lo dijeron mis mejores amigos. Hasta ahora no sé cómo Ed y Liam consiguieron esa información, pero nunca he dudado de sus habilidades.
—Alaska—Ed pasa una mano por mi cara — Llamando a Alaska desde el planeta tierra, ¡Hola!
—¿Si, dime?— Digo sin despegar la mirada del pelinegro.
—Voy a entrar a buscar a Liam, está tardando mucho.
—Si, si, aquí te espero.—Digo sin despegar aún la mirada del chico.
—Okay, me voy para que sigas mirando a tu galán.—Se ríe.
—No es mi... Galán—Volteo hacia Edgar, pero él ya está caminando hacia la entrada de la casa. Volteo otra vez hacia el chico.
El pelinegro se apoya en el auto mirando la pantalla de su teléfono relamiendo sus labios, sus gruesos y rosáceos labios, con una cámara colgándole del cuello.
Tengo que admitir que su cuerpo está bastante bien cuidado, no exageradamente, pero si lo suficiente.
Derrepente sus ojos color aceituna caen sobre mí y yo rápidamente finjo buscar algo en mi mochila sintiendo el calor subir por mis mejillas.
El chico hace un ademán de caminar hacia mi y siento que mi corazón se salta un latido, pero su hermana aparece llamando su atención. El alma me vuelve al cuerpo.
—Hasta que apareces.—Habla con su voz sexy y varonil—Ve la hora que es.
—Lo sé, lo siento hermanito, es que hoy no es mi día y para colmo vamos muy atrasados —Se excusa Kelly.
—Limpiate la baba—Se burlan Liam y Ed apareciendo a mi lado.
—Payasos—Digo encaminandome al auto de Édgar.
ESTÁS LEYENDO
A L A S K A
LosoweAlaska, una joven de diecisiete años, disfruta al máximo la vida con sus dos mejores amigos, Edgar y Liam. El amor nunca fue una prioridad para ella, ya que encontraba plenitud en su relación con su padre y sus amigos. Sin embargo, todo cambia cuand...