SEGUNDA PARTE: CRÍMENES REALES VIII

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Ayn se había quedado despierto después de su plática con Riliane. Si era verdad que Segundo Comerciante se encontraba ahí, no desperdiciaría tal oportunidad.

Casi como queriendo poner las cosas a su favor, la joven mesera se había despertado. Miraba confundida a su alrededor.

—Buenos días —saludó Ayn. Ella asintió, un poco nerviosa por la situación de peligro en la que se encontraba.

Ella se sentó en un silla frente a un escritorio y Ayn se paró al lado de ella con una carpeta en la mano.

—Oye, sé muy bien que desconfías en mí —susurró Ayn—. También sé que toda esta situación es muy difícil para ti, pero necesito que me ayudes en algo. Voy a liberarte, pero me temo que no puedo hacerlo si no conozco la identidad de "ese hombre".

La joven asintió y se talló los ojos. El muchacho puso la carpeta en el escritorio y sacó varias fotografías de hombres diferentes.

—Necesito que me digas cuál de todas estas personas es Segundo Comerciante. Estoy seguro que es alguien de aquí.

Ayn casi que ya conocía la respuesta, durante su investigación lo había comprobado, pero necesitaba una prueba más específica.

La muchacha observó cada una de las imágenes sin darles mucha importancia. Hasta que al final, vio el rostro que le había arrebatado todo.

—Este es... Este es él. Es él... —murmuró en repetidas ocasiones la chica, tratando de contener las lágrimas.

Ayn intentó tranquilizar a la joven. Cuando estuvo más tranquila, Ayn procedió a explicar su plan.

—Escucha. Por ahora tendrás que seguir haciendo lo que él te ordene. Solo por un día más. Necesito traer refuerzos, porque te aseguro que ese hombre no está solo.

—Por favor, no quiero hacer eso por ningún momento más. Solo quiero ir a mi casa... Solo quiero ver a mi hermana... Por favor.

Ayn tomó las manos de la niña para darle consuelo. Trató de sonar lo más amable posible.

—Te prometo que solo será un día más. Solo eso, puede que incluso menos. Volverás con tu familia muy pronto, pero si ahora mismo te dejo ir, perderíamos la oportunidad de ayudar a más personas que ese hombre arruinó.

La chica se levantó y se secó las lágrimas.

—Está bien. Volveré.

—Por favor, solo dime algo más —dijo Ayn—. Dime dónde se esconde. Debe de estar cerca.

La chica miró al suelo y murmuró:

—Arriba. No sé dónde está porque siempre me llevan con los ojos vendados. Subo por el elevador aunque nunca mencionan a qué piso vamos. Solo sé que es un pasillo rojo. Muy rojo. La puerta es roja...

—Con eso me basta —Ayn se dirigió a la puerta y la abrió. La chica se acercó—. Debes regresar. Te lo prometo, solo será un rato más. Volverás con tu familia.

—Gracias, señor Ayn. En verdad, se lo agradezco —dijo ella, tomando la mano de Ayn con dulzura. Él sonrió y acarició su cabeza.

—Adiós.

La chica se fue y Ayn cerró la puerta y se apresuró a guardar sus cosas. El ruido de la puerta hizo que Riliane despertara.

—¿Qué pasó? —preguntó.

—Voy tras esa rata.

Ayn siguió organizando su portafolio y demás cosas. De la nada, Riliane se levantó y comenzó a ayudarlo a guardar sus cosas.

—Te ayudaré.

Ayn ni siquiera trató de convencerla de hacer lo contrario, nunca lo lograría. La voluntad de la rubia siempre era fuerte.

—Me ayudarías más quedándote aquí. O tal vez volviendo a casa.

Riliane negó. Tomó una de las fotografías que yacían en la mesa y se la puso enfrente a Ayn.

—Es él, ¿verdad? Estoy expresamente relacionada con este tipo, así que nos encargaremos de darle su merecido.

—Eso lo sé —dijo Ayn—. No pienso ponerte en riesgo.

—No lo harás.

Ayn soltó una risa ligera. Pasó de largo donde estaba Riliane y solo se dignó a guardar sus cosas.

—¿Y si mueres? ¿Qué pasará? —le preguntó cómo en broma a la joven.

—... Nada. No tiene qué pasar nada. Si me muero, ¿a quién le ha de importar?

Ayn volteó rápido a la dirección de Riliane y notó que ella se reía mientras decía eso.

—Bueno. La verdad eso fue muy triste de tu parte, pero si es lo que crees, bien.

Salieron del cuarto y caminaron hasta la salida del hotel. Se subieron nuevamente al auto y Ayn comenzó a manejar.

—¿Cuál es el plan?

—No hay plan. Solo una mezcla de ideas. Algo así. Bueno, yo pienso que es buena oportunidad aprovechar su amorío por ti. Si te encuentras con él, sin duda nos conducirá a todo lo que tenemos qué saber.

—Qué decepción es que Rogzé esté involucrado en esto.

—¿Entonces sí estás enamorada de él? —preguntó Ayn.

—Por supuesto que no... Solo es... Decepcionante.

—Pues te ibas a casar con él. Supongo que es muy decepcionante. Pero bueno, no hablemos de eso. Te llevaré a una posada en lo que resuelvo todo lo demás. Necesitaremos muchos refuerzos. Por mientras tienes que arreglarte.

—¿Arreglarme?

—Ya sabes, ponerte linda o como lo veas. Así será más fácil que Rogzé caiga.

—Por favor, no necesito eso para que Rogzé caiga, él ya cayó desde hace tiempo.

—Qué creída eres. Igual, vístete elegante. Si no, no me casaré contigo.

Riliane le aventó una de las carpetas tiradas en el respaldo del coche.

—No seas idiota. Eres un pervertido.

—Claro que no. Y por supuesto, jamás me casaría contigo.

—Morirías por estar conmigo.

Llegaron a un hotel un poco más pequeño y rentaron uno de los cuartos para que Riliane pasara todo el día ahí.

—¿No que ya no tenías dinero?

—Siempre tengo dinero.

—Entonces deberías pagar tu adeudo con la señora Scarlet.

—Lo haré cuando regresemos. Bueno, volveré por ti a las seis. Soy muy puntual, no quiero que estés haciéndome esperar. Te dejo dinero, cómprate lo que quieras, que sea de buen gusto.

—Sí, sí. Lo que tú digas. Ya vete.





El Karma Del Mal No Terminará (continuación de Story of Evil)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora