JAXTON
—¿Cinco mil?— bramé, dejando los papeles sobre la mesa con un golpe seco— No puede ser que haya decaído tanto.
—Es lo que hay— me dijo Adam, recostado en su silla del despacho.
—Te has equivocado— repetí por enésima vez pero volvió a contradecirme de nuevo.
—Jaxton, ya te lo he dicho, no me he equivocado. Las apuestas han bajado, los patrocinadores se están marchando.
—Pues tenemos que hacer algo para retenerles— bramé, furioso.
No podíamos permitir que se marchasen así como así.
—Por eso te he llamado, para que me ayudes a buscar una solución, no para que me grites como un puto loco.
Me detuve en seco. Había estado paseándome por el despacho de un lado a otro sin parar, frotándome las sienes, intentando que no se me levantara dolor de cabeza.
Mi amigo Adam parecía tan tranquilo como de costumbre y aunque normalmente eso me parecía algo bueno, en esos momentos me estaba desquiciando.
Me miraba como si nada, a través de sus gafas de sol, delante del escritorio.
Me puso una mueca, mientras yo seguía mirándole con los ojos entrecerrados.
—¿Y bien?
No me moví. Estaba pensando en alguna solución, pero el problema es que tan solo se me ocurría una y sabía que no le iba a gustar.
—Hay que abrir las listas.
Se quedó callado, mirándome muy seriamente y me quedé esperando a que explotase la bomba.
En 3...
2...
1...
—¡Ni de puta coña! ¿Has perdido la puta cabeza? No vamos a abrir las listas.
—Es la única manera de...
—¡Me importa una mierda!— y se puso de repente de pie de un salto— Pues buscamos otra forma, pero no pienso dejar que esa panda de niñatos invada de nuevo mi circuito y mucho menos después de lo que pasó la última vez.
—Nuestro circuito— recalqué, tensándome.
Sabía que lo que decía tenía sentido, pero no se me ocurría ninguna otra forma de recuperar el dinero que estábamos perdiendo. Si los patrocinadores se estaban marchando, debíamos hacer algo para retenerlos, y abrir las listas de los pilotos para aceptar a otros un poco menos apacibles, por llamarlos de alguna manera, era la mejor manera de conseguirlo.
—No— sentenció y se sentó de nuevo, furioso.
—Adam...— me senté en otra de las sillas, pero negó con la cabeza, mirando hacia la ventana— Sabes que no hay otra forma.
—Me la suda— pero esta vez no habló con tanta potencia.
—Yo tampoco quiero dejar a esos capullos competir en el circuito, pero es lo que hay. Así funciona este mundo, no siempre tenemos lo que queremos.
Me miró de nuevo, relajándose un poco, pero seguía bastante molesto.
—Yo no soy el que se juega el cuello en esas carreras, Jax— me recordó en modo de advertencia.
—Lo sé— bajé la mirada.
—¿Te recuerdo lo que pasó la última vez que abrimos las listas?
Me tensé enseguida, él sabía perfectamente que tenía prohibido hablar de ese tema, tanto él, como Hugo, David y los demás, todos sabían que, con tan solo mencionar aquello, era capaz de revolverme las entrañas, así que nunca lo comentábamos. Nunca.

ESTÁS LEYENDO
Y si llueve, petricor
Romance¿Qué harías tú cuándo esa vocecilla de tu cabeza no para de repetirte una cosa? Que no eres perfecta. Lydia tiene que soportar vivir con esa voz, día tras día, tratando de ignorarla pero, muchas veces, no resulta nada fácil. La voz interior de Jaxt...