Capítulo 29

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Luego de soltar aquellos recuerdos en la tierra, Darya se sentía mucho más liviana. Era sorprendente cómo los recuerdos podían pesar tanto. Se imaginó cómo se sentiría si, durante algún otro encargo, hubiese más personas a las que debiera borrar recuerdos, uno tras otro. Al imaginar aquello, su mente y corazón se encontraban en negación, no quería destruir los recuerdos de nadie más.

—Lo hiciste muy bien, a pesar de ser la primera vez, Dary. Vamos, hay que ir a comer —la felicitó Maia, mientras ambas se alejaban de la casa.

—Gracias —aceptó Darya.

Aún intentaba asimilarlo todo, Darya sabía que tenía un don que la hacía capaz de controlar el agua, toda su vida lo había sabido y había escuchado centenares de veces cómo sus antepasados lo usaban. Sin embargo, jamás, en toda su vida, se hubiese imaginado que era capaz de limpiar recuerdos, y mucho menos de implantarlos utilizando su don con el agua.

Mantenía la imagen en su mente de aquella familia. Se preguntaba cómo sería para ellas dos despertar, en un par de horas, y notar que se habían quedado dormidas de la nada, la madre en la mesa de la cocina y su hija en el sillón. Darya se aseguró de apagar la estufa antes de irse, para evitar un incendio en su casa. Y Maia le había enseñado cómo restaurar la puerta.

Era increíble todo lo que podía hacer con sus poderes. No entendía como era capaz de hacer tantas cosas, siempre pensó que su poder se limitaba a hacer aparecer agua y ya, pero esto era demasiado y no podía describir cómo se sentía al descubrir tanto poder que vivía en ella, y que siempre estuvo ignorando.

Darya había estado ensimismada durante un buen rato, y no había notado que estaba caminando detrás de Maia, sin saber a dónde se dirigían. Anteriormente, Maia había mencionado que le mostraría dónde vivía, y puesto que Darya no tenía a dónde ir, decidió volver a preguntarle dónde quedaba su casa.

—¿Dónde vives? —le preguntó de nuevo, esperando que esta vez sí le respondiera.

—Ya que, técnicamente, no existimos, debemos vivir alejados de los limitados. Los liberados vivimos a las afueras del pueblo.

Tenía sentido, pero Darya nunca había notado casas a las afueras del pueblo, y se imaginó que sería muy raro para los habitantes encontrar casas vacías, así sin más. Tenía muchas dudas y quería hacer muchas preguntas, pero incluso habiendo soltado los recuerdos de aquella familia, se sentía muy cansada. No sabía si podía dormir, Maia había hablado de comer, ¿qué comían si no podían manipular objetos? Seguían llegando a su cabeza más preguntas.

Todo era demasiado nuevo, era como volver a nacer, y aunque sentía mucha curiosidad por descubrirlo todo, no quería encariñarse con nada. Sabía que su objetivo era volver, a toda costa, y su plan apenas empezaba a tomar forma.

Ambas caminaron por el pueblo, en medio de muchas personas que iban y venían, Darya no se acostumbraba a que no pudieran verla, así que se quitaba de su camino, intentando no hacer tropezar a nadie. Maia se reía mucho cada vez que la escuchaba disculparse con alguien al adelantar el paso a su lado, como si pudieran escucharla.

—Es la costumbre —se excusó, mientras escuchaba a Maia reírse de ella.

—Tranquila, pronto te acostumbrarás.

Pronto saldré de esta pesadilla.

Para alejarse de la multitud, caminaban por el borde de la angosta carretera de tierra que normalmente servía de ruta para los Sabios, ya que eran los que más constantemente viajaban a otros pueblos, para dar a conocer sus investigaciones. Aquel pensamiento hizo que Darya se pusiera melancólica, al recordar a su padre, que seguía en el hospital. Y se sentía culpable por haberle dejado a Azami su cuidado, pero más que nada, a Darya le rompía el corazón saber que no estaría ahí para cuando su padre despertara de la operación.

Búscame en el agua.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora